

LIBROS & ARTES
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l tiempo era gris enton-
ces, era Odría, entolda-
do de uniformes, viscoso del
cinismo y de la mediocridad
de la fauna que dominaba el
país. Para nosotros, en la ca-
verna, el mundo era una
cuestión abierta, como una
herida, todo el tiempo. Sor-
bíamos el vino alucinado de
las palabras hasta la embria-
guez, pero nadie entre noso-
tros inventaba, cada palabra
era producida en un día exas-
perado de estudios, de lec-
turas, de ganar el pan. De vez
en cuando, nuestra locura se
desencadenaba jugando
Monopolio y los choferes y
pasajeros de los ómnibus, al
fin de la madrugada, nos oían
desconcertados hablar exal-
tados de los negocios millo-
narios que acabábamos de
perder. Así puedo recordar
por qué me hice miembro
de esa tribu y por qué la casa
de la Avenida Iquitos se con-
virtió en nuestra caverna par-
ticular. Wáshington nos aco-
gía con sus ojos habitados
por un animalito inquieto que
jugaba todo el tiempo junto
a una tranquila inteligencia.
Ese animalito zumbón no
descansaba nunca, de hecho
era a veces lo más presente
en la reconocida perspicacia
de Wáshington Delgado, a
veces filosamente, pero aso-
ciado siempre a la generosi-
dad, a la lealtad, a la bondad.
Por eso era tan agradable la
amistad con él, porque el hu-
mor, la ironía, la perspicui-
dad y la diafanidad estaban
juntas, todo el tiempo. Cuan-
do viajó a España, no mu-
cho después de recibir el Pre-
mio Nacional de Poesía, su
primera carta contaba que
Madrid era una ciudad he-
cha, mitad y mitad, de esca-
leras viejas y de aceite he-
diondo. Su siguiente carta fue
para hacerme saber que no
había encontrado nada muy
atractivo en la atmósfera in-
telectual española, lo que hu-
biera sido más bien peculiar
en pleno franquismo. Pero
no dejó de anotar que había
descubierto, en palabras que
recuerdo, “un libro notable”:
Madre Coraje
, de Bertold
Brecht.
En su casa de la Avenida
Iquitos anduvimos, sobre
todo, amigos que, además,
éramos estudiantes en las uni-
versidades de San Marcos y
la Católica. Las palabras y las
imágenes nos eran familiares.
Pero creo que sólo una re-
ducida minoría se dedicaba
o terminó dedicándose a la
poesía, a la narración o a la
crítica. Su casa de Lince, en
cambio, estuvo poblada más
bien de poetas y de escrito-
res jóvenes, muchos de ellos
sus estudiantes. Después de su
muerte, algunos de ellos han
testimoniado su amistad y su
generosidad. Pocos, si algu-
no en verdad, sus deudas y
sus huellas en la escritura poé-
tica posterior a la “generación
del 50” (
what ever it means
), a la
queWáshingtonDelgado per-
tenecería. ¿No las tienen? ¿No
las hay?
1
Esas no me parecen in-
terrogaciones banales, ni ca-
suales. Su indagación lleva a
leer la poética peruana de ese
tiempo, contra el telón de un
cambio histórico. Apunta a
un brusca ruptura social y
cultural que, a mi juicio, tiene
lugar en el Perú entre el fin
de la Segunda Guerra Mun-
dial y la mitad de los años
60 del siglo XX. La textura
histórica del país fue altera-
da, de modo irregular y par-
cial es cierto, pero no menos
profundo e intenso. La
abrupta urbanización de la
sociedad, atravesada de pun-
ta a punta por la re–identifi-
cación social y cultural de la
población “india” como
población “chola”, lo que ha
sido denominado como
cholificación
, implicaba cam-
bios en la estructura social,
por la rápida formación de
fracciones urbano–industria-
les en la fauna dominante, de
nuevas capas medias profe-
sionales, tecnocráticas e inte-
lectuales, la ampliación de la
población asalariada, una
masiva movilización del cam-
pesinado contra el poder de
los gamonales. Las bases so-
ciales del Estado comenza-
ban a modificarse rápida-
mente, aunque parcial y pre-
cariamente. Desde mediados
de los 50, un proceso inicial
de descolonización del po-
der, de democratización y de
nacionalización de la socie-
dad y de su Estado, emergía
de nuevo para desarrollar y
culminar las luchas derrota-
das entre 1925 y 1935. La he-
terogeneidad histórico–es-
tructural de la sociedad y de
su cultura se hizo más pro-
funda, pero también más ex-
plícita
2
.
