Previous Page  18 / 48 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 18 / 48 Next Page
Page Background

Página 16

LIBROS & ARTES

l primero es el Cisne-

ros que ganó innu-

merables, merecidos, pre-

mios, el frecuente invita-

do a festivales de poesía,

a integrar jurados y demás

eventos culturales. Este

fue, y sigue siendo, el Cis-

neros preferido del perio-

dismo, el Cisneros exter-

no, el que fue presentado

en la primera plana del

diario cuando ganó el Pre-

mio Neruda pero que fue

relegado a un suplemento

cuando publicó

Un cruce-

ro a las islas Galápagos.

El otro Cisneros, el de

los poemas para adentro,

fue el escritor en su oficio.

La importancia de este

Cisneros se refleja no tan-

to en las páginas de los

diarios cuanto en las ge-

neraciones de generacio-

nes de poetas que vieron

en sus poemarios una

«forma de decir» novedo-

sa, original, una forma dig-

na de estudiarse, seguirse,

hasta imitarse.

Tanto no es artificial la

distinción entre ambos

Cisneros que él mismo la

respetó admirablemente.

Cisneros raramente escri-

bió sobre poesía, raramen-

te hizo reseñas de poema-

rios, raramente los presen-

tó; y sus lecturas públicas

fueron intensas pero espo-

rádicas. Todas estas, acti-

vidades externas.

Cisneros no mezcló,

por así decirlo, el placer de

ser querido públicamente

con el negocio de escribir.

Quiero incidir breve-

mente en este Cisneros de

los poemas para adentro.

Se ha dicho y repetido

que un aspecto de la im-

portancia de Cisneros es

que le dio carta de ciuda-

danía plena a lo que ha

venido en llamarse poesía

conversacional o colo-

quial o cotidiana. El cin-

cuenta no escribía así. Cis-

neros hace dos cosas: en-

cuentra en los hechos más

próximos de la vida coti-

diana los elementos de su

iconografía poética y en-

cuentra, al mismo tiempo,

un lenguaje igualmente

material. En efecto, eso es

poesía cotidiana y si al-

guien quiere saber a qué

suena eso el

Canto ceremo-

nial contra un oso hormigue-

ro

es una condensación

ejemplar de ese programa.

Pero la idea que ha lle-

gado hasta nosotros de lo

que es poesía conversacio-

nal o cotidiana es una ver-

sión bastante más diluida

de la que encontramos en

Cisneros. La versión que

llega a nosotros es más una

versión Luis Hernández

de la coloquialidad. En

efecto, del «acuérdate

Hermelinda» al «que tal

viejo che’ su madre» hay

una distancia bastante

grande de dicción y for-

ma-de-decir.

En esto, una relectura

del

Canto ceremonial

con-

tra un oso hormiguero

de

Cisneros nos corta la re-

saca de una coloquialidad

diluida para replantearnos

una coloquialidad casi

culterana.

Por eso es tan paradig-

mático el poema mismo

«Canto ceremonial con-

tra un oso hormiguero»

que le da título al libro.

Ostensivamente se trata

de un poema contra un

chismoso, contra un «co-

mediante de los almuerzos

de señoras» como dice en

sus líneas. Pero sin duda es

más. Es un canto contra el

que se va de lengua, con-

tra el exceso verbal. Por

supuesto, la imagen de la

Torre de Babel está servi-

da pero Cisneros la reco-

ge para otorgarle un esce-

nario novedoso, la gran

cama sobre la que reposa

y sobre la que, aún en re-

poso, se reproduce. Re-

produce, claro, la gran

confusión de lenguas.

Que uno de los repre-

sentantes máximos del es-

tilo cotidiano advierta

muy temprano contra los

excesos del irse de len-

gua—que para muchos

parece ser el destino ma-

nifiesto de la coloquiali-

dad—es significativo.

No sorprende ahora

que el Cisneros de los úl-

timos libros, digamos de

Las inmensas preguntas ce-

lestes

para acá, haya sido

el poeta maduro y exacto

que fue, pero sí sorprende

que esa misma madurez y

exactitud (que en muchos

casos es un ejemplo admi-

rable de mesura, de medi-

da poética) hayan estado

ahí desde el inicio.

El cuidado de Cisneros

por sus versos es algo que

no termina de sorprender.

Aún en detalles que pasan

desapercibidos incluso

para lectores profesiona-

les. Por poner un ejemplo

entre muchos, el remate

justamente del poema

«Canto ceremonial con-

tra un oso hormiguero» es

una lección de prosodia:

escucha / escucha mi can-

to / «escucha mi tambor /

no dances más», donde la

viada del último verso

(que

no

puede leerse

como «no DAN ces más»

sino como «NO DAN

CES MÁS», acentuando

simétricamente sus cuatro

sílabas) sólo es posible por

el delicado juego de los

versos graves que lo pre-

ceden, más la insinuación

de la viada, claro, con el

agudo de «tambor».

El lenguaje medido,

exacto, va de la mano con

un programa temático e

iconográfico muy preciso

también. Cisneros no es

un poeta metafísico sino

un poeta de lo que Mirko

Lauer ha llamado, al refe-

rirse a su poesía, de lo

«particular concreto», es

decir, un poeta cuyos te-

mas existen en proximi-

dad material. De ahí su

conocida respuesta a «las

grandes preguntas celes-

tes». Es a partir de ese ape-

go a realidades muy cer-

canas que le es posible

(como le fue posible a

Blanca Varela en sus últi-

mos libros) hablarnos de

realidades menos próxi-

mas, menos obvias, y que

tienen más que ver con

cierta configuración de lo

humano.

Me atrevo a sugerir,

nunca hablé de esto con

Es posible desdoblar la figura de Antonio Cisneros en dos,

en un Cisneros de los poemas para afuera y otro de los poemas para adentro.

Mario Montalbetti

EL CANTOCEREMONIAL

40 AÑOS DESPUÉS

E

En su casa en Miraflores. Foto: Daphne Zileri.