LIBROS & ARTES
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O.- Si llegaran dos personas y ocuparan el diván sin decir palabra.
M.- No volvería a comer pan los domingos.
O.- Si el agua se decidiera a salir del vaso que la contiene.
M.- Qué delicia matar sin descanso todos los niños nacidos en el mes de
noviembre.
(César Moro: Juego Surrealista).
He querido decir unas breves palabras sobre César Moro, pues hoy lo he
imaginado un señor alto con sombrero y ha pasado sobre mi almohada
ensuciándola con su aliento.
Cuando anoche lo vi caminar sobre mi cabeza, sentí que su sombrero caía.
Al agacharse a recogerlo lo he mirado a los ojos y he visto que no tenía ojos
y me miraba con ellos. Sentí un odio y una compasión tan grande por él que
lo podría explicar muy fácilmente.
Al instante lo he insultado y le he dicho que tuviera más cuidado la próxima
vez de no dejar caer su bastón.
Su bastón me ha golpeado la cabeza. Me ha vuelto a mirar y ha dicho:
“Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que pasan
Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de las nubes.
Que se muestran a los ojos de los amantes que salen
De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo...”
Lo he visto luego montar en un elefante blanco, llevándose en sus ojos una
visión de pianos apolillados cayendo en ruinas. Me ha mirado (sin ojos)
dentro de su animal y no ha vuelto a decir nada.
He abierto un libro en que dice:
“Corro en el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos y homi-
cidas transitando la terraza sublime de las apariciones en el bosque solemne
carnívoro y bituminoso...”
Resuelto estoy a no volver abrir ese libro. Ha de quedar cubierto de nidos
de arañas y polvo.
El bosque viviente de César Moro se llenará de lluvia luminosa de verano.
Las aves blancas y sus elefantes, sus pianos y sus tigres hermosos se eleva-
rán sobre lo nunca dicho. Los leones (varios de ellos) al crepúsculo lamerán
la corteza rugosa de la tortuga ecuestre.
“los árboles vuelan a ser semillas y el bosque desaparece
miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire
al paso de los dos más hermosos tigres del mundo...”
Ha vuelto a pasar sobre mi cabeza César Moro y ha vuelto a dejar caer su
sombrero.
Ni su tortuga ni su elefante lo esperaban.
No tenía ni bosque, ni árboles que volaran a ser semillas, ni veía pasar a los
dos tigres más hermosos del mundo.
Me he sobresaltado dos veces en mi cama.
Ya no era alto como la primera vez, ni tenía ya sombrero.
He corrido a traer la franela para limpiar el libro olvidado y he pedido por
favor aquel hombre me esperara. Lo he abierto, y he leído delante de él, del
bosque, de los elefantes, de las tortugas, del zoológico con los leones y las
semillas, con las axilas y el alcohol lentamente, con el alcohol y las piernas
blancas y rojas envolventes:
“El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre
se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día
falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces
un toro alado de significativa alegría muerde el seno o cópula
de un templo que emerge en la luz afrentada del día en medio de las
ramas podridas y leves de la hecatombe forestal...”
M.- Si la luz terminara para siempre
O.- El despertar enmudecería humillado
M.- Si este mes fuera largo como un año y esta noche larga como un siglo
O.- No valdría la pena hablar más.
(1959)
LA VIDA ESCANDALOSA DE CÉSAR MORO
Javier Heraud
debate que Flora fue entre los
llamados socialistas utópicos,
quién primero afirmó que la
emancipación de los obreros
sería obra de los obreros mis-
mos. Delicada de salud, si-
guió, impertérrita, su campa-
ña. Enfermó nuevamente en
Burdeos en setiembre de
1844. Tras de larga y valerosa
agonía, falleció el 14 de no-
viembre del mismo año. Ape-
nas tenía 41 años.
Pedro de Goyeneche,
que se había declarado en
1836 bastante molesto por su
“insulsa correspondencia
con castillos en el aire” y por-
que le “mintió en un princi-
pio y ya conmigo al que lo
pezco no hace buenas migas”
y la llamó “víbora” cuando
apareció el libro en 1839, avi-
só a don Pío que hallábase
“muy pobre”, en carta de 12
de junio de 1841. En la del
16 de noviembre de 1844, es-
cribió: “No he podido me-
nos que tener un natural do-
lor por la muerte de Flora
Tristán ocurrida antes de
anoche catorce a las nueve y
media de la noche después de
una larga y penosa enferme-
dad producida, sin duda, de
su carácter violento, pues ha
fallecido de irritación de
vientre hasta que se le han
disuelto los intestinos. Su
muerte ha sido su funeral
consiguiente al abandono de
su vida; y, a pesar de la re-
pugnancia de su nombre, le
he hecho alguna aunque poca
ayuda y, sobre todo, rogado
por la salvación de su alma”.
Había ella dispuesto que
su cuerpo sirviese a la cien-
cia y después lo disecaran y
lo pusieran en la fosa común;
pero sus amigos y admirado-
res, lejos de obedecerla, le
hicieron un sencillo entierro.
ElmismoAlphonseCons-
tant, quien se había inspira-
do en Flora para escribir
La
asunción de la mujer o el mundo
del amor
, salmos místicos que
publicó en 1841, editó al año
siguiente del fallecimiento de
su musa, bajo el nombre de
ella,
La emancipación de la mu-
jer o el testamento de la paria
. De
esta obra póstuma se ha di-
cho que fue una superche-
ría y que el mismo Constant
la escribió. Probablemente
sólo hizo agregaciones en el
texto y arreglos en el estilo
del manuscrito, que, efectiva-
mente, Flora le envió. Así, la
autora de
Peregrinaciones de una
paria
resulta adelantándose
en más de un siglo al fogoso
movimiento en pro de la li-
beración femenina, en estos
momentos tan beligerante en
Estados Unidos y en otras
partes del mundo. Curioso
sujeto este Constant, pintor,
escritor y propagandista del
ocultismo bajo el seudónimo
de “Eliphas Levi”.
Entre los trabajadores de
toda Francia fue abierta una
suscripción para erigir un
monumento al lado de la
tumba en el cementerio de
Chartreux, en Burdeos. Un
poeta-obrero, Luis Festau,
compuso una canción muy
popular entonces, cuyo estri-
billo decía siete veces:
«Flora Tristán vous demande un
tombeau»...
Por fin el monumento fue
inaugurado en octubre de
1848. Es una columna trun-
ca rodeada por una guirnal-
da de encina, sostenida por
una mano. Lleva la siguiente
inscripción:
A LA MEMORIA DE LA
SEÑORA FLORA TRIS-
TÁN AUTORA DE LA
UNIÓN OBRERA LOS
TRABAJADORES AGRA-
DECIDOS LIBERTAD,
IGUALDAD, FRATERNI-
DAD, SOLIDARIDAD.
Periódicamente los so-
cialistas de Burdeos han ido
dejando, a través de varias ge-
neraciones, flores rojas al pie
de este monumento. Muchos
peruanos lo han visitado
unciosamente.