

LIBROS & ARTES
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A veces es la vida, a veces es
la muerte, el viento de las pala-
bras. Un día moriremos, nuestro
nombre volará por aquí y por allá,
antes de esfumarse para siempre.
Estamos hechos del aire de las pa-
labras y, cuando la palabra se va,
no somos nada.
Escrito en la madurez
del escritor, este texto tiene
la virtud de condensar uno
de los propósitos más cla-
ros del trabajo de Delgado:
la vinculación entre palabra
y vida que daría sentido a
toda su escritura.
En sus comienzos, en la
época de
Formas de la ausen-
cia,
de 1955, el poeta se mo-
vía en la esfera de los afec-
tos personales. La separación
marcaba los textos que es-
cribía con su poderosa ga-
rra. De un lado era la muer-
te de Pedro Salinas, el poeta
español que es uno de los
paradigmas de la poesía
amorosa en el siglo XX, la
que inspira una de las más
hermosas elegías de la poe-
sía peruana, con la que Del-
gado se inicia en las lides li-
terarias. De otro lado, por
única vez en su carrera lite-
raria Delgado construye una
serie de poemas en torno al
sentimiento amoroso. Como
en otros grandes líricos, es el
dolor de la pérdida del ob-
jeto amado lo que mueve el
estro del poeta. Sufrimiento
sin desesperación es la carac-
terística de estos versos:
No te amo
porque en tu cuerpo vive
una rosa perdida.
No te amo, no,
porque guarda tu boca
no sé que ausencia o sombra.
No te amo, yo no te amo
porque te amo y tú
extiendes en la noche
unos sueños que nunca
mi amor ha contemplado.
Esa lección, contención
escéptica y epicúrea, caracte-
rizaría buena parte de la poe-
sía de Delgado. El aire de
época formado tanto por la
situación política del Perú,
que salía de una breve pri-
mavera democrática, la del
gobierno de la dictadura de
Odría, el existencialismo de
Sartre y de Camus, marcaría
la poesía civil que empezaría
a producir por esos años y
que continuaría a lo largo de
décadas, con algunas varian-
tes. El poeta se concibe
como un extranjero en to-
dos los rincones de la tierra,
alguien que sueña con una
patria hasta cierto punto
inexistente. Pero hay un cam-
bio visible que se puede fe-
char hacia 1956, en la época
del libro
Días del corazón.
En
uno de sus poemas más ca-
racterísticos, el poeta recla-
ma el derecho del individuo
a internarse por caminos
equivocados, a tener sus pro-
pias experiencias, a desechar
las tristezas, a enfrentarse así
a los días de la muerte. En
ese mismo tono, en otro poe-
ma, piensa que tocar una
mano es tocar todas las ma-
nos de la tierra y que hacerlo
es tocar toda la hermosura.
El libro
Para vivir mañana,
de
1959, marca una cima en la
poesía de Delgado, y las otras
serían cada uno de los libros
posteriores,
Parque,
de 1965,
Destierro por vida,
de 1969,
Reunión elegida,
de 1988, y
Cuán impunemente se está uno
muerto,
de 2003. En
Para vivir
mañana
, tal vez el más céle-
bre de sus poemarios, Del-
gado, sin perder el empaque
y la serenidad que le serían
siempre característicos en su
dicción, asume una posición
combativa en el debate po-
lítico de esos años en los que
se discutía sobre la posibili-
dad de construir una patria
socialista en toda América
Latina. De ese libro emble-
mático es el poema que da
título al conjunto,
Para vivir
mañana:
Mi casa está llena de muertos,
es decir mi familia, mi país,
mi habitación en otra tierra,
el mundo que a escondidas miro.
Cuando era niño con una flor
cubría todo cielo.
¡De qué cuerpo sacaré ahora som-
bra
para vivir con un poco de ternu-
ra?
Escucharé a los muertos hablar
para que el mundo no sea como es,
pero debo besar un rostro vivo
para vivir mañana todavía.
Para vivir mañana debo ser una
parte
de los hombres reunidos.
Una flor tengo en la mano, un
día
canta en mi interior igual que un
hombre.
Pálidas muchedumbres me sedu-
cen;
no es sólo un instante de alegría o
tristeza,
la tierra es ancha e infinita
cuando los hombres se juntan.
En mayo de 1963 mu-
rió Javier Heraud. Traía de
Cuba sueños de socialismo
continental. Por Bolivia ingre-
só al Perú en la zona de Ma-
dre de Dios y fue abaleado
cuando no estaba en comba-
te en el río. Entonces Delga-
do escribió un artículo que se
reprodujo en la primera edi-
ción de los poemas comple-
tos de Heraud. En este texto
el poeta profesor, recordan-
do al discípulo, dice que él
mismo, en caso de haber sido
consultado, le habría aconse-
jado a Heraud no empren-
der esa aventura guerrillera,
pero que una revolución no
es un camino hecho de ante-
mano, sino algo que se va ha-
ciendo a través de un trabajo
colectivo. Algunos pensamos
que la muerte de Heraud, aun-
que es imposible demostrar-
lo, tuvo una influencia consi-
derable en la poesía de Del-
gado. Según nos parece, por
evolución personal, por un
cambio en la situación políti-
ca que fue signada por la de-
rrota de los movimientos de
los grupos armados y por la
muerte de Heraud, Delgado
opta por buscar personales
salidas poéticas. Los libros si-
guientes de nuestro autor
optan por vías diversas, una,
la observación de la natura-
leza en sus mínimos y her-
mosos detalles; así ocurre en
el libro
Parque
de 1965, y otra,
un pesimismo acendrado,
como puede verse en el li-
bro
Destierro por vida
de 1969.
En el poema “Dromedario”
el poeta se compara con ese
animal que marcha por blan-
das arenas en busca de un
oasis. El tono descriptivo, la
sed y el hambre del animal,
el pavor que siente por las
amenazas del arenal, por las
fantasías de su propio, impa-
ciente corazón, dan ese tono
de desesperanza que marca-
ría buena parte de la produc-
ción de Delgado. Ese dro-
medario reaparece con dis-
tintas formas. La más cono-
cida es la del poema “Globe
Trotter”, uno de los más lo-
grados de la pluma de Del-
gado, en el que el individuo
camina, una vez más, por los
desiertos toda su vida. Esta es
la situación en la que el poeta
declararía su retiro de la poe-
sía. Pasarían muchos años an-
tes de que el poeta se decidie-
ra a volver a tomar la pluma.
Fue en la década de los
ochenta que Delgado volvió
“En el poema “Dromedario” el poeta se compara con ese animal
que marcha por blandas arenas en busca de un oasis. El tono descriptivo,
la sed y el hambre del animal, el pavor que siente por las amenazas del arenal,
por las fantasías de su propio, impaciente corazón, dan ese tono de
desesperanza que marcaría buena parte de la producción de
Wáshington Delgado.”
Wáshington Delgado y Alfonso Barrantes, 1984.