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LIBROS & ARTES

Página 11

O.- Si llegaran dos personas y ocuparan el diván sin decir palabra.

M.- No volvería a comer pan los domingos.

O.- Si el agua se decidiera a salir del vaso que la contiene.

M.- Qué delicia matar sin descanso todos los niños nacidos en el mes de

noviembre.

(César Moro: Juego Surrealista).

He querido decir unas breves palabras sobre César Moro, pues hoy lo he

imaginado un señor alto con sombrero y ha pasado sobre mi almohada

ensuciándola con su aliento.

Cuando anoche lo vi caminar sobre mi cabeza, sentí que su sombrero caía.

Al agacharse a recogerlo lo he mirado a los ojos y he visto que no tenía ojos

y me miraba con ellos. Sentí un odio y una compasión tan grande por él que

lo podría explicar muy fácilmente.

Al instante lo he insultado y le he dicho que tuviera más cuidado la próxima

vez de no dejar caer su bastón.

Su bastón me ha golpeado la cabeza. Me ha vuelto a mirar y ha dicho:

“Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que pasan

Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de las nubes.

Que se muestran a los ojos de los amantes que salen

De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo...”

Lo he visto luego montar en un elefante blanco, llevándose en sus ojos una

visión de pianos apolillados cayendo en ruinas. Me ha mirado (sin ojos)

dentro de su animal y no ha vuelto a decir nada.

He abierto un libro en que dice:

“Corro en el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos y homi-

cidas transitando la terraza sublime de las apariciones en el bosque solemne

carnívoro y bituminoso...”

Resuelto estoy a no volver abrir ese libro. Ha de quedar cubierto de nidos

de arañas y polvo.

El bosque viviente de César Moro se llenará de lluvia luminosa de verano.

Las aves blancas y sus elefantes, sus pianos y sus tigres hermosos se eleva-

rán sobre lo nunca dicho. Los leones (varios de ellos) al crepúsculo lamerán

la corteza rugosa de la tortuga ecuestre.

“los árboles vuelan a ser semillas y el bosque desaparece

miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire

al paso de los dos más hermosos tigres del mundo...”

Ha vuelto a pasar sobre mi cabeza César Moro y ha vuelto a dejar caer su

sombrero.

Ni su tortuga ni su elefante lo esperaban.

No tenía ni bosque, ni árboles que volaran a ser semillas, ni veía pasar a los

dos tigres más hermosos del mundo.

Me he sobresaltado dos veces en mi cama.

Ya no era alto como la primera vez, ni tenía ya sombrero.

He corrido a traer la franela para limpiar el libro olvidado y he pedido por

favor aquel hombre me esperara. Lo he abierto, y he leído delante de él, del

bosque, de los elefantes, de las tortugas, del zoológico con los leones y las

semillas, con las axilas y el alcohol lentamente, con el alcohol y las piernas

blancas y rojas envolventes:

“El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre

se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día

falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces

un toro alado de significativa alegría muerde el seno o cópula

de un templo que emerge en la luz afrentada del día en medio de las

ramas podridas y leves de la hecatombe forestal...”

M.- Si la luz terminara para siempre

O.- El despertar enmudecería humillado

M.- Si este mes fuera largo como un año y esta noche larga como un siglo

O.- No valdría la pena hablar más.

(1959)

LA VIDA ESCANDALOSA DE CÉSAR MORO

Javier Heraud

debate que Flora fue entre los

llamados socialistas utópicos,

quién primero afirmó que la

emancipación de los obreros

sería obra de los obreros mis-

mos. Delicada de salud, si-

guió, impertérrita, su campa-

ña. Enfermó nuevamente en

Burdeos en setiembre de

1844. Tras de larga y valerosa

agonía, falleció el 14 de no-

viembre del mismo año. Ape-

nas tenía 41 años.

Pedro de Goyeneche,

que se había declarado en

1836 bastante molesto por su

“insulsa correspondencia

con castillos en el aire” y por-

que le “mintió en un princi-

pio y ya conmigo al que lo

pezco no hace buenas migas”

y la llamó “víbora” cuando

apareció el libro en 1839, avi-

só a don Pío que hallábase

“muy pobre”, en carta de 12

de junio de 1841. En la del

16 de noviembre de 1844, es-

cribió: “No he podido me-

nos que tener un natural do-

lor por la muerte de Flora

Tristán ocurrida antes de

anoche catorce a las nueve y

media de la noche después de

una larga y penosa enferme-

dad producida, sin duda, de

su carácter violento, pues ha

fallecido de irritación de

vientre hasta que se le han

disuelto los intestinos. Su

muerte ha sido su funeral

consiguiente al abandono de

su vida; y, a pesar de la re-

pugnancia de su nombre, le

he hecho alguna aunque poca

ayuda y, sobre todo, rogado

por la salvación de su alma”.

Había ella dispuesto que

su cuerpo sirviese a la cien-

cia y después lo disecaran y

lo pusieran en la fosa común;

pero sus amigos y admirado-

res, lejos de obedecerla, le

hicieron un sencillo entierro.

ElmismoAlphonseCons-

tant, quien se había inspira-

do en Flora para escribir

La

asunción de la mujer o el mundo

del amor

, salmos místicos que

publicó en 1841, editó al año

siguiente del fallecimiento de

su musa, bajo el nombre de

ella,

La emancipación de la mu-

jer o el testamento de la paria

. De

esta obra póstuma se ha di-

cho que fue una superche-

ría y que el mismo Constant

la escribió. Probablemente

sólo hizo agregaciones en el

texto y arreglos en el estilo

del manuscrito, que, efectiva-

mente, Flora le envió. Así, la

autora de

Peregrinaciones de una

paria

resulta adelantándose

en más de un siglo al fogoso

movimiento en pro de la li-

beración femenina, en estos

momentos tan beligerante en

Estados Unidos y en otras

partes del mundo. Curioso

sujeto este Constant, pintor,

escritor y propagandista del

ocultismo bajo el seudónimo

de “Eliphas Levi”.

Entre los trabajadores de

toda Francia fue abierta una

suscripción para erigir un

monumento al lado de la

tumba en el cementerio de

Chartreux, en Burdeos. Un

poeta-obrero, Luis Festau,

compuso una canción muy

popular entonces, cuyo estri-

billo decía siete veces:

«Flora Tristán vous demande un

tombeau»...

Por fin el monumento fue

inaugurado en octubre de

1848. Es una columna trun-

ca rodeada por una guirnal-

da de encina, sostenida por

una mano. Lleva la siguiente

inscripción:

A LA MEMORIA DE LA

SEÑORA FLORA TRIS-

TÁN AUTORA DE LA

UNIÓN OBRERA LOS

TRABAJADORES AGRA-

DECIDOS LIBERTAD,

IGUALDAD, FRATERNI-

DAD, SOLIDARIDAD.

Periódicamente los so-

cialistas de Burdeos han ido

dejando, a través de varias ge-

neraciones, flores rojas al pie

de este monumento. Muchos

peruanos lo han visitado

unciosamente.