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LIBROS & ARTES

Página 15

GTON DELGADO

2003

,

iro.

n hombre.

steza,

DROMEDARIO

Yo soy, señor, un dromedario.

Padezco sed y hambre

y hacia el oasis me encamino.

Sobre blandas arenas, invadidas

por refulgentes cielos,

sufro el calor y temo el espejismo.

Yo avanzo por la extensión limitada

y me dan pavor las amenazas

del arenal, del cielo y de la fantasía

de mi propio, impaciente corazón.

Destierro por vida

,

1969

GLOBE TROTTER

Sobre arenas tan interminables como el día,

imaginando nubes, palmeras, aguas, noches de

luna,

he caminado por los desiertos

toda mi vida.

Bajo luces de neón, atravesado

por el estruendo de los automóviles,

implacablemente gobernado por señales rojas o verdes,

he caminado por los desiertos, toda mi vida.

A menudo soñé con dulces samaritanas

y siempre he despertado en un autobús:

ajadas oficinistas me rodeaban, muertas de sueño,

encadenadas

a una vida polvorienta y sin una gota de agua

en el corazón. Con insaciable sed

he caminado por los desiertos, toda mi vida.

Sin cesar he subido las escaleras del hotel.

Nunca vi la palmera ni el manantial soñado

ni el arco iris de la paz ni la paloma de perdón.

Ángeles despiadados me miraban sin verme,

me preguntaban por mi nombre y mis señas,

me echaban el humo en la cara

y me indicaban con desdén

el camino del paraíso que nunca era un paraíso

sino las mismas arenas, el desierto

por donde he caminado, toda mi vida.

Si entraba en el salón vetusto

el viejo inquisidor se atragantaba,

lanzaba al aire el humo, el café, la sonrisa

y me preguntaba por Mariena.

¿Mariena, Mariena? ¿Quién es Mariena?

Suspendida está en el aire, lejos de este desierto

y yo nunca la he visto.

Vivirá en su isla rosada, en su casa pequeña,

en su granja con gansos y conejos o se habrá ahogado

en las aguas azules del mar Mediterráneo.

Ese oasis no me sirve,

El viejo inquisidor se marchó hace tiempo y me ha

dejado

una angustia inútil, un nombre

que he de llevar a cuestas para nada

mientras camino por los desiertos, toda mi vida.

Las estrellas de los policías brillan y tintinean,

los estudiantes pasan con libros o muchachas bajo el

brazo,

la niebla ligera se levanta para que duerma en la calle

esta primera noche primaveral del año.

De buena gana leería una novela de Voltaire,

conversaría con mis viejos amigos,

tomaría un café, fumaría un cigarro.

En el arenal interminable todo es un sueño tan

desesperado

como la niebla, las palmeras y la dulce samaritana.

He caminado por los desiertos, toda mi vida

y nunca me acompañó nadie.

A veces se dibujan ante mis ojos historias de fantasmas:

aposentados en lujosos palacios ahuyentan

a los encopetados compradores durante el día,

en la noche alimentan y consuelan a las pobres gentes.

Otras veces son ladrones: después de años de cárcel y

miseria

roban con fortuna una casa opulenta

y disfrutan los goces de la vida

o reparten limosnas a la puerta del templo.

En la soledad del arenal no hay palacios ni opulentas

casas

ni pobres gentes ni fastidiosos compradores

ni puerta ni templo ni limosna

ni goces de la vida.

Toda mi vida he caminado por los desiertos

y ahora estoy triste.

Una vendedora de claveles canta o llora en mi oído.

¿Qué haría yo con un clavel en el desierto?

He caminado solo y sin equipaje toda mi vida,

estos claveles son también un desesperado sueño

aunque la melodiosa vendedora me contemple

con lastimados ojos

como si ella fuera el fantasma y yo la pobre gente

llegada en la gran noche a las puertas del palacio lujoso.

He caminado por los desiertos, toda mi vida

y nunca llegué a ninguna parte.

Destierro por vida

, 1969