La expresión, las expre-
siones, de tal abrupto y tu-
multuoso proceso de cam-
bios –que obviamente tam-
bién producía nuevas relacio-
nes intersubjetivas– en el ima-
ginario y en la escritura poé-
tica del Perú fueron, pues,
heterogéneas. Este no es el
lugar, ni ésta la ocasión de
discutirlas. Sugiero que las lí-
neas del imaginario y de la
escritura poéticos del Perú
de ese momento, fueron dos
ante todo: 1) La apropiación
y redefinición del imaginario,
esto es de las imágenes y sis-
temas de imágenes, y de la
escritura de la poesía anglo-
sajona; 2) La insistencia en la
coloquialidad
del lenguaje poé-
tico, como apropiación del
imaginario, de las pulsiones
y de las utopías que llegaban
junto con las nuevas capas
medias, con los movimien-
tos de los trabajadores de la
ciudad y del campo. De al-
gún modo, ambas vertientes
están presentes en la poética
peruana de las generaciones
posteriores a la del 50. No
siempre juntas en todos los
casos, pero casi siempre.
La primera da cuenta de
la internacionalización o
mundialización de la cultura,
que entonces ya preludia la
actual “globalización”, en el
mismo espacio–tiempo del
patrón de poder colonial–
capitalista y bajo la misma
hegemonía. La segunda, de
cómo la nueva subjetividad
social que se constituía con
la urbanización y la choli-
ficación de la cultura perua-
na y por la emergencia de
nuevos movimientos socia-
les que pugnaban por cam-
biar, revolucionar, el poder
en un sentido democrático y
TANTA MEMORIA
PERMANECE
*
E
No he logrado recordar cuándo, ni cómo, conocí a Wáshington Delgado.
Mi memoria me lleva directamente a su casa de la Avenida Iquitos, donde
mi pequeña tribu noctámbula recalaba hasta el amanecer, al amparo de la
mamá de Washington que nos protegía del invierno limeño con
humeantes tasas de chocolate en las madrugadas.
Aníbal Quijano
* Verso final de un poema de Washington
Delgado en
Formas de la ausencia
. Edi-
torial Letras Peruanas, 1955. Lima, Perú,
pg. 20.
1 En ese mismo sentido va la pregunta de
Abelardo Oquendo: “¿qué circunstancias
han determinado que obras poéticas de la
generación del 50 con menos perfección for-
mal y un mundo menos rico que el de Delga-
do hayan tenido una mejor recepción en las
generaciones posteriores y un impacto mayor
en la suya propia?”. En “El país de
Wáshington Delgado”. En
La Repúbli-
ca
, Lima, 11 de Setiembre del 2003.
2 Ese proceso fue derrotado al borde de los
años 80 y desde 1990 somos arrastrados en
un proceso inverso, de recolonización del po-
der, de des–democratización y des–naciona-
lización de la sociedad, de re-privatización
de su estado, de polarización social creciente
y extrema de la población. Sospecho que,
además del conformismo y del cinismo inte-
lectual predominantes, hay ya también una
poética de esta desesperada historia.
Giuseppe Ungaretti, premio Nobel (Dr. Honoris Causa de San Marcos), y Wáshington Delgado, 1966.