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demostró

El Araucano

en su refutacion, i suministra argumentos

para poner en tela_de juicio la honradez i buena fé de Irizarri

en la mision que le fué confiada por el Gobierno de Chile. En

el empeño de justificar el mal resultado de la expedicion,

pintándola deficiente desde que fué organizada, i manifestan–

do

qu~

el Gobierno de Chile no debió jamas fiarse en las pro–

me:-;as de cooperacion de los emigrados peruanos, Irizarri olvi–

da la parte de responsabilidad que en ésto les cupo a él i al je–

neral Blanco.

¿Que los obligaba a comprometerse €n una expedicion desti–

nada a sucumbir? Ademas, de la misma exposicion de Irizarri se

desprende a cada paso, que Chile no tuvo razon para declarar la

guerra a Santa Cruz. Pues entónces ¿por qué t-tceptó el cargo

de representante de Chile en esta guerra temeraria e injusta? ..

Por qué se jacta de haber sido como. intendente de Colchagua

uno de los colaboradores mas activos del Gobierno, formando e1

batallon que tomó el nombre de aquella provincia? Por qué án–

tes de partir de Chile no dijo una palabra ni sobre la injusticia

de la guerta, ni sobre el mal equipo i pobre organizacion del

ejército expedicionario?... ¿Qué mucho que la opinion exaltada

en los dias que sucedieron al tratado de Paucarpata, imputase

a

I

rizarri un transfujio traidor i hasta lo declarase vendido a

Santa Cruz?

A la tésis sentada por Irizarri de que el referido tratado era

la única ·solucion posible de la situacion angustiada en que se

encontró el ejército de Chile, por la falta de víveres

i

medios

de movilidad, respondió

El Araucant>:

11No solo no habia esca–

sez, sino que era tal la abundancia, que el ejército enemigo se

abastecía de pan en aquella capital (Arequipa) como podia ha–

berlo hecho en cualquiera ciudad que estuviese bajo sus armas.11

I a propósito de la resolucion de verificar una retirada, como

último recurso, añade:

11

esta retirada no podia practicarse, en

verdad, con todas las comodidades con que se hace un viaje de

Manchester a Liverpool. Pero entre no poderse mover

i

cami–

nar en coche de vapor por caminos de hierro, hai muchos me–

dios de movilidad a que no hacen jamas asco los que no via–

jan por gusto sino por necesidad. El ejército de Chile estaba

en este caso,

i

pudo servirse de las bestias que tenia a su dis-