Previous Page  20 / 330 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 20 / 330 Next Page
Page Background

- 14 -

con la Arjentina, escribia al Encargado de Negocios de Chile

en aquella República: 11Prescindiendo cle los obstáculos que pre–

senta la naturaleza de las bases propuestas... tienen algunas de

las pretensiones contenidas en ellas un carácter de severidad

i

aun de arrogancia, que concitaría sin duda contra los aliados el

espíritu de los pueblos,

i

nos haria perder de todo punto la coope–

racion de un partido influyente i poderoso que en Bolivia i el

Perú no aguarda mas que la presencia de nuestras armas para

declararse contra el tirano. Este e un inconveniente capaz de

hacer malograr por sí solo, el grande, noble

i

principal objeto de

la alianza, i con él todos los intereses secundarios; i yo no debo

di imular a US. que, no obstante la importancia que darnos a

una liga e. trecha i solemne de las naciones chilena i arjentina,

preferiríamos que no hubiese tal tratado de alianza, a trueque de

que no apareciesen a la faz del mundo aspiraciones exajeradas

que hicie en odiosa una causa tan bella i tan justa como la que

Chile ha tomado a su cargo.11

Miéntras tanto entre los demas gobiernos americanos algu–

nos, como el de lo·

E.

U. de la América del

orte i el de Mé–

jico, parecian no darse cuenta de lo que e taba pa ando en la

América del Sur; pero cultivaban la amistad de la Confede–

racion; otros, como el del Ecuador, lisonjeaban al Gobierno

protectora}; otro , como los de Nueva Granada i Venezuela, mur–

muraban por lo bajo, pero rendían público acatamiento al Pro–

tector. Los gobiernos de Inglaterra i de Francia simpatizaban

con él

i

le dispensaban honores.

A la verdad, un sórdido mercantilismo parecia ser el único

criterio que guiaba a los mas poderosos

i

respetables gabinetes

estranjeros en su manera de apreciar la conducta del Gobierno

protectora], importándoles mui poco los principios de moral

i

de derecho en que deben descansar las organizaciones políticas.

Verdad es que el Gobierno Norte-americano, como los gobier–

nos europeos, entregados entónces a una supina ignorancia en

lo tocante a Ja composicion social, réjimen político, costumbres,

estado de civilizacion, etc., del continente sud-americano, no da–

ban a estos pueblos mas importancia que a esas hordas semi–

bárbaras del Asia o del África, en donde la aparicion de un

caudillo que con las armas impone su absoluto señorío, es un