LIBROS & ARTES
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ste artículo nos acerca
al mundo aparente-
mente marginal de los faites
para, desde allí, ensayar una
mirada sobre algunos aspec-
tos de la sensibilidad y la
cultura de Lima de esa épo-
ca. A fines de 1932, el en-
tonces joven escritor y mili-
tante aprista Ciro Alegría fue
detenido durante la ola re-
presiva que siguió a la rebe-
lión de Trujillo, sentenciado
a diez años de prisión, y re-
cluido en la penitenciaría de
Lima, conocida popular-
mente como “el panóptico”.
En la prisión, no tardó en
enterarse de la presencia de
varios delincuentes notables.
Uno de ellos era Emilio
Willman, “Carita”, el prota-
gonista de un legendario due-
lo a cuchillo sostenido con
otro renombrado delincuen-
te, Cipriano Moreno, “Tiri-
filo”, la noche del 2 de
mayo de 1915, y que culmi-
nó con la muerte de este úl-
timo. Alegría quedó fascina-
do con la historia que
Willman le contó una vez que
se conocieron mientras ha-
cían cola en la enfermería de
la prisión. Ambos conversa-
ron varias veces más y Ale-
gría registró abundantes no-
tas con la idea de escribir una
novela sobre este episodio.
Perdidas para siempre esas
notas luego de que fueran
requisadas por las autorida-
des de la prisión, Alegría ten-
dría que apelar a su memo-
ria, años después, para narrar
los pormenores de una his-
toria que él sabía no podría
quedar en el olvido. Así na-
ció “Duelo de caballeros,” un
cuento que Alegría escribió en
1953 y publicó por primera
vez en Cuba en 1961.
La famosa pelea entre
Carita y Tirifilo fue en reali-
dad un duelo de faites. Esta
expresión –cuyo uso conti-
núa hasta el día de hoy– de-
signaba, a comienzos del si-
glo XX, a individuos que lle-
vaban una vida al margen de
la ley, mostraban una parti-
cular destreza para la pelea,
especialmente con arma
blanca, se reclamaban valien-
tes y “guapos”, y adherían a
ciertos códigos de conducta
–respeto a la palabra empe-
ñada, defensa del honor,
cierta caballerosidad en sus
actos– que los hacían respe-
tables no sólo en el mundo
criminal sino también a los
ojos de ciertos sectores de la
población “decente” y las
autoridades judiciales y
policiales. Los faites vivían y
reinaban en el submundo de
la prostitución, el alcohol, y
el juego, y con frecuencia tra-
bajaban para la policía como
soplones y torturadores. Para
José Galvez, el faite era un
personaje “degenerado y
vulgar” que tenía costum-
bres “inferiores y denigra-
das”, una perversión del “pa-
lomilla”, esa especie de mozo
de famila de clase media o
incluso aristocrática que se
entretenía con pequeñas vio-
laciones a las buenas costum-
bres, tales como peleas ca-
llejeras o piropos subidos de
tono, pero que se conducía
con “donaire” y “gracia”.
Los faites, en cambio, “vivían
malamente, alternando los
corredores sombríos de la
intendencia con los can-
chones siniestros de la cár-
cel”. Un faite, escribió
Abelardo Gamarra, “es el
guapetón que se la da de no
tenerle miedo ni al diablo; o
el guapo que en verdad no
le tiene; el faite es como un
jefe o caudillo sobreentendi-
do: el que se impone a pul-
so”. El novelista José Diez
Canseco nos ofreció, en sus
Estampas mulatas
, una especie
de geografía social de los
faites: “Andrades, Rubios,
Espinoza, toda la turba za-
fia de truhanes, matones y
jaranistas. Señores de la
chaveta y los cabezazos. Pí-
caros y rufianes de las camo-
rras cotidianas. Puntos de la
guitarra y fletes para las mu-
jeres. Timbas escondidas en
los solares ruinosos y
mugrientos. Burdeles del
Chivato. Fondas de Tinto-
reros. Idilios de los descal-
zos. Tajamar, palenque de los
líos. ¡Guapos de Abajo’el
Puente!”
Aunque los faites mere-
cían comentarios general-
mente adversos por parte de
periodistas y escritores, es im-
posible no detectar en estos
textos un cierto grado de ad-
E
DUELO DE CABALLEROS
Carlos Aguirre
Varias veces se han narrado los hechos que rodearon el famoso
duelo entre Carita y Tirifilo, los faites más célebres del hampa limeña de
comienzos del siglo XX. ¿Por qué habríamos de ocuparnos nuevamente de un
episodio como este, usualmente relegado a la crónica roja de los diarios
sensacionalistas? La fascinación que estos personajes han ejercido sobre
periodistas, literatos, poetas populares y el público en general sugiere que
se trata de un suceso paradigmático, cuyo análisis podría echar luces
sobre los usos, valores, y obsesiones de una sociedad.
“Muchos habitantes de Malambo vivían al margen de la ley y,
para algunos de ellos, los que aspiraban a la condición de faite, esa
reputación de Malambo podía representar una ventaja. Ser identifi-
cado por otros como un faite de Malambo contribuía a proyectar una
aureola de valor y temibilidad que los ayudaba a encumbrarse dentro
de las jerarquías existentes en el submundo criminal.”
Lima a comienzos del siglo XX