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LIBROS & ARTES

Página 31

les), entre ellos destacan

César Vallejo, Jorge Ba-

sadre, Estuardo Núñez,

Mariano Ibérico, Luis E.

Valcárcel, Emilio Rome-

ro, José María Eguren,

Gamaliel Cuarta, Magda

Portal, Dora Mayer y Luis

Alberto Sánchez. Por otro

lado, su afán de divulgar

críticamente los avances

teóricos y los procesos so-

ciales occidentales permi-

tió la irrupción en el me-

dio cultural peruano de las

ideas de Freud, Marx, Eins-

tein, las vanguardias, la

revolución rusa y la revo-

lución mexicana.

Amauta

representaba

un espíritu en expansión

que formalizaba los sueños

y la fe histórica de un mo-

vimiento y de una gene-

ración: la voluntad de

crear un Perú nuevo den-

tro de un mundo nuevo.

Ninguna de las grandes

revistas de nuestra tradi-

ción se inclinó tan decidi-

damente por el debate y

la polémica constructiva

sin caer en la ortodoxia o

el planteamiento fijo. Por

ello, el legado de

Amauta

es la capacidad de crear un

laboratorio intelectual que

articule múltiples voces,

novedosas interpretacio-

nes y una voluntad prag-

mática de transformación

social y una capacidad de

reflejar y constituir nues-

tra modernidad autorrefle-

xiva y conflictivamente.

EL PROCESO DE LA LI-

TERATURA PERUANA

“El proceso de la lite-

ratura” es considerado por

varios especialistas como

el texto fundador del ca-

non crítico nacional y

muchas de sus ideas y

planteamientos siguen re-

pitiéndose sin someterlos

a un análisis serio. En este

apartado quiero comentar

cuatro zonas conflictivas

de dicho texto

1

.

A. Una flagrante defi-

ciencia que presenta este

ensayo es la identificación

entre escritura y literatu-

ra. El texto considera a la

literatura oral no como

una manifestación auto-

télica sino como un perio-

do previo e inferior de la

literatura escrita. Los poe-

mas orales, las leyendas y

las representaciones dra-

máticas prehispánicas son

considerados formas em-

brionarias de literatura

porque predomina una

concepción positivista

que considera la cultura

oral como un anteceden-

te de la cultura escrita y

no se admite la posibili-

dad de la coexistencia e

hibridación, que es justa-

mente la característica

central de las literaturas

andinas. Esta concepción

era ya anacrónica para su

época; varios años antes,

Adolfo Vienrich había re-

copilado textos orales an-

dinos en

Azucenas que-

chuas

(1905) y demostra-

do la vitalidad de esa lite-

ratura.

Más adelante, encon-

tramos una identificación

entre lengua y literatura.

Esta asociación de cuño

romántico es clave en la

intencionalidad pragmáti-

ca del texto que pretende

contribuir a la creación de

una literatura nacional.

“La lengua castellana (...)

es el lenguaje literario y el

instrumento intelectual de

esta nacionalidad cuyo

trabajo de definición aún

no ha concluido” (235).

Esta filiación se contradi-

ce abiertamente con sus

llamados a una literatura

que se alimente de la veta

autóctona. El corolario de

la argumentación del

Amauta nos conduciría a

una literatura indígena,

autóctona y nacionalista,

escrita en español.

B. Mariátegui conside-

ra que el costumbrismo de

Pardo es una manifesta-

ción del ciclo colonial de

nuestra literatura, un co-

lonialismo supérstite que

se alimenta de los residuos

espirituales y materiales de

la Colonia (240).

La figura literaria de

Pardo está asociada a la

crisis de la ciudad letrada

en la Lima del XIX y sus

textos literarios deben ser

estudiados como metáfo-

ras de la nación imagina-

da y deseada por la elite

culta y educada de la épo-

ca. Pardo se ajusta en lí-

neas generales a la catego-

ría de letrado descrita por

Rama y eso explicaría el

empleo del lenguaje a tra-

vés de la palabra escrita

con funciones redentoras

derivadas de la autoper-

cepción de pertenecer a

una clase ilustrada y edu-

cada para dirigir la

res pú-

blica

. Pardo es el último

letrado, pero el primer es-

critor nacional republica-

no.

Los textos literarios de

Pardo (

Frutos de la educa-

ción

, “El Paseo de Aman-

caes” y “Constitución Po-

lítica” entre otros) consti-

tuyen la compleja forma-

lización de las primeras

metáforas republicanas de

la nación y la sociedad

peruana; en ellos tenemos

una adecuada representa-

ción simbólica de los años

turbulentos de la primera

mitad del siglo XIX.

C. El capítulo IX de

este ensayo está dedicado

a Riva-Agüero y la Gene-

ración del 900. Mariátegui

sostiene que ellos son “un

momento de restauración

del pensamiento colonia-

lista y civilista en el pen-

samiento y la literatura del

Perú” (275). Considera

que el líder de la genera-

ción es Riva-Agüero y que

consiguieron retomar el

control del campo litera-

rio porque el grupo radi-

cal de González Prada ha-

bía perdido su cohesión y

fuerza. Esta generación

está caracterizada por un

positivismo conservador y

una vocación académica

universitaria que se legiti-

ma en el pasado.

Consideramos que la

Generación del 900 fue

nuestro primer grupo de

intelectuales modernos,

pero ellos cumplieron ta-

reas tradicionales que de-

bieron corresponder a los

positivistas letrados deci-

monónicos: la creación de

un pasado cultural e his-

tórico y el establecimien-

to de las bases de nuestra

historia literaria; es decir,

las primeras reflexiones

orgánicas sobre la identi-

dad y la búsqueda de un

estado nacional. No reco-

nocer la importancia de la

Generación del 900 fue un

grave error cuya repercu-

sión principal ha sido ali-

mentar el ocio intelectual

de muchos estudiosos de

la literatura, quienes am-

parándose en los anatemas

de Mariátegui eluden la

lectura de aquellos textos

fundacionales.

D.

Mariátegui quiere

deslegitimar la figura del

mestizo histórico como

síntesis cultural del país.

Para ello descalifica los

aportes de dos comunida-

des étnicas subordinadas.

En la costa, el mestizo está

contaminado por la in-

fluencia de dos culturas

inferiores. En una clara lec-