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ejército del Protector, constaba ya de

5,000

hombres, miéntras

el chileno no tenia en estado de combatir mas de

2,700.

Blanco

juzgó temerario, i lo era en efecto, cerrar contra el enemigo, en

la ventajosa posicion que acababa de tomar, i creyó mas cuerdo

intentar una retirada, que hacia dias venia meditando

i

para ·la

lo cual babia ya acopiado algunos recursos, con ánimo de pre–

sentar batalla si era per eguido o reembarcarse en Quilca.

El dia mismo señalado para esta retirada (

r

6 de Noviem–

bre de 1837) recibia Blanco una invitacion del Protector para

celebrar una conferencia en Paucarpata. Este paso derivaba de

ciertas negociaciones emprendidas dias <lntes, a propuesta de

Santa Cruz, para ver de llegar a un avenimiento amistoso. Con

este motivo habían conferenciado primero el jeneral Blanco

i

luego don Antonio José de Irizarri con el jeneral Herrera, comi–

sionado de Santa Cruz, pero sin llegar a ningun convenio defi–

nido, pues el jefe del ejército chileno, en medio de su apretada

situacion, ponia condiciones de paz que olo podían ser acep–

tadas por un enemigo derrotado, si bien, por otra parte, conce–

dia algo mui lisonjero para Santa Cruz, que era reconocerlo

como Protector i jefe de la Confederacion Perú-boliviana. Pen–

dientes de contestacion habían quedado las condiciones de paz

formuladas por Blanco, cuando éste recibió el recado del Pro–

tector para una entrevista, a la que acudió el mi mo dia

16.

Al

tiempo de partir recibió la noticia de que una division salida

de Lima al mando del jeneral Vijil, se presentaba a retaguardia

del ejército de Chile, lo que importaba obstruirle la vuelta de

Quilca i completar el plan de guerra del enemigo. El Protector

recibió a Blanco abrazándole con efusion, despues de lo cual

se siguió una larga

i

reservada conferencia entre los dos jene–

rales.

El jefe chileno regresó a Arequipa i reunió a los jefes del ejér–

cito para consultarl es el partido que en vista de las circuns–

tancias creia urjente tomar. Expuso en aquella ocasion cómo

habian resultado fallidas las esperanzas que los emigrados pe–

ruanos hicieran concebir en órden a la cooperacion i auxilios

de los pueblos del Perú en favor del ejército expedicionario;

cómo la guerra declarada por el Gobierno de las provincias del

Rio de la Plata contra el Protector, babia resultado tan desma-