LIBROS & ARTES
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CLEMENTE PALMA
“(...) Júntese a esto el que Cle-
mente Palma es el hombre
más feo que ha parido madre
y se tendrá idea de lo mucho
que tiene que haber sufrido
el pobrecito. Zambo, casi ne-
gro, paradas las orejas como
las de un murciélago, los bel-
fos gruesos, carnosos y vol-
teados, la cara enjuta, los ojos,
unos ojos de ranacuajo y los
bigotes crespos llevados a la
Káiser. Tal es Clemente Pal-
ma. No hay mujer que se atre-
va a quererle. Esto es lo que
ha querido y quiere, todavía,
vengar”.
JOSÉ GABRIEL COSSÍO
“Cuando muera, sus deudos
pondrán en su lápida la si-
guiente inscripción, que dice
cuanto de él puede decirse:
Aquí yace José Gabriel
Cossío. ¡Fue un cojudo!”
JOSÉ PARDO
“Su primer acto fue hacerse
nombrar presidente del país,
sirviéndose para ello del co-
hecho, la mentira y el frau-
de, que son, digámoslo de
una vez, las armas de com-
bate del partido al que perte-
nece: el Partido Civil, sangui-
juela nefasta y oprobiosa que
chupa los dineros fiscales,
como vampiresa histérica y
corrompida”.
NICOLÁS DE PIÉROLA
“Hombres ha habido tan fa-
náticamente patriotas que
para dormir se cubrían con
la bandera de su país. Al re-
vés de ellos, Piérola hizo que
la Constitución del Perú le sir-
viera de lecho. No se vaya a
creer que dormía sobre ella,
no; hendía las entrañas de su
amante. Tenía la voluptuosi-
dad de los sacrílegos. Hay que
maldecirle”.
RICARDO PALMA
“Talento fue lo que nunca
pudo poner en su obra. Por
eso no le podemos dar sino
este título: historiador anecdó-
tico del Perú. Si hemos de
hacer catálogo literario, le re-
servaremos el último fichero.
Estará junto a los histriones.
Lo único a que pudo aspirar
fue a hacer reír. Ha podido
morir satisfecho, pues que lo
consiguió. Ahora, como las
gallinas atacadas de gripe, ha
metido entre las alas, que solo
supieron volar a ras de tierra,
eso que él creía cabeza. Ale-
grémonos. Es un abuelo me-
nos, y los abuelos nos tienen
hasta la coronilla...”
SÁNCHEZ CERRO
“Es la personificación de la
inmundicia. Por él gloglotean
las cloacas con más deleite y
le exhiben los excretos que
arrastran, como si le presen-
tasen armas militarmente. Es
el abanderado de los barriales
de la basura, el presidente de
los desperdicios. Su nombre
no se graba con tinta sino con
repugnancia, y es lo que resta
sobre el papel higiénico en la
reserva de las letrinas, pues
no hay trasero que no sepa
escribirlo. Sánchez Cerro o el
excremento. Se lo lleva siem-
pre la bondadosa cadena de
los W.C.”.
ÓSCAR R. BENAVIDES
“Óscar R. Benavides com-
pendia y concreta en sí todas
las características de un
dictadorcillo de ópera bufa.
Desgraciado ha sido el Perú
ANTOLOGÍA
DEL AGRAVIO
Alberto Hidalgo
Alberto Hidalgo bien podría ser el ‘abuelo dinamitero
’
de nuestra
tradición literaria. A través del libelo ejerció una violencia verbal que lo
convirtió, pese a quien le pese, en un maestro del denuesto. Para demostrarlo,
hemos entresacado algunas citas de la reciente edición de
De muertos,
heridos y contusos
, a cargo de Sur (Lima, 2004).
para producir tiranos. Nun-
ca los hemos tenido».
UNA CARTA A BORGES
Querido Borges:
Voy a refrescarle la memo-
ria.
Hace unos meses, varios,
muchos, una noche, pasadas
las 24, frente a la Confitería
del Molino, Ud. tuvo un bre-
ve apuro. Quería acompañar
a una amiga hasta su casa,
en Villa No Sé Cuántos. El
automóvil costaría, según sus
cálculos, 3 o 4 pesos. Como
Ud. no tenía ninguno, yo le
presté diez. De modo que
Ud. pudo irse con la chica,
solos los dos, y juntos, den-
tro del auto y bajo la noche.
Y de seguro que no pasó
nada. ¡Nunca pasa nada en-
tre Ud. y una mujer!
Corrió el tiempo. Cierta vez,
en el Royal Séller, extrajo Ud.
su cartera y de ella un billete,
nuevecito, de diez pesos, con
desánimo de dármelos. Eran
para abonar la consumación.
Pero me dijo:
—No tengo sino esto. El miér-
coles cobraré un artículo en «La
Prensa».
—¡Hombre! –le respondí,
¡cuando usted pueda! ¡No fal-
taba más!
No volví a verlo. Desapareció
de la tertulia y olvidó la cuen-
tecilla, no obstante haber co-
brado, de seguro, varios artícu-
los en «La Prensa».
Ahora bien: desde hace algún
tiempo, todo lo que usted es-
cribe me parece malo, muy
malo, cada vez peor. ¡Ud. con
tanto talento, escribiendo pue-
rilidades! ¡No puede ser! Temo
que mi juicio adolezca de par-
cialidad, a causa de los diez
pesos que me debe. Págueme-
los, querido Borges. Quiero
recobrar mi independencia.
¡Concédame el honor de vol-
ver a admirarlo!
Por otra parte, el dinero es su-
cio. Ud. y yo estamos por en-
cima de él. Haga, pues, una
cosa decente: vaya a una li-
brería, compre unos libros
por valor de diez pesos. Y me
los manda por correo certifi-
cado. Los libros que, a su jui-
cio, yo deba leer y los cuales
–imagino– no serán los suyos.
Nada más. Eso será suficien-
te para que pierda mi carác-
ter, horrible, de acreedor.
Presente mis respetos a su fa-
milia. A Ud. yo lo recuerdo
constantemente. ¡Y no por la
deuda!
Un estrujón de manos. A.H.
ÁTOMOS
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He oído decir que el
androginismo es vicio de los
seres superiores. No es cier-
to. Hay burros maricones. El
doctor José Pardo, presiden-
te del Perú, puede servir de
ejemplo...
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Yo también soy académico de
la lengua; pero de la verdade-
ra. La manejo a las mil mara-
villas. Quien lo dude, que se
lo pregunte a las mujeres que
he querido...
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No existe la vocación profe-
sional. Los individuos se de-
dican no a lo que quisieran
sino a lo que su raza les im-
pone, sin que ellos mismos se
den cuenta de la imposición.
Los ingleses son comercian-
tes; los españoles, poetas; los
italianos, pulperos; los alema-
nes, militares, y así por el esti-
lo. Si yo, por ejemplo, en vez
de español fuera japonés, a
esta hora no estaría escribien-
do sino manejando una nava-
ja de barba o unas tijeras en
el fondo de cualquier pelu-
quería.
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El editor o librero son para el
autor lo que los agiotistas para
los horteras. Los autores de-
beríamos formar un complot
con el objeto de saquear a los
libreros. Les robaríamos –siem-
pre que se dejasen, por su-
puesto–, sin temor de perder
el alma, puesto que “quien
roba a un ladrón tiene perdón
de Dios”.