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LIBROS & ARTES

Página 16

l tiempo era gris enton-

ces, era Odría, entolda-

do de uniformes, viscoso del

cinismo y de la mediocridad

de la fauna que dominaba el

país. Para nosotros, en la ca-

verna, el mundo era una

cuestión abierta, como una

herida, todo el tiempo. Sor-

bíamos el vino alucinado de

las palabras hasta la embria-

guez, pero nadie entre noso-

tros inventaba, cada palabra

era producida en un día exas-

perado de estudios, de lec-

turas, de ganar el pan. De vez

en cuando, nuestra locura se

desencadenaba jugando

Monopolio y los choferes y

pasajeros de los ómnibus, al

fin de la madrugada, nos oían

desconcertados hablar exal-

tados de los negocios millo-

narios que acabábamos de

perder. Así puedo recordar

por qué me hice miembro

de esa tribu y por qué la casa

de la Avenida Iquitos se con-

virtió en nuestra caverna par-

ticular. Wáshington nos aco-

gía con sus ojos habitados

por un animalito inquieto que

jugaba todo el tiempo junto

a una tranquila inteligencia.

Ese animalito zumbón no

descansaba nunca, de hecho

era a veces lo más presente

en la reconocida perspicacia

de Wáshington Delgado, a

veces filosamente, pero aso-

ciado siempre a la generosi-

dad, a la lealtad, a la bondad.

Por eso era tan agradable la

amistad con él, porque el hu-

mor, la ironía, la perspicui-

dad y la diafanidad estaban

juntas, todo el tiempo. Cuan-

do viajó a España, no mu-

cho después de recibir el Pre-

mio Nacional de Poesía, su

primera carta contaba que

Madrid era una ciudad he-

cha, mitad y mitad, de esca-

leras viejas y de aceite he-

diondo. Su siguiente carta fue

para hacerme saber que no

había encontrado nada muy

atractivo en la atmósfera in-

telectual española, lo que hu-

biera sido más bien peculiar

en pleno franquismo. Pero

no dejó de anotar que había

descubierto, en palabras que

recuerdo, “un libro notable”:

Madre Coraje

, de Bertold

Brecht.

En su casa de la Avenida

Iquitos anduvimos, sobre

todo, amigos que, además,

éramos estudiantes en las uni-

versidades de San Marcos y

la Católica. Las palabras y las

imágenes nos eran familiares.

Pero creo que sólo una re-

ducida minoría se dedicaba

o terminó dedicándose a la

poesía, a la narración o a la

crítica. Su casa de Lince, en

cambio, estuvo poblada más

bien de poetas y de escrito-

res jóvenes, muchos de ellos

sus estudiantes. Después de su

muerte, algunos de ellos han

testimoniado su amistad y su

generosidad. Pocos, si algu-

no en verdad, sus deudas y

sus huellas en la escritura poé-

tica posterior a la “generación

del 50” (

what ever it means

), a la

queWáshingtonDelgado per-

tenecería. ¿No las tienen? ¿No

las hay?

1

Esas no me parecen in-

terrogaciones banales, ni ca-

suales. Su indagación lleva a

leer la poética peruana de ese

tiempo, contra el telón de un

cambio histórico. Apunta a

un brusca ruptura social y

cultural que, a mi juicio, tiene

lugar en el Perú entre el fin

de la Segunda Guerra Mun-

dial y la mitad de los años

60 del siglo XX. La textura

histórica del país fue altera-

da, de modo irregular y par-

cial es cierto, pero no menos

profundo e intenso. La

abrupta urbanización de la

sociedad, atravesada de pun-

ta a punta por la re–identifi-

cación social y cultural de la

población “india” como

población “chola”, lo que ha

sido denominado como

cholificación

, implicaba cam-

bios en la estructura social,

por la rápida formación de

fracciones urbano–industria-

les en la fauna dominante, de

nuevas capas medias profe-

sionales, tecnocráticas e inte-

lectuales, la ampliación de la

población asalariada, una

masiva movilización del cam-

pesinado contra el poder de

los gamonales. Las bases so-

ciales del Estado comenza-

ban a modificarse rápida-

mente, aunque parcial y pre-

cariamente. Desde mediados

de los 50, un proceso inicial

de descolonización del po-

der, de democratización y de

nacionalización de la socie-

dad y de su Estado, emergía

de nuevo para desarrollar y

culminar las luchas derrota-

das entre 1925 y 1935. La he-

terogeneidad histórico–es-

tructural de la sociedad y de

su cultura se hizo más pro-

funda, pero también más ex-

plícita

2

.

La expresión, las expre-

siones, de tal abrupto y tu-

multuoso proceso de cam-

bios –que obviamente tam-

bién producía nuevas relacio-

nes intersubjetivas– en el ima-

ginario y en la escritura poé-

tica del Perú fueron, pues,

heterogéneas. Este no es el

lugar, ni ésta la ocasión de

discutirlas. Sugiero que las lí-

neas del imaginario y de la

escritura poéticos del Perú

de ese momento, fueron dos

ante todo: 1) La apropiación

y redefinición del imaginario,

esto es de las imágenes y sis-

temas de imágenes, y de la

escritura de la poesía anglo-

sajona; 2) La insistencia en la

coloquialidad

del lenguaje poé-

tico, como apropiación del

imaginario, de las pulsiones

y de las utopías que llegaban

junto con las nuevas capas

medias, con los movimien-

tos de los trabajadores de la

ciudad y del campo. De al-

gún modo, ambas vertientes

están presentes en la poética

peruana de las generaciones

posteriores a la del 50. No

siempre juntas en todos los

casos, pero casi siempre.

La primera da cuenta de

la internacionalización o

mundialización de la cultura,

que entonces ya preludia la

actual “globalización”, en el

mismo espacio–tiempo del

patrón de poder colonial–

capitalista y bajo la misma

hegemonía. La segunda, de

cómo la nueva subjetividad

social que se constituía con

la urbanización y la choli-

ficación de la cultura perua-

na y por la emergencia de

nuevos movimientos socia-

les que pugnaban por cam-

biar, revolucionar, el poder

en un sentido democrático y

TANTA MEMORIA

PERMANECE

*

E

No he logrado recordar cuándo, ni cómo, conocí a Wáshington Delgado.

Mi memoria me lleva directamente a su casa de la Avenida Iquitos, donde

mi pequeña tribu noctámbula recalaba hasta el amanecer, al amparo de la

mamá de Washington que nos protegía del invierno limeño con

humeantes tasas de chocolate en las madrugadas.

Aníbal Quijano

* Verso final de un poema de Washington

Delgado en

Formas de la ausencia

. Edi-

torial Letras Peruanas, 1955. Lima, Perú,

pg. 20.

1 En ese mismo sentido va la pregunta de

Abelardo Oquendo: “¿qué circunstancias

han determinado que obras poéticas de la

generación del 50 con menos perfección for-

mal y un mundo menos rico que el de Delga-

do hayan tenido una mejor recepción en las

generaciones posteriores y un impacto mayor

en la suya propia?”. En “El país de

Wáshington Delgado”. En

La Repúbli-

ca

, Lima, 11 de Setiembre del 2003.

2 Ese proceso fue derrotado al borde de los

años 80 y desde 1990 somos arrastrados en

un proceso inverso, de recolonización del po-

der, de des–democratización y des–naciona-

lización de la sociedad, de re-privatización

de su estado, de polarización social creciente

y extrema de la población. Sospecho que,

además del conformismo y del cinismo inte-

lectual predominantes, hay ya también una

poética de esta desesperada historia.

Giuseppe Ungaretti, premio Nobel (Dr. Honoris Causa de San Marcos), y Wáshington Delgado, 1966.