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Página 36

LIBROS & ARTES

ellos de audaz erotismo,

acompañados con este

breve y brillante texto ti-

tulado «Arte erótico»:

«El puritanismo y la es-

tupidez (que son lo mis-

mo) engendran la porno-

grafía. La pornografía es la

pantalla harapienta del

erotismo alegre y creador.

Cuando una sociedad re-

prime los valores natura-

les, se entrega al babeo

clandestino, al machismo,

al café teatro de pacotilla,

a las revistas de calatas

importadas para gerentes

y generales. Los represores

de la vida pública pueblan

sus vidas secretas de que-

ridas y chistes de Jaimito.

Son hipócritas y tienen

mal gusto. La pornografía

es el erotismo inmoral y

vergonzante.

El arte erótico es anti-

guo como el hombre.

Amado y respetado como

rito, celebración o simple

testimonio estético. Claro

que en diversas épocas ha

sido víctima de los pornó-

grafos de turno, es decir,

de los censores. Aubrey

Beardsley, el más grande

dibujante del

Art Nouveau

inglés, sufrió juicio y pri-

sión. Eso fue en la era vic-

toriana, proverbial por su

doblez, en el siglo XIX. El

pintor surrealista René

Magritte y Pablo Picasso

(aunque acosado por el

franquismo) conocieron

la tolerancia –digo es un

decir– del siglo XX. Sos-

pecho que las cosas han

cambiado. ¿Han cambia-

do?»

Fue tan contundente la

temeraria respuesta que

Nicolás salió libre de pol-

vo y paja de tan pornográ-

fica acusación y nosotros,

los monos, continuamos

más insolentes que nunca.

Después de cada número

donde nos burlábamos de

los gorilas, de los falsos va-

lores, de los áulicos del

poder, de la derecha re-

trógrada, salíamos a la ca-

lle para recibir, como di-

ría Nietzche, «el aire puro

y el peligro cercano con el

espíritu lleno de una ale-

gre maldad».

Es importante recordar

que Toño escribía con el

seudónimo de Laura An-

tonelli una columna di-

vertidísima que se llama-

ba «En el seno de la

Constituyente». Desde

cuando asumió la direc-

ción de

El Caballo Rojo

de

El Diario de Marka,

el me-

jor suplemento cultural

de la historia del periodis-

mo peruano, sentimos

hondamente su ausencia.

Felizmente, éramos un

grupo afiatado y pudimos

continuar con la calidad

necesaria en ese humor

desenfadado hasta la in-

solencia. Tácito homena-

je a quien supo imponer

ese estilo de humor en el

Perú.

En esa época tuve la

doble felicidad de traba-

jar en

El Caballo Rojo

y a

la vez de continuar en

Monos y Monadas

como

jefe de arte y como miem-

bro de su Comité Diverti-

do junto a Juan, Carlín, el

Loco Freire, Rafo León,

Lalo Morel y Fedor Larco.

Además de encomiar a

estos inspirados caballe-

ros, también es necesario

aquilatar el equilibrado

papel de director que

esa columna, la bella y ca-

rismática diva se burlaba

de la fauna política y a la

vez hacía un análisis fino

de la coyuntura, mejor

que cualquiera de los po-

litólogos conocidos. Por

otro lado, la presencia de

Toño en las reuniones del

llamado Comité Diverti-

do era fundamental. Y

cumplía Nicolás y el im-

portante aporte de otros

integrantes de la revista.

Pienso en Etalo Núñez , en

Bernardo Barreto, en

Dare.

En

El Caballo Rojo

, cu-

yos vasos comunicantes

con

Monos y Monadas

eran evidentes, también

imperaba un ambiente

muy divertido. No olvide-

mos que Toño era el di-

rector y Lucho Valera el

editor y que siempre esta-

ban presentes mi querida

comadre Rosalba Oxan-

dabarat, el inolvidable

Paco Bendezú y atisbando

desde «La ventana sinies-

tra»,

el piurano Marco

Martos. Y ni hablar de las

visitas del Cuy Acevedo

y del Monstruo de Logro-

ño, que eran puntuales

como la hora del Ángelus.

Pero había otras personas

no menos importantes que

también le ponían su sal y

su pimienta: Charito Cis-

neros, que imponía orden

entre tanto lagarto; Mito

Tumi, que además de co-

rregir y reparar frases, es-

cribía «El bostezo del la-

garto»; mi dulce Mariela,

que modestamente hacía

los titulares en

letraset

, un

trabajo inventado por Lu-

cho Valera para que yo no

me moviera de mi modes-

to lugar de diagramador o

de iconógrafo, como argu-

mentaba Toño para de-

fenderme de algunos en-

vidiosos.

Volviendo a

Monos y

Monadas

, hay que aclarar-

lo, Toño nunca se desligó

de su amada revista y

siempre mantuvo su firme

compromiso con el hu-

mor. Nunca faltaba los

jueves de celebración y yo

mismo me encargaba de

llevarlo de grado o fuerza.

Otras veces, robándole

tiempo al tiempo, Toño

se las arreglaba para seguir

colaborando con sus escri-

tos o con sus ideas, siem-

pre brillantes.

De aquel grupo de

Mo-

nos y Monadas

, Toño, Car-

lín, Juan, Etalo y yo con-

tinuamos siempre muy

unidos en una amistad a

prueba de balas. Y con la

justa y necesaria incorpo-

ración de Polanco, los seis

amigos fundamos el irre-

ductible «Club de Tobi».

Irreductible en la amistad

no en la misoginia, porque

muchas veces, demasiadas

tal vez, nuestras bien ama-

das Lulús fueron invitadas

a nuestras divertidísimas

reuniones.

Hasta que vinieron los

días más tristes y fuimos

testigos del espíritu inde-

clinable de nuestro queri-

do Toño, de su dignísima

actitud frente a la enfer-

medad que lo iba devo-

rando.

Con Antonio Cisneros,

el humor adquiere su ver-

dadera dimensión: «Nues-

tra única victoria frente a

la muerte», como bien dice

Cioran.