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LIBROS & ARTES

Página 4

to de la iglesia conservadora a la

iglesia reformista de los 60 y los 70

en el Perú. Es la época de profun-

das transformaciones económicas,

sociales, políticas y culturales y de

grandes movimientos sociales que

cambiaron, en gran medida, la his-

toria del Perú del siglo XX: el Esta-

do oligárquico se quebró, la eco-

nomía se modernizó, la sociedad se

reestructuró dando origen a nuevas

clases sociales, la educación de to-

dos los niveles se masificó, la esfera

pública y la sociedad civil se ensan-

charon y la ciudadanía irrumpió en

el mundo oligárquico cerrado, des-

pedazándolo. El clima cultural cam-

bió y alentó la emergencia de nue-

vos intelectuales en diversos cam-

pos de la ciencia, del arte y la lite-

ratura. Gutiérrez es uno de los ade-

lantados de esas nuevas generacio-

nes intelectuales. Su obra toda está

en permanente diálogo con esos

cambios y esas nuevas realidades.

El rasgo más saliente de su pen-

samiento es la gran autonomía in-

telectual que él revela no sólo en la

selección de los temas de reflexión

y en la forma crítica y creativa de

tratarlos sino también en la origi-

nalidad radical de sus apuestas. La

teología de la liberación es el resul-

tado del diálogo crítico de la teolo-

gía con los grandes cambios socia-

les del siglo XX y de la apuesta a

leer esos cambios desde el mundo

de los pobres. La autonomía inte-

lectual, propia de todo pensamien-

to reformador, ha sido mal enten-

dida por los sectores conservado-

res y privilegiados que han visto en

ella la punta emergente de una nue-

va herejía religiosa.

Gutiérrez ha producido en el

pensamiento católico peruano y la-

tinoamericano una revolución

copernicana: Gracias a su obra, los

cristianos del Perú y América Lati-

na han comenzado a mirar el mun-

do social y religioso desde abajo,

desde el mundo de los pobres. Este

vuelco social, intelectual y religio-

so es probablemente su más impor-

tante contribución al desarrollo de

la cultura, la religión y la política.

Apelando a una de las primeras

obras de Jurgen Habermas,

Histo-

ria y crítica de la opinión pública

burguesa

, se puede sostener que,

con el Concilio Vaticano II y con

los pensadores cristianos como

Gustavo Gutiérrez, la Iglesia ha

pasado de la publicidad represen-

tativa, propia del mundo feudal, a

la publicidad moderna, del status

jerárquico y de la fastuosidad reli-

giosa al diálogo y a la deliberación

crítica, combinando la fe con la ra-

zón. Los cambios en los ritos reli-

giosos revelan las profundas trans-

formaciones en la esfera pública. El

tránsito de la misa en latín celebra-

da por sacerdotes que dan la espal-

da a los fieles a la misa en el idioma

de cada país o región y con los sa-

cerdotes mirando a los creyentes es

toda una revolución. Gracias a ese

tránsito se ha construido un públi-

co moderno, basado no sólo en la

fe, sino también en el diálogo y en

la argumentación crítica y racional.

Hoy la Iglesia ya no tiene sólo fie-

les, sino también públicos moder-

nos deliberantes que combinan la

autoridad de la fe con la crítica de

la razón.

Los más destacados intelectua-

les del mundo medieval eran cléri-

gos. En el mundo moderno, ellos

fueron sustituidos por los pensado-

res laicos. En el Perú republicano

pocos clérigos han brillado en el fir-

mamento intelectual. En el siglo

XIX, Bartolomé Herrera es quizá el

clérigo intelectual más importante.

En el Perú del siglo XX, Gustavo

Gutiérrez es, sin duda, el intelec-

tual religioso más descollante. Hom-

bres de signo distinto y hasta con-

tradictorio. Ambos eran teólogos,

preocupados por los asuntos terre-

nales, por lo que los pensadores me-

dievales llamaban el

saeculum.

Sólo

en eso radica su semejanza, en todo

lo demás difieren. Herrera era con-

servador, Gutiérrez es un reforma-

dor; Herrera apostaba a las élites,

Gutiérrez apuesta a los hombres y

mujeres del pueblo; Herrera exclu-

yó al indio, Gutiérrez lo incluye en

su reflexión y en su acción; Herrera

quería una nación de criollos,

Gutiérrez, como su dilecto amigo

José María Arguedas, quiere un

Perú de todas las sangres.

Gustavo Gutiérrez no es sólo un

pensador original sino también un

difusor y un organizador de la cul-

tura actual. Su participación acti-

va en la creación de varias institu-

ciones culturales, su desempeño bri-

llante como profesor universitario

en la PUCP, su papel de asesor de

varias organizaciones católicas, el

impulso de varias publicaciones es-

trechamente vinculadas a la difu-

sión de su pensamiento, su labor de

párroco en la humilde parroquia

Cristo Redentor del populoso y

pauperizado distrito del Rímac

constituyen un fehaciente testimo-

nio de su activismo cultural.

En la introducción de la prime-

ra edición de

Teología de la libera-

ción

escribe que “no se trata de ela-

borar una ideología justificadora de

posturas ya tomadas, ni de una

afiebrada búsqueda de seguridad

ante los radicales cuestionamientos

que se plantean a la fe, ni de forjar

una teología de la que se ‘deduzca’

una acción política. Se trata de de-

jarnos juzgar por la Palabra del Se-

ñor, de pensar nuestra fe, de hacer

más pleno nuestro amor, y de dar

razón de nuestra esperanza desde el

interior de un compromiso que se

quiere hacer más radical, total y efi-

caz. Esto es lo que busca la llamada

teología de la liberación”

(p. 9). Para

Gustavo Gutiérrez la teología es,

ante todo, una reflexión crítica. Del

mismo modo que Gramsci afirma

que todos somos filósofos, Gutiérrez

sostiene que todos los creyentes son

de alguna manera teólogos. La in-

teligencia de la fe, según Gutiérrez,

está en todos los creyentes de la

palabra de Dios. Ella es “el suelo en

el que la reflexión teológica hunde

tenaz y permanentemente sus raí-

ces y extrae su vigor” (p.15).

La teología de la liberación no

es una mera sabiduría de las escri-

turas, tampoco es sólo un saber ra-

cional que articula la fe y la razón

(Tomás de Aquino). Estas son las

tareas clásicas y universales de la

teología. La especificidad de la teo-

logía de la liberación es, sin embar-

go, que ella recoge las manifesta-

ciones actuales de la razón: “La in-

teligencia de la fe comienza a ha-

cerse también, en nuestros días, si-

guiendo pistas inéditas: las ciencias

sociales, psicológicas, biológicas.

Un pensamiento teológico que no

presente este carácter racional y des-

interesado no sería verdaderamen-

te fiel a la inteligencia de la fe” (19).

La teología de la liberación es una

reflexión critica sobre la praxis his-

tórica de la comunidad cristiana (la

caridad, la espiritualidad, aspectos

antropológicos de la Revelación, la

JulioCotler.