LIBROS & ARTES
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Chazal, seis años mayor que
ella, escritos sin freno y sin
ortografía. Pero la decepción
que el matrimonio le produ-
jo es innegable. Tras de la
ruptura, a los cuatro años de
efectuado este enlace, Flora
obtuvo un empleo como
criada de una familia inglesa,
con la cual se trasladó a In-
glaterra. Vino luego una épo-
ca terrible en que, a no ser
por sus dos hijos que le que-
daron de tres que tuvo –Er-
nesto Camilo nacido en 1824
cuya huella se pierde más tar-
de y Alina María nacida en
1825–, habría recurrido al
suicidio. Las persecuciones
de Chazal la obligaron a en-
tregarle en 1832 a Ernesto,
que ya tenía ocho años. Lue-
go, con la hija y un nombre
supuesto, vagó como fugiti-
va, temerosa de un nuevo
sacrificio, a través de Francia,
siendo a veces confundida
con la duquesa de Berry que
entonces conspiraba disfra-
zada. En Angulema halló a
una buena mujer, la señorita
Boruzac, a quien confió la
guarda de su preciosa carga,
puesta igualmente al cuidado
de Phillipe Bertera, de
Burdeos, apoderado de don
Pío de Tristán. Con Bertera
tuvo “una amistad amorosa”.
Según narra ella, se puso
en relación con este herma-
no de su padre don Mariano
desde 1829, por medio de
una carta que trajo al Perú el
capitán Chabrié. En su libro
Peregrinaciones de una paria
transcribe la respuesta de don
Pío escrita en Arequipa con
fecha 6 de octubre de 1830.
Allí dice: “Señorita y mi esti-
mable sobrina: He recibido
con tanta sorpresa como pla-
cer su estimable carta del dos
de junio último. Yo sabía,
desde que el general Bolívar
estuvo aquí en 1825, que mi
hermano muy querido
Mariano de Tristán tenía una
hija en el momento de su
muerte. Antes, el Sr. Simón
Rodríguez, conocido por us-
ted con el nombre de
Robinson, me había dicho
igual cosa, mas como ni el
uno ni el otro me dieron no-
ticias posteriores de usted ni
el del lugar en donde se en-
contraba, no me fue posible
tratar de algunos asuntos que
nos interesaban a usted y a
mí...”
De acuerdo con los tes-
timonios hasta ahora encon-
trados, pasaron dos años sin
que la hija de don Mariano
recibiera ayuda económica
del magnate arequipeño.
Puede constatarse en la co-
rrespondencia entre éste y su
primo hermano Pedro de
Goyeneche radicado en
Francia, documentación pu-
blicada por Luis Alayza y Paz
Soldán, según ya se dijo, en
uno de los últimos tomos de
su libro
Mi país
, que los sub-
sidios fueron iