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LIBROS & ARTES

Página 6

ste tipo de vínculo, y

las prácticas que lo ac-

tualizan, está anclado sobre

una poderosa ficción ideo-

lógica, precisamente sobre

la imagen de que en el Perú

“todos estamos en el fango”,

que todos ya tenemos o, en

todo caso, podemos tener,

“rabo de paja”. Entonces,

dado este convencimiento, la

actitud verdaderamente lúci-

da sería el cinismo, el acep-

tar que debajo de nuestra piel

civilizada está lo realmente

decisivo: nuestro rechazo o

prescindencia de la ley. Si

aceptamos esta imagen

como cierta solo nos queda

pensar que cualquier enjuicia-

miento tiene como trasfon-

do un moralismo hipócrita.

En efecto, no sería honesto

culpar a otro por hacer lo

que nosotros mismos haría-

mos si estuviéramos en su

posición. Por tanto, nadie de-

bería meterse con nadie. No

nos tomamos las cuentas

pues, como se dice “entre gi-

tanos no se leen las suertes”.

Si no reprochamos nadie

nos reprochará. La conse-

cuencia de este pacto social

clandestino es que se inhibe

la protesta contra el abuso.

“Hoy por mi y mañana por

ti”. Todos nos disculpamos

mutuamente, apañamos nues-

tras culpas, nos solidarizamos

en la falta. La transgresión se

nos aparece como algo inevi-

table y hasta gracioso

1

.

La complicidad es, a la

vez, un tipo de vínculo so-

cial y, también, una propues-

ta “ideológica”, una forma

de leer nuestra realidad, de

darla por sentada, que tiene

efectos decisivos en térmi-

nos de legitimar la domina-

ción social, presentándola

como inevitable, como co-

rrespondiente a característi-

cas esenciales, prácticamente

inmodificables, de nuestra

colectividad.

El tomar conciencia de

esta ficción ideológica, de su

capacidad estructurante para

fundamentar la complicidad,

es un hecho muy reciente en

nuestra historia. Ahora bien,

esta revelación resulta un fe-

nómeno esperanzador pues

nos urge a examinar los su-

puestos no pensados de

nuestra vida colectiva, a

conceptualizar lo que nos

ocurre, hecho que facilita re-

forzar otros vínculos, reali-

zar otros proyectos que, a

diferencia de la “sociedad de

cómplices”, sean mucho

más conducentes a un orden

social justo y solidario. Es de-

cir, por ejemplo, a una “so-

ciedad de ciudadanos”.

El uso generalizado del

término corrupción pone en

evidencia una creciente dis-

tancia crítica frente al mode-

lo de la “sociedad de cóm-

plices”. En efecto, la proli-

feración del empleo de esta

expresión implica visibilizar

una serie de prácticas con-

suetudinarias que hasta hace

poco estaban “naturaliza-

das”

2

. Costumbres que no

despertaban la atención que

ciertamente merecen en tan-

to obstáculos a la consolida-

ción de un orden civilizado

en el Perú. En efecto, hubo

que esperar el crecimiento

exponencial de la corrup-

ción, evidenciado en los

“vladivideos”, para que la

sociedad peruana tomara

conciencia de que los proce-

dimientos delictivos están

profundamente entretejidos

en nuestra vida cotidiana. En

realidad, con el término ‘co-

rrupción’ ocurre algo simi-

lar a lo que aconteció con el

término ‘racismo’. Durante

mucho tiempo el Perú se

definió como una sociedad

donde los prejuicios raciales

no tenían ninguna vigencia.

Eso del racismo era algo que

ocurría en Sudáfrica o en

Estados Unidos, pero no en

el Perú, donde “quien no tie-

ne de inga tiene de mandin-

ga”. Con esta afirmación,

desde luego, se invisibilizaba

la realidad cotidiana de la dis-

criminación, la negación de

la ciudadanía a amplios sec-

tores de la población perua-

na. Como después ocurrió

con el tema de la corrupción,

E

UNA SOCIEDAD DE

CÓMPLICES

Gonzalo Portocarrero

En este ensayo me propongo identificar un tipo de socialidad

o vínculo intersubjetivo que está en la base misma del funcionamiento del

orden social peruano. Se trata de la relación de complicidad, de una

suerte de predisposición colectiva, o licencia social, para transgredir

la normatividad pública.

1

Permítaseme, para ilustrar el punto,

mencionar el reciente spot publicitario a

propósito del 35 aniversario de Radio

Mar. El spot se desarrolla en dos regis-

tros. El trasfondo es la reproducción de

hechos traumáticos en la historia reciente

del país: golpes militares, inflación des-

bocada, desabastecimiento y violencia,

la estafa de los ahorristas. En fin, la

vida de todos los días. Nada funciona

como debiera. Pero sobre este trasfondo

está la imagen gozosa de la gente bai-

lando salsa, la música que identifica a

la radio en cuestión. La propuesta es,

pues, evidente: estamos jodidos pero con-

tentos. Todo lo malo que pasa no es,

después de todo, tan importante pues

igual está preservada nuestra alegría de

vivir. El desorden queda entonces “na-

turalizado” como algo que podemos olvi-

dar gracias a la música y el baile que

nos ofrece Radio Mar.

2

Cuando al general Nicolás de Bari

Hermosa se les descubrió cuentas en el

exterior por un valor de 20 millones de

dólares, el general se defendió, no ne-

gando los hechos sino diciendo que esas

cuentas correspondían a las comisiones

que desde siempre correspondían a los

comandantes generales del Ejército.

Consecuencias de un pacto social clandestino