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LIBROS & ARTES
n el «Proemio al lec-
tor» de los
Comenta-
rios reales
(1609), Garci-
laso de la Vega se sirve de
una astucia lingüística para
deslizar –bajo la equívoca
y obligatoria máscara del
humilitas
– los propósitos
«reales» de su discurso.
Refiriéndose a la autori-
dad de los historiadores
españoles, declara que no
es su intención contrade-
cirlos «sino servirles como
de comento y glosa y de
intérprete en muchos vo-
cablos indios que, como
extranjeros en aquella
lengua, interpretaron fue-
ra de la propiedad de
ella». Proponerse como
comentarista y glosador
es asumir una postura an-
cilar respecto de los dis-
cursos de otros, pero bas-
ta un repaso de las prime-
ras páginas de los
Comen-
tarios
para percibir que
tras la astucia lingüística
se oculta una astucia
ideológica: la de autori-
zarse a sí mismo como el
poseedor de un discurso
que se legitima no solo
porque pertenece a al-
guien que ha experimen-
tado en carne propia
aquello de lo que habla,
sino porque ese alguien
posee los idiomas en que
ocurrieron los hechos. La
conciencia que tenía Gar-
cilaso de que situarse en
la arena discursiva es si-
tuarse en la arena de po-
der está presente desde el
título, que no olvida que
la palabra
comentario
mantiene su valor etimo-
lógico de «meditación»,
y que el adjetivo
reales
alude también a su con-
dición de verdad docu-
mental.
Casi 400 años después,
el poeta Antonio Cisne-
ros publicó una generosa
y meditada antología de
sus poemas titulada
Co-
mentarios reales
(Valencia,
Pre-Textos, 2003). No es
la primera vez que el tí-
tulo de Garcilaso asoma
en su obra: en 1964 nom-
bró así el libro que le va-
lió el Premio Nacional de
Poesía y una rápida con-
sagración que se consoli-
dó en 1968 con la publi-
cación de
Canto ceremonial
contra un oso hormiguero
(
Premio Casa de las Amé-
ricas). Estas fechas permi-
ten una reconsideración de
la astucia discursiva del
Inca Garcilaso, pues se tra-
ta de una época en que la
poesía se sintió con dere-
cho a participar de la his-
toria, esto es, a incorporar
en su discurso un
comenta-
rio
de los hechos, y a asu-
mir una postura crítica y al-
ternativa frente a la histo-
ria oficial. Las buenas in-
tenciones de la llamada
«poesía social» fueron de-
jadas de lado en nombre de
otra utopía construida con
elementos provenientes,
en su mayor parte, de la
contracultura forjada en
«tierra enemiga». Es un
lugar común señalar que
la poética hispanoameri-
cana de los años sesenta se
nutrió de la poesía an-
glosajona del siglo XX
(Pound y Eliot, Lowell y
cummings, Thomas y Au-
den) y que muchos de sus
héroes culturales fueron
los mismos a quienes leye-
ron y admiraron sus con-
temporáneos europeos y
norteamericanos. La mala
fe de quienes vieron en
este saludable proceso
una «alienación» cultural
se desbarata al comprobar
que fue precisamente a
partir de la poesía como
comentario
o como
crónica
que el público lector, por
más exiguo que fuera,
MEDIR Y PESAR A CISNEROS A
ESTE LADO DEL CANAL
Eduardo Chirinos
Los últimos poemas de Antonio Cisneros dan fe de esa vuelta de tuerca que es necesario dar para
ser fiel a uno mismo, no importa sus consecuencias. El desencanto ante la historia (que es también un desencanto
del sistema literario) puede ser entendido como una crítica radical que se expresa en la negativa a darle batalla para
no reconocer en ella al enemigo. Surge entonces la otra historia, la historia menuda que vivimos cotidianamente
mientras vemos agonizar las grandes utopías. Aquellas que en su momento nos desvelaron obligándonos a contestar
las inmensas preguntas celestes, aquellas que no esperaban de nosotros ninguna respuesta, salvo –como lo declara
un verso de Cisneros– «comentarios simples y sin gracia».
E
César Calvo y Antonio Cisneros en los inicios de la década del 70.