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LIBROS & ARTES

Página 8

I

FLORA Y SUS

PEREGRINACIONES

lora Celestina Teresa

Enriqueta Tristán nació

en París el 7 de abril de 1803.

Su padre, Mariano de Tristán

y Moscoso, mayorazgo de

una antigua y noble familia

de Arequipa, viajó muy joven

a Europa para establecerse

en Madrid y luego en París.

A comienzos del siglo XIX,

en Bilbao, conoció a una jo-

ven emigrada francesa de

ideas republicanas llamada

Teresa Laisney o Lainé. Am-

bos hicieron vida común.

Flora afirma que se casaron

clandestinamente y que un

sacerdote emigrado presidió

la ceremonia matrimonial en

casa de Teresa.

Para sus nupcias, don

Mariano, militar español que

llegó al grado de coronel,

hubiese necesitado el permi-

so del rey y no lo solicitó. El

matrimonio religioso no te-

nía entonces valor en Fran-

cia.

Flora conoció en su in-

fancia primero la holgura.

Según el artículo que ella pu-

blicó el 31 de julio de 1838

en el periódico

Le Voleur

en

París, sus padres se hicieron

en Bilbao muy amigos del

joven Simón Bolívar cuando

estaba en vísperas de casarse

con la señorita María Teresa

Rodríguez del Toro y Alaisa.

Los innumerables biógrafos

del Libertador han compro-

bado que éste siguió a la fa-

milia Toro cuando por una

oscura intriga en la corte,

tuvo ella que viajar a Bilbao.

Según el relato de Flora, al-

gún tiempo después de ha-

berse trasladado con su fami-

lia a París, don Mariano en-

contró en una buhardilla de

aquella ciudad, enflaquecido,

pálido y en la más cruel aflic-

ción al joven caraqueño a

quien conociera como novio

feliz en Bilbao. Su esposa

había fallecido en Caracas. La

casa de los Tristán, sigue di-

ciendo ella, fue la única que

él frecuentó durante seis se-

manas porque “necesitaba

del corazón compasivo de

una mujer con quien desaho-

garse” y Teresa fue esa mu-

jer. Luego viajó el futuro Li-

bertador en busca de su

maestro Simón Rodríguez a

Alemania. Dos años más tar-

de, volvió a París. Se había

transformado. Gozaba de

una vida más que lujosa,

sibarítica. Pero la amistad

surgida en Bilbao se mantu-

vo y arraigó. Según Flora, su

madre le contó que cuando

el Libertador visitaba la casa

que ella y el coronel tenían

en Vaugirard, rompía las ra-

mas de los árboles, las yemas

de la viña, las flores, los fru-

tos que encontraba; y que

también arrancaba las fran-

jas de las cortinas, desgarra-

ba con los dientes la pasta de

los libros que estaban en las

mesas y descomponía la chi-

menea con las tenazas. Todo

ello parece inverosímil. Igual-

mente le narró la escena te-

rrible en una gran comida a la

que invitó a personajes del go-

bierno consular de Bonaparte

y que terminó vocingleramen-

te cuando el anfitrión, entusias-

mado con el vino de cham-

paña, acusó al futuro empera-

dor de haber traicionado la

causa de la libertad y de aspi-

rar a la tiranía.

Flora publicó varias car-

tas de Bolívar a Teresa, su

madre. Una de ellas llegó a

ser muy divulgada y se pro-

dujo un largo debate entre los

eruditos sobre quién era la

destinataria. Marcos Falcón

Briceño, en su bello trabajo

Teresa, la confidente de Bolívar

(Caracas, Imprenta Nacional,

1955), demostró al fin de

modo concluyente quién era

ella. La última de estas mi-

sivas, escrita según Flora en

Cádiz en 1807, terminaba con

estas palabras: “Adiós, que-

rida Teresa, o más bien a la

nada... pues usted sabe que

yo no tengo la felicidad de

creer en la vida del otro mun-

do”. Los biógrafos indican,

por el contrario, que Bolívar

se embarcó en Hamburgo en

las postrimerías de 1806; vi-

sitó Boston, Nueva York,

Filadelfia y Charleston; y en

febrero de 1807 estuvo nue-

vamente de regreso en su

país natal. Pudo haber algu-

na verdad en el relato de Flo-

ra; y también mucho de fan-

tasía.

Por uno de los documen-

tos pertenecientes a la fami-

lia Saco Lanfranco, descen-

diente de los Tristán, que

exhumó Luis Alayza y Paz

Soldán en el décimo tomo de

su obra

Mi país

(Lima, 1962),

resulta evidente que don

Mariano contrajo deudas en

Europa. Aparece así la copia

de una escritura referente a

un préstamo que le hizo en

Madrid en 1792 donMariano

Ibáñez. Canceló esta cuantio-

sa obligación su hermano Pío

Tristán en diciembre de 1823.

Mariano Tristán falleció

repentinamente en una aldea

en las afueras de París en ju-

lio de 1807. El Ministerio de

Guerra notificó desde Ma-

drid al virrey del Perú,

Abascal, para que comunica-

se el hecho a sus deudos. No

mencionó la existencia de

esposa o hijos. Sin duda.

Tristán no llegó a hacer tes-

tamento ni a legalizar el ma-

trimonio, si él existió.

La madre de Flora se re-

tiró al campo con ella y con

su hermano menor, hasta

que murió éste y volvieron a

París. El barrio donde enton-

ces se domiciliaron, llamado

“el barrio que sufre”, com-

prueba su miseria. Tenía diez

y siete años Flora cuando en-

tró como obrera en el taller

del grabador Andrés Chazal,

con quien se casó poco des-

pués (1821).

Parece dudosa la afirma-

ción de Flora de que este ma-

trimonio fue impuesto por la

madre. No era mujer para

aceptar esa clase de órdenes

y ya contaba en su educación

sentimental, por lo menos,

con un amor frustrado, el de

un hombre que retrocedió

ante su equívoca partida de

bautismo. Más bien hay, en

esa época, apasionados do-

cumentos suyos dirigidos a

Hace 100 años, Flora Tristán

EN BUSCA

DE LA UTOPÍA

El presente ensayo se publicó a manera de prólogo en la

edición de

Peregrinaciones de una paria

aparecida en Lima en

1946 (Editorial Cultura Antártica). Fue sustancialmente

ampliado y revisado en 1972 y 1977.

Jorge Basadre

F

Juanita Barrenechea de Porras (madre).