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zalada e ineficaz, que del mismo ejército bo1iviano acampado
en la frontera arjentina se habían destacado fuerzas considera–
bles para oponerlas al ejército de Chile; i
c6mo
aislado i aban–
donado éste a sus propios recursos, sin medios de movilidad
suficientes, con escasos vÍ\·eres, sitiado en cierto modo por do–
bles fuerza , e hallaba en una situacion desesperada, no sién–
dole ya dado mas que combatir sin esperanza, o perecer en la
miseria; que entre tanto, el jefe de la Confcderacion se manifes–
taba bien dispuesto a celebrar la paz con Chile, en términos i
bajo condiciones que en nada ofendían el honor i dignidad de
esta República i pcrm itian que el ejército chileno pudiera reti–
rarse salvo e íntegro, sin ser hostilizado. Esta opinion del jene–
ral encontró apoyo unánime en Jos jefes del ejército, con lo
cual quedó acordada la celebracion de un tratado de paz con el
Gobierno protectora!.
A mas del cargo de jeneral en jefe del ejército expediciona–
rio, Blanco habia recibido la in vestidura de ministro plenipo–
tenciario de Chile, i con igu<il investidura babia marchado con
la expedicion don Antonio
]
osé de Irizarri. Fué este quien se
hizo cargo de practicar las últimas conferencias i dar la última
mano al proyecto de tratado, debiendo ponerse de acuerdo con
los jenerales Herrera i Quiros, plenipotenciarios del Protector.
Ya no se hicieron valer, ni siquierc: se mentaron en esta pos–
trera negociacion, los principales requisitos que para hacer la
paz exijiera denántes el jeneral Blanco, tales como el compro–
meterse el gobierno de la Confederacion a no tener mas marina
de guerra que la indispensable para vijilar las costas i evitar el
contrabando,
i
la obligacion de derogar las disposiciones del
reglamento de comercio peruano que imponían dobles derechos
de aduana a las mercaderías importadas en buques que hubie–
ran hecho escala en puertos extranjeros. Blanco babia exijido
todavía la reduccion del ejército de la Confederacion a una
cifra harto diminuta; habia exijido <:;! reconocimiento
i
pago
inmediato de las sumas que del empréstito anglo-chileno de
T
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habia facilitado nuestro Gobierno al del Perú; babia, por
último, exijido que el Protector diese una ámplia
amnistí~
en
favor de todos los peruanos comprometidos en la expedicion
chilena. Solo estas dos últimas condiciones¡ pero atenuadas
i