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co?ta, i entónces apoderarse de los desfiladeros que hai entre

Uch umayo i Vítor, en que el mayor número, ajilidad i destre–

za de su infantería le daba ventajas mui grandes sobre nuestras

fuerzas.

Y.o hice presente al jeneral en jefe lo difícil que era nuestra

posicion, si el enemigo, como podia hacerlo, obraba del modo

que se me había hecho entender, i aunque me manifestó por

mucho tiempo decision de combatir, aunque fnera contra doble

número de enemigos, cedió al fin a la consideracion de que

este ejército no solo sostenia en el Perú la causa de Chile, sino

que tal vez estaba cifrada en él la estabilidad del órden interior

de esa República, i que no era prudente ni político el compro–

meter intereses tan sagrados en una sola batalla en que todas

las probabilidades estaban en favor del enemigo. Si él no hu–

biera cedido a mis observaciones, yo le habria dirijido una pro–

testa en forma para cubrir mi responsabilidad, porque cierta–

mente yo he creido que el ejército se perdia en su retirada hácia

Quilca, i que la República quedaba espuesta a sufrir las funes–

tas consecuencias de esta pérdida, que no es necesario apuntar.

Mas, no llegó este caso felizmente, porque habiendo consulta–

do el jeneral en jefe la opinion de todos los jefes del ejército,

halló que todos creian que era el mejor partido que podia to–

marse el de hacer una paz honrosa, que satisfaciera los agravios

de que Chile tenia motivos de quejarse,

i

que terminasen las

causas de descontento i ajitacion, que podian compro1-;-¡eter en

lo sucesivo Ja seguridad i la tranquilidad de Chile.

~

En las entrevistas que he tenido con el jeneral Santa Cruz,

he notado un sincero deseo de hacer la paz con Chile, i he

creido de mui buena fe la protesb que me ha repetido varias

veces, de que prefería restablecer la amistad i la buena armo–

nía entre Chile i la Confederacion, a la victoria mas completa

que la suerte pudiera proporcionarle. No siendo su posicion

desventajosa, se ha manifestado mui condescendiente a conceder

cuanto le hemos exijido, excepto aquellas cosas que, en su con–

cepto, ofendían su honor i que hubieran hecho creer que accedia

a ellas por debilidad. -

Yo creo que la satisfaccion que él da en el artículo

2.º

del

tratado de

no haber autorizado jamas n·ingun acto ofensivo a la