

LIBROS & ARTES
Página 11
proceden por acumulación.
Es el caso de César Moro,
tan diferente a Westphalen,
pese a que por inveterada
comodidad crítica se les her-
mana en todo lo que es po-
sible. Esta es la situación de
Martín Adán, Francisco
Bendezú, Carlos Germán
Belli, Pablo Guevara.
Wáshington Delgado es
un poeta insular frente a esas
dos tendencias de composi-
ción, cada uno de ellas con
sus propios peligros y abis-
mos, aunque conoce bien
ambos procedimientos. La
dificultad principal de quie-
nes proceden por elimina-
ción de palabras, es la pági-
na en blanco, no al comien-
zo de la escritura, sino al fi-
nal de un titánico esfuerzo.
Es el silencio, no el contras-
tante y benéfico silencio que
se enfrenta a las palabras
banales que no dicen nada,
sino el silencio que se parece
a la quietud definitiva.
Un escritor que no escri-
be, ¡qué contradicción!, pero
eso fue precisamente el pro-
blema de Mallarmé, el de
Westphalen, el de Eielson.
Poco sabida, o mejor, poco
recordada, es la dificultad de
Delgado de proseguir su
obra poética. El hecho ocu-
rrió cuando después de pu-
blicar
Destierro por vida
en
1969 y el conjunto de su obra
poética,
Un mundo dividido,
en
1970, el poeta anunció ofi-
cialmente su retiro de la poe-
sía. El silencio que llegaba no
era la lucha conocida con el
blanco papel, era entrar bas-
tante prematuramente en la
opacidad definitiva. Y es que
desde Baudelaire, no hay
poeta de valía que no haya
cuestionado el propio ele-
mento expresivo. Son otros,
no los poetas, los que no
dudan de lo que escriben. Un
poeta como Delgado está
siempre en estado de alerta,
en perpetuo balanceo entre
el decir y el no decir, entre
hablar y callar, siempre entre
lo asertivo y la perplejidad.
Sí soy poeta, no soy poeta.
Esto que escribo ¿es poesía?
Y si no es poesía ¿qué son
estas líneas que a otros con-
mueven? Esta es la tortura
que se vive y que no se pue-
de ni contar a los amigos,
pues no lo entenderían, o los
más curiosos lo atribuirían a
una depresión reactiva. Pero
no es así, el desconcierto, la
duda, acompañan al creador
más valioso.
Wáshington Delgado,
como pueden atestiguar
quienes bien lo conocían, era
un hombre de una facilidad
asombrosa de palabra, tenía
un verbo deslumbrante
cuando ofrecía conferencias
o dictaba clases. Lo paradó-
jico es que esa facilidad se
volvía un problema a la hora
de escribir poesía. Su ten-
dencia natural era la concen-
tración porque, según su ma-
nera de pensar, así se escribe
la mejor poesía. Por eso la
impresión que da el conjun-
to de su obra poética, y esto
literal, es la de un castigado
rigor. Dicho de otra mane-
ra, Delgado tenía esa misma
posibilidad de Pablo Neru-
da, de escribir poemas por
acumulación, pero escogió el
camino del extremado rigor,
de la dureza.
Quevedo, que era el poe-
ta recóndito favorito de Del-
gado, dijo, en uno de sus poe-
mas más hermosos, que le
gustaría estar con unos po-
cos, pero doctos libros jun-
tos. Wáshington Delgado
pudo escribir versos por
millares, pues tenía el regus-
to por la palabra, la facilidad
de los elegidos, la cultura clá-
sica de los que llegan a la sa-
biduría, pero como el mago
que no repite sus actos, pre-
firió la poquedad, la difícil
poquedad de un poeta de
gran talento. Escribió esca-
sos libros de poesía y un nú-
mero exiguo de poemas.
Pero en ese manojo de ver-
sos que conocemos no hay
caídas. Todos sus poemas
merecerían representarlo en
la más exigente antología.
No de muchos escritores
puede hacerse tamaña obser-
vación.
Delgado nació para la
poesía dentro de la tradición
de lengua española. Se ha ha-
blado en numerosas ocasio-
nes de su cercanía con la
poesía de Pedro Salinas, lo
cual es cierto, pero esa afir-
mación se basa casi exclusi-
vamente en el poema que a
la muerte del lírico español
escribió nuestro poeta. Me-
nos conocido es el hecho real
de una vinculación con la
poesía de Jorge Guillén,
quien estuvo en Lima en
1961 y fue presentado justa-
mente por Wáshington Del-
gado en el Convictorio de
San Carlos del parque Uni-
versitario. Pero este es un
hecho anecdótico. Más inte-
resante es advertir un cam-
po de similitudes entre Del-
gado y Guillén que hasta hoy
día nadie ha señalado. Esa si-
militud se da tanto en el ri-
gor formal, como en el ínti-
mo convencimiento, palpa-
ble en la poesía de ambos,
de que a pesar de todas las
circunstancias, la vida mere-
ce vivirse y el mundo tiene
numerosos lados hermosos.
En el magín de Delga-
do otro poeta vivía a sus an-
chas: Bertolt Brecht. Lo co-
nocía bastante bien, al punto
de saber muchas de sus can-
ciones y poemas de memo-
ria. Delgado tenía en poesía
la misma actitud dialéctica
del escritor alemán y la mis-
ma convicción socialista.
Epicúreo y escéptico, discí-
pulo del gran poeta latino
Horacio, Delgado es en sus
poemas un poeta que llega a
la esperanza a través de su
amor por el Perú. Es tan ex-
plícita esta marca, que es la
que tiñe toda su mejor pro-
ducción, la que aparece se-
leccionada por él mismo en
el libro
Reunión elegida
de
1988, que reúne textos de to-
dos sus libros anteriores,
pero que tiene la virtud de
ser un libro nuevo, no una
acumulación de poemas. Es-
cribió entonces: “Este libro
es una antología de mi obra
poética que incluye poemas
no publicados antes. No sé
si mi poesía es buena o mala.
Hay, simplemente, algunos
poemas que prefiero: son los
de este libro.”
CONSTANTES Y
VARIACIONES
Uno de los poemas más
hermosos de Delgado es el
que dejó inédito y se titula
Acerca de las palabras
. En ese
texto en prosa dijo:
El viento de las palabras vie-
ne de aquí y de allá, sopla inter-
minablemente, de día o de noche,
por todo el mundo.
Casi no se nota sobre la su-
perficie de la tierra, no mueve las
hojas de los árboles, no dobla los
juncos a la orilla del río, no arras-
tra briznas de hierba no riza las
aguas de los grandes lagos.
El viento de las palabras so-
pla por los resquicios del alma y
nos derriba o nos levanta o nos con-
mueve, por un momento o sin cesar.
“La poesía de Delgado, con un fondo filosófico epicúreo y escéptico,
de pesimismo radical a veces, se transformaba en palabra de esperanza cuando
soñaba con el Perú. Su verso sedoso se apodera del lector y entre líneas
va dejando lecciones de sabiduría.”