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LIBROS & ARTES

Página 12

A veces es la vida, a veces es

la muerte, el viento de las pala-

bras. Un día moriremos, nuestro

nombre volará por aquí y por allá,

antes de esfumarse para siempre.

Estamos hechos del aire de las pa-

labras y, cuando la palabra se va,

no somos nada.

Escrito en la madurez

del escritor, este texto tiene

la virtud de condensar uno

de los propósitos más cla-

ros del trabajo de Delgado:

la vinculación entre palabra

y vida que daría sentido a

toda su escritura.

En sus comienzos, en la

época de

Formas de la ausen-

cia,

de 1955, el poeta se mo-

vía en la esfera de los afec-

tos personales. La separación

marcaba los textos que es-

cribía con su poderosa ga-

rra. De un lado era la muer-

te de Pedro Salinas, el poeta

español que es uno de los

paradigmas de la poesía

amorosa en el siglo XX, la

que inspira una de las más

hermosas elegías de la poe-

sía peruana, con la que Del-

gado se inicia en las lides li-

terarias. De otro lado, por

única vez en su carrera lite-

raria Delgado construye una

serie de poemas en torno al

sentimiento amoroso. Como

en otros grandes líricos, es el

dolor de la pérdida del ob-

jeto amado lo que mueve el

estro del poeta. Sufrimiento

sin desesperación es la carac-

terística de estos versos:

No te amo

porque en tu cuerpo vive

una rosa perdida.

No te amo, no,

porque guarda tu boca

no sé que ausencia o sombra.

No te amo, yo no te amo

porque te amo y tú

extiendes en la noche

unos sueños que nunca

mi amor ha contemplado.

Esa lección, contención

escéptica y epicúrea, caracte-

rizaría buena parte de la poe-

sía de Delgado. El aire de

época formado tanto por la

situación política del Perú,

que salía de una breve pri-

mavera democrática, la del

gobierno de la dictadura de

Odría, el existencialismo de

Sartre y de Camus, marcaría

la poesía civil que empezaría

a producir por esos años y

que continuaría a lo largo de

décadas, con algunas varian-

tes. El poeta se concibe

como un extranjero en to-

dos los rincones de la tierra,

alguien que sueña con una

patria hasta cierto punto

inexistente. Pero hay un cam-

bio visible que se puede fe-

char hacia 1956, en la época

del libro

Días del corazón.

En

uno de sus poemas más ca-

racterísticos, el poeta recla-

ma el derecho del individuo

a internarse por caminos

equivocados, a tener sus pro-

pias experiencias, a desechar

las tristezas, a enfrentarse así

a los días de la muerte. En

ese mismo tono, en otro poe-

ma, piensa que tocar una

mano es tocar todas las ma-

nos de la tierra y que hacerlo

es tocar toda la hermosura.

El libro

Para vivir mañana,

de

1959, marca una cima en la

poesía de Delgado, y las otras

serían cada uno de los libros

posteriores,

Parque,

de 1965,

Destierro por vida,

de 1969,

Reunión elegida,

de 1988, y

Cuán impunemente se está uno

muerto,

de 2003. En

Para vivir

mañana

, tal vez el más céle-

bre de sus poemarios, Del-

gado, sin perder el empaque

y la serenidad que le serían

siempre característicos en su

dicción, asume una posición

combativa en el debate po-

lítico de esos años en los que

se discutía sobre la posibili-

dad de construir una patria

socialista en toda América

Latina. De ese libro emble-

mático es el poema que da

título al conjunto,

Para vivir

mañana:

Mi casa está llena de muertos,

es decir mi familia, mi país,

mi habitación en otra tierra,

el mundo que a escondidas miro.

Cuando era niño con una flor

cubría todo cielo.

¡De qué cuerpo sacaré ahora som-

bra

para vivir con un poco de ternu-

ra?

Escucharé a los muertos hablar

para que el mundo no sea como es,

pero debo besar un rostro vivo

para vivir mañana todavía.

Para vivir mañana debo ser una

parte

de los hombres reunidos.

Una flor tengo en la mano, un

día

canta en mi interior igual que un

hombre.

Pálidas muchedumbres me sedu-

cen;

no es sólo un instante de alegría o

tristeza,

la tierra es ancha e infinita

cuando los hombres se juntan.

En mayo de 1963 mu-

rió Javier Heraud. Traía de

Cuba sueños de socialismo

continental. Por Bolivia ingre-

só al Perú en la zona de Ma-

dre de Dios y fue abaleado

cuando no estaba en comba-

te en el río. Entonces Delga-

do escribió un artículo que se

reprodujo en la primera edi-

ción de los poemas comple-

tos de Heraud. En este texto

el poeta profesor, recordan-

do al discípulo, dice que él

mismo, en caso de haber sido

consultado, le habría aconse-

jado a Heraud no empren-

der esa aventura guerrillera,

pero que una revolución no

es un camino hecho de ante-

mano, sino algo que se va ha-

ciendo a través de un trabajo

colectivo. Algunos pensamos

que la muerte de Heraud, aun-

que es imposible demostrar-

lo, tuvo una influencia consi-

derable en la poesía de Del-

gado. Según nos parece, por

evolución personal, por un

cambio en la situación políti-

ca que fue signada por la de-

rrota de los movimientos de

los grupos armados y por la

muerte de Heraud, Delgado

opta por buscar personales

salidas poéticas. Los libros si-

guientes de nuestro autor

optan por vías diversas, una,

la observación de la natura-

leza en sus mínimos y her-

mosos detalles; así ocurre en

el libro

Parque

de 1965, y otra,

un pesimismo acendrado,

como puede verse en el li-

bro

Destierro por vida

de 1969.

En el poema “Dromedario”

el poeta se compara con ese

animal que marcha por blan-

das arenas en busca de un

oasis. El tono descriptivo, la

sed y el hambre del animal,

el pavor que siente por las

amenazas del arenal, por las

fantasías de su propio, impa-

ciente corazón, dan ese tono

de desesperanza que marca-

ría buena parte de la produc-

ción de Delgado. Ese dro-

medario reaparece con dis-

tintas formas. La más cono-

cida es la del poema “Globe

Trotter”, uno de los más lo-

grados de la pluma de Del-

gado, en el que el individuo

camina, una vez más, por los

desiertos toda su vida. Esta es

la situación en la que el poeta

declararía su retiro de la poe-

sía. Pasarían muchos años an-

tes de que el poeta se decidie-

ra a volver a tomar la pluma.

Fue en la década de los

ochenta que Delgado volvió

“En el poema “Dromedario” el poeta se compara con ese animal

que marcha por blandas arenas en busca de un oasis. El tono descriptivo,

la sed y el hambre del animal, el pavor que siente por las amenazas del arenal,

por las fantasías de su propio, impaciente corazón, dan ese tono de

desesperanza que marcaría buena parte de la producción de

Wáshington Delgado.”

Wáshington Delgado y Alfonso Barrantes, 1984.