LIBROS & ARTES
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les), entre ellos destacan
César Vallejo, Jorge Ba-
sadre, Estuardo Núñez,
Mariano Ibérico, Luis E.
Valcárcel, Emilio Rome-
ro, José María Eguren,
Gamaliel Cuarta, Magda
Portal, Dora Mayer y Luis
Alberto Sánchez. Por otro
lado, su afán de divulgar
críticamente los avances
teóricos y los procesos so-
ciales occidentales permi-
tió la irrupción en el me-
dio cultural peruano de las
ideas de Freud, Marx, Eins-
tein, las vanguardias, la
revolución rusa y la revo-
lución mexicana.
Amauta
representaba
un espíritu en expansión
que formalizaba los sueños
y la fe histórica de un mo-
vimiento y de una gene-
ración: la voluntad de
crear un Perú nuevo den-
tro de un mundo nuevo.
Ninguna de las grandes
revistas de nuestra tradi-
ción se inclinó tan decidi-
damente por el debate y
la polémica constructiva
sin caer en la ortodoxia o
el planteamiento fijo. Por
ello, el legado de
Amauta
es la capacidad de crear un
laboratorio intelectual que
articule múltiples voces,
novedosas interpretacio-
nes y una voluntad prag-
mática de transformación
social y una capacidad de
reflejar y constituir nues-
tra modernidad autorrefle-
xiva y conflictivamente.
EL PROCESO DE LA LI-
TERATURA PERUANA
“El proceso de la lite-
ratura” es considerado por
varios especialistas como
el texto fundador del ca-
non crítico nacional y
muchas de sus ideas y
planteamientos siguen re-
pitiéndose sin someterlos
a un análisis serio. En este
apartado quiero comentar
cuatro zonas conflictivas
de dicho texto
1
.
A. Una flagrante defi-
ciencia que presenta este
ensayo es la identificación
entre escritura y literatu-
ra. El texto considera a la
literatura oral no como
una manifestación auto-
télica sino como un perio-
do previo e inferior de la
literatura escrita. Los poe-
mas orales, las leyendas y
las representaciones dra-
máticas prehispánicas son
considerados formas em-
brionarias de literatura
porque predomina una
concepción positivista
que considera la cultura
oral como un anteceden-
te de la cultura escrita y
no se admite la posibili-
dad de la coexistencia e
hibridación, que es justa-
mente la característica
central de las literaturas
andinas. Esta concepción
era ya anacrónica para su
época; varios años antes,
Adolfo Vienrich había re-
copilado textos orales an-
dinos en
Azucenas que-
chuas
(1905) y demostra-
do la vitalidad de esa lite-
ratura.
Más adelante, encon-
tramos una identificación
entre lengua y literatura.
Esta asociación de cuño
romántico es clave en la
intencionalidad pragmáti-
ca del texto que pretende
contribuir a la creación de
una literatura nacional.
“La lengua castellana (...)
es el lenguaje literario y el
instrumento intelectual de
esta nacionalidad cuyo
trabajo de definición aún
no ha concluido” (235).
Esta filiación se contradi-
ce abiertamente con sus
llamados a una literatura
que se alimente de la veta
autóctona. El corolario de
la argumentación del
Amauta nos conduciría a
una literatura indígena,
autóctona y nacionalista,
escrita en español.
B. Mariátegui conside-
ra que el costumbrismo de
Pardo es una manifesta-
ción del ciclo colonial de
nuestra literatura, un co-
lonialismo supérstite que
se alimenta de los residuos
espirituales y materiales de
la Colonia (240).
La figura literaria de
Pardo está asociada a la
crisis de la ciudad letrada
en la Lima del XIX y sus
textos literarios deben ser
estudiados como metáfo-
ras de la nación imagina-
da y deseada por la elite
culta y educada de la épo-
ca. Pardo se ajusta en lí-
neas generales a la catego-
ría de letrado descrita por
Rama y eso explicaría el
empleo del lenguaje a tra-
vés de la palabra escrita
con funciones redentoras
derivadas de la autoper-
cepción de pertenecer a
una clase ilustrada y edu-
cada para dirigir la
res pú-
blica
. Pardo es el último
letrado, pero el primer es-
critor nacional republica-
no.
Los textos literarios de
Pardo (
Frutos de la educa-
ción
, “El Paseo de Aman-
caes” y “Constitución Po-
lítica” entre otros) consti-
tuyen la compleja forma-
lización de las primeras
metáforas republicanas de
la nación y la sociedad
peruana; en ellos tenemos
una adecuada representa-
ción simbólica de los años
turbulentos de la primera
mitad del siglo XIX.
C. El capítulo IX de
este ensayo está dedicado
a Riva-Agüero y la Gene-
ración del 900. Mariátegui
sostiene que ellos son “un
momento de restauración
del pensamiento colonia-
lista y civilista en el pen-
samiento y la literatura del
Perú” (275). Considera
que el líder de la genera-
ción es Riva-Agüero y que
consiguieron retomar el
control del campo litera-
rio porque el grupo radi-
cal de González Prada ha-
bía perdido su cohesión y
fuerza. Esta generación
está caracterizada por un
positivismo conservador y
una vocación académica
universitaria que se legiti-
ma en el pasado.
Consideramos que la
Generación del 900 fue
nuestro primer grupo de
intelectuales modernos,
pero ellos cumplieron ta-
reas tradicionales que de-
bieron corresponder a los
positivistas letrados deci-
monónicos: la creación de
un pasado cultural e his-
tórico y el establecimien-
to de las bases de nuestra
historia literaria; es decir,
las primeras reflexiones
orgánicas sobre la identi-
dad y la búsqueda de un
estado nacional. No reco-
nocer la importancia de la
Generación del 900 fue un
grave error cuya repercu-
sión principal ha sido ali-
mentar el ocio intelectual
de muchos estudiosos de
la literatura, quienes am-
parándose en los anatemas
de Mariátegui eluden la
lectura de aquellos textos
fundacionales.
D.
Mariátegui quiere
deslegitimar la figura del
mestizo histórico como
síntesis cultural del país.
Para ello descalifica los
aportes de dos comunida-
des étnicas subordinadas.
En la costa, el mestizo está
contaminado por la in-
fluencia de dos culturas
inferiores. En una clara lec-