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pañaban muchos emigrados peruanos, a la cabeza de

le"

cu.ales

iba el jeneral Gutiérrez de la Fuente. Para teatro de las opera–

ciones del ejército se babia el ejido el departamento de Arequi ·

pa, a cuya capital

t-c

dirijió, sin experimentar mas inconveniente

que el de la escasez de caballos

i

bagajes, pues las autoridades

del Protector habían cuidado de retirar o destruir cuantos auxi–

lios

i

recursos hubieran menester los invasores. La ciudad de

Arequipa fué ocupada sin la menor resistencia, por el ejército

expedicionario. Por medio de un comicio popular organizóse un

Gobierno provisional presidido por La Fuente.

Bien pronto, empero, comenzaron a sentirse gravísimas con–

trariedades, que acabaron por reducir al ejército chileno a una

inmovilidad desesperante, que fué desacreditándolo en el con–

cepto de los mismos pueblos de quienes se proclamaba aliado

i

restaurador. Se esperó en vano que la presencia de nuestro

ejército produjera algun pronunciamiento contra el Gobierno

protectora!. Inútilmente intentó el Gobierno de Arequipa orga–

nizar una fuerza nacional o reemplazar siquiera con individuos

del pais las bajas

d~1

ejército chileno. Al tiempo de dcsembarcar

éste en Quilca, babia naufragado la fragata

Cármen,

perdiéndose

con ella gran repuesto de ropa i armas

i

la provision de herra–

duras para las caballerías. Este incidente, al que, segun parece,

no dió gran importancia al principio el jeneral en jefe, pues lle–

vaba la idea de que todo se le facilttaria en los mismos pueblos

peruanos, vino a ser estimado al fin como un suceso de funesta

trascendencia. La sola operacion de herrar los caballos en Are–

quipa, tardó

largcJ~

días. Bestias de carga apénas se conseguían i

la manutencion de la tropa se hacia cada día mas problemática i

difícil. En medio de estas dificultades, el jeneral Blanco desafiaba

al enemigo, sin conseguir traerlo al combate. Mas de una vez

engañado por falsos espías, sobre los movimientos i posiciones

del enemigo,

movió

el jencral su campo, aunque sin apartarse

mucho de Arequipa; pero tuvo que regresar burlado, pues no

halló con quien combatir. Entretanto el jeneral Santa Cruz

aumentaba su ejército del centro,

i

bien informado de las difi–

cultades que rodeaban al jeneral chileno para moverse, fuése

acercando a Arequipa hasta ocupar lo') alto;; de Paucarpata,

a una legua de aquella ciudad. Al ejecutar este movimiento el

C. DEL E. CHILENO

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