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LIBROS & ARTES

Página 4

aciertos y mil torpezas tácti-

cas de Brown, Santa Cruz,

Gamarra, Necochea, Lara,

Miller, Sucre, asume rol de

estratega sagaz y consejero

oportuno que salva los tran-

ces más difíciles en el campo

de batalla, a tal punto que su

propia y gallarda figura opa-

ca a la del mismísimo Bolívar

(

Recuerdos

... , Tarija, 1895). Por

su lado, la obra de William

Bennet Stevenson recoge, a

modo de cuadros vivos, es-

tampas de época, ágiles impre-

siones y coloridos apuntes

sobre sucesos del tiempo,

como el saqueo popular de la

cárcel de la Inquisición limeña

en 1812, anécdotas, etopeyas

de personalidades e inciden-

cias de la lucha por la eman-

cipación, en que actuó como

secretario de Thomas Co-

chrane, conde de Dundonald

y almirante de la escuadra

libertadora (

Historical ...

Narrative of twenty years residence

in South America

, Londres,

1825, 3 vol.). También lord

Cochrane en su vejez, al de-

jar el Perú y después de ser-

vir en la independencia del

Brasil y en Grecia contra el

dominio turco, redactó me-

morias (

The autobiography of a

seaman

, Londres, 1860, 2 vol.).

Inspiradas en un amargo y

senil despecho, son irritantes

y cáusticas y en ellas dema-

siadas figuras públicas, muy en

particular su archienemigo

San Martín, resultan agravia-

das por ironías un tanto bur-

das, calumnias de bajo tono y

acusaciones malévolas, de las

que mueven a risa y de las

otras, que con malicioso pla-

cer acoge y difunde el dura-

dero rencor del combativo

octogenario.

MEMORIALISTAS

PERUANOS

Hasta aquí todos, según se ve,

son extranjeros. Bien resumía

el caso mi maestro Raúl Po-

rras: “sólo puede hablarse,

prácticamente, de dos libros

de memorias sobre la Inde-

pendencia escritos por perua-

nos. Son los de Riva Agüero

y Mariátegui”. Tal escasez se

debería a “la ausencia de ha-

zañas brillantes o de tareas

trascendentales que puedan

exhibirse sin el temor de la

polémica apasionada, de la

responsabilidad póstuma o el

turbio rencor político”. Es po-

sible. Con todo y eso, cabe

otra explicación adicional.

La guerra en el Perú fue

conducida por los generales

que llegaron del S con San

Martín y del N con Bolívar.

En buena medida el gasto ma-

yor lo hicieron las tropas na-

cionales, reclutadas por igual

para el ejército realista y para

cubrir las bajas de las fuerzas

patriotas: “tropa colecticia y

en tres cuartas partes com-

puesta de peruanos”, decía

Palma. Sin embargo los jefes

peruanos nunca tuvieron man-

do pleno y se les arrinconó en

jerarquías de segundo nivel

–y eso no da tela para cortar

Memorias. No más pasado el

turbión, en la vorágine del

caudillismo la Presidencia de

la naciente república fue la

piñata de cualquier militar in-

fatuado, las luchas intestinas

tuvieron a veces compás de

molinete y giros de tiovivo, el

poder varió de manos a ca-

pricho y casi al tuntún. Mu-

chos de aquellos generales,

figurones y mandamases de

corto plazo que tras derrocar

a un rival eran depuestos por

otro, tal vez supusieron que

gozar por un rato del botín

presidencial era sólida prue-

ba de “hazañas brillantes o de

tareas trascendentales”, a juz-

gar por el alto número de

Exposiciones

,

Manifiestos

,

Justifi-

caciones

y

Memorias

que redac-

taron al verse sacados de la

arena y constreñidos a bajar

de las alturas. Larga lista ha-

cen aquellas apologías

pro

domo

, apasionadas, pugnaces,

por lo común de gentes de

tercera edad que en su día dis-

frutaron de enorme poder.

Sólo cabe citar de corrido las

divulgadas

Memorias

de Luis

José de Orbegoso, Francisco

Vidal, Rufino Echenique, el

dean Juan Gualberto Valdivia,

Juan Antonio Pezet, Santiago

Távara y, aunque de muy des-

igual valor, las aún inéditas de

Antonio Gutiérrez de la Fuen-

te, Basilio Cortegana o Ma-

nuel de Mendiburu. Y hasta

las del valetudinario Luis la

Puerta, “el general de las

cajetas” (de rapé), autor de

memorias campechanas e in-

fecundas.

LAS MEMORIAS DE

PRUVONENA

Frente a los memo-rialistas

foráneos, el binomio Riva

Agüero-Mariátegui hace un

naipe muy exiguo. Y, peor, las

Anotaciones

de Francisco Javier

Mariátegui (Lima, 1869) son

apostillas y enmiendas con

que el septuagenario tribuno

corregía la plana a la

Historia

del Perú independiente

de

Mariano Felipe Paz Soldán.

Como fuere, de suyo las me-

morias de Pruvonena (anagra-

ma de Vn Peruano, el seudó-

nimo del 1

er

Presidente,

Mariano José de la Riva Agüe-

El libro de Vecellio sobre los vestidos del mundo es un raro texto bilingüe (latín,

italiano) publicado en Venecia por el refinado impresor Bernardo Cessa, cuyo em-

blema personal (gato que devora un ratón) solía ser en el Quinientos una promesa

de exotismo. La parte americana de la obra es parcialmente dibujada y manuscrita.

El libro de Vecellio empieza por una portada que revela el prejuicio europeo hacia

otros mundos: en la parte superior aparecen Europa y Asia representados por dos

mujeres lujosamente vestidas mientras que, abajo, América y el Africa son doncellas

desnudas. Con sus más de trescientas ilustraciones, este libro fue posiblemente el

inventario más exhaustivo del que dispusieron los europeos para tener la ilusión

de conocer el mundo entero. Al igual que los libros de Cosmografía, éste sobre los

vestidos revela en tono menor la vocación universalista y expansiva de la coyuntura

europea comprometida entonces a fondo con aventuras coloniales en casi todo el

mundo. Nada comparable parece haber existido en los grandes y viejos países del

Asia: India, China, Persia, donde no sabemos que hubiese obras parecidas. Eran

grandes civilizaciones muy antiguas, satisfechas de sí mismas, enclaustradas... Na-

die falta en el libro de Vecellio: habitantes de Molucas, Dalmacia, China, Japón,

Galicia, Bohemia, tártaros, navarros, transilvanos, moros de Barbaria, algún lujoso

sultán del Cairo, los indoafricanos y moros negros de Zanzibar y también, textual-

mente, una “africana de mediocre condición” y hasta, por qué no, una meretriz

europea. El repertorio queda completado con personajes semifantásticos como el

Preste Juan y su paje. A partir de la pág. 417 hasta el final aparece América con sus

habitantes divididos entre los desnudos y los vestidos. A esta última categoría

pertenecen México, el Perú y parcialmente La Florida con su rey adornado y la reina

desnuda. ¿Cuáles fueron las fuentes de información para Vecellio? ¿Todo fue

imaginado? En el caso del Perú hay figuras verosímiles como el noble del Cusco

con dos plumas en la frente (¿de Corequenque?) y un fleco a modo de borla.

También dos soldados de guerra con cascos muy realistas y algunas doncellas

nobles con el cabello suelto estilado por esa clase social, según Garcilaso. Todo

nos insinúa la producción muy temprana de un imaginario americanista del cual

no fue obviamente excluido el Perú.

EL LIBRO DE VECELLIO :

VESTIDOS DEL MUNDO

Pablo Macera