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sitó. La jentes comunc , no hallando como elojiar la modera–

ci<m,

la rigurosa disciplina, la estricta subordinacion, las virtu–

des todas del ejército chileno, se contentaban con decir que era

un efércüo de

dnje!es.

Lo mas admirable es que aun la division

de Frigolet, compuesta en su mayor parte de hombres conde–

nados a presidio, no se diferenciaba de los otros cuerpos chile–

nos en cosa alguna, i parecia que bastaba vestir el uniforme

de la República para convertir en virtuosos ciudadanos a los

mismos criminales11 (

I ).

Grande fué la sorpresa

i

extremada la indignacion con que

se supo en Chile que el ejército enviado con el título de restau–

rador a echar por tierra la obra de Santa Cruz, volvia a sus

lares, salvo, pero sin combatir, salvo, pero dejando en pié i re–

conocida la Confederacion Perú-boliviana,

i

celebrada la paz con

el Protector. Jamas tal vez

fué

tan un{sono, tan jeneral i tan

enérjico el pronunciamiento de la opinion pública como al juz–

gar el resultado i desenlace de esta campaña. El orgullo na–

cional ofendido se negaba a oir excusas, ni justificaciones de

ningun jénero, i apoderándose de la prensa formuló gravísimos

cargos contra los autores de los tratados i pidió vehemente–

mente la continuacion de la guerra. El mismo Gobierno, que

en privado se inclinaba a excusar la conducta del jeneral Blanco,

lo sometió a un consejo de guerra. El jeneral fué ab uelto; pero

el Gobierno no vaciló un momento en rep1 obar los tratados de

paz i decretar la continuacion de las hostilidades. Blanco había

declarado honradamente al firmar los tratados, que en ello

obraba fuera de las facultades contenidas en sus instrucciones,

i

as{ debia mirarse lo estipulado como una simple espansion

sujeta a la aprobacion de su Gobierno.

¿l en qué circunstancias tomaba el Gobierno esta resolucion?

Cuando estaban desvanecidas sus esperanzas de alianza con el

Ecuador o algun otro pueblo sud-americano; cuando la cam–

paña del Gobierno de Buenos Aires parecia atollada en difi–

cultades insuperables

i

no imponía ya el menor respeto al Pro–

tector; cuando era declarada i unánime en favor de éste la

(

I)

Revista de los esc1'itos publicados en Chile contra los tratados de paz de

l'aucarpata,

por

ANTONIO

Jo

É

DE lRIZARRI. AREQUIPA, FEBRERO 20

de 1838.