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compañeros de armas, escribía confidencialmente a Orbegoso

con referencia al Gobierno de Chile: 11un tal gobierno es peli–

groso, i no debe merecer la menor atencion de nuestra parte.11

Decía esto, porque nuestro Gobierno se había negado a venderle

el bergantin

Aquiles,

no queriendo faltar a la neutralidad que

se habia impuesto como un deber, durante la complicada guerra

civil del Peru. Las desconfianzas i recelos de Santa Cruz fueron

aumentando de dia en dia

i

a medida que avanzaba en la eje–

cucion de sus pl,anes.

El Gobierno de Chile habia guardado cierta reserva

i

cir–

cunspeccion durante el curso de la campaña de Santa Cruz

sobre el Perú. Pero en esto mismo había creído encontrar el

caviloso pacificador un síntoma de disgusto i mala voluntad de

parte de Chile con respecto a los actos i consecuencias políticas

de la intervencion. Por otra parte, los emigrados peruanos, que

habían hallado en Chile un jeneroso asilo, hacian cruda guerra

en la prensa a Santa Cruz i a sus empresas, miéntras tomaban

su defensa en escritos de la mas encarnizada polémica los ajen–

tes diplomáticos de Bolivia i del Presidente Orbegoso, que no

podian perdonar al Gobierno chileno su actitud tolerante i pres-

.cindente, que despues de todo no era mas que la consecuencia

de su respeto a la lei que reglaba i garantía la libertad de la

prensa en nuestro suelo. Estos mismos ajentes diplomáticos,

unidos con algunos chilenos enemigos de la administracion del

jeneral Prieto, se empeñaban en prevenir los ánimos de Santa

Cruz i de Orbegoso contra la política de nuestro Gobierno i bus–

caban los medios de derrocar a éste

i

producir un trastorno

en la República.

Resultó de estas iRtrigas i maquinaciones la malhadada ex–

pedicion revolucionaria, emprendida desde el Callao en dos

barcos de la marina de guerra

Bel

Perú, por un puñado de emi..

grados chilenos, a cuya cabeza aparecia el prestijioso jeneral

Freire (julio de 1836). Junto con la noticia de esta expedicion,

recibió el Gobierno de Chile informes e indicios que acusaban a

Santa Cruz

i

a Orbegoso de favorecedores

i

cómplices secretos

del complot. En esta ocasion el Gobierno chileno, inspirado i

dirijido entónces por

el

espíritu perspicaz i re. uelto de Porta–

les, abandonó su prudente reserva en sus relaciones con el Perú,