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i

el espíritu animoso de Portales, quedaba en la impotencia de

llevar adelante sus planes belicosos,

i

se reduciria a una actitud

esf>ectante

i

pasiva,

i

a precaverse contra nuevas tentativas

revolucionarias. Crey6 entónces oportuno el Protector abrir

negociaciones de paz, como lo hizo, en efecto, no sin hacer en–

tender que consideraba incapacitado a nuestro Gobierno para

hacerle la guerra,

i

que al invitarlo a la paz, obraba movido

solamente de su amor a la concordia i buena armonía entre

todos los pueblos i gobiernos.

Cosa de gran admiracion i sorpresa debió de ser para el

Protector i sus cortesanos i ministros, el ver que el Gobierno

chileno no se dignó siquiera responder a las nuevas insinua–

ciones de paz, i léjos de mostrar el menor desaliento con moti–

vo de los sucesos de Quillota, continuaba con mas brío en la

resolucion de combatir el Protectorado, i organizaba un nuevo

ejército. No fué poca parte a esta persistencia del Gobierno de

Chile en la guerra, el convencimiento qne desde luego abrigó i

en que lo acompañó la opinion jeneral del pais, sobre que el

motin de Quillota

i

aun el asesinato de Portales fueron sucesos

fraguados de acuerdo con Santa Cruz i sus ajentes. I la verdad

es que no faltaron indicios que, juzgados i comentados bajo el.

imperio de las pasiones de entónces, tomaron el lugar de prue–

bas irrefutables. Mui pocos dias ántes del pronunciamiento

militar de Quillota, la prensa oficial del Protector anunciaba el

estallido en términos precisos

i

auguraba la caída i perdicion del

ministro omnipotente. Las causas i objeto que a la rebelion de

Quillota habian atribuido sus mismos autores; el recuerdo de la

expedicion de Freire i de otras recientes tentativas de revolu–

cion en el sur, en las cuales no habían faltado alusiones al

nombre de Santa Cruz; la idea que de su índole tortuosa i

solapada se tenia, habian prevenido el ánimo del Gobierno de

1

tal modo, que cuando se informó de los anuncios del

Eco del

Protectorado

sobre el motín de Quillota, calificó de hecho indu–

bitable la complicidad del Protector en aquel suceso, i este

tema fué largamente expuesto, desenvuelto

i

comentado por

El

Araucano,

como órgano oficial del Gobierno de Chile.

Tres meses mas tarde desembarcaba sin oposicion en la costa

sur del Perú el ejército expedicionario de Chile, al que acom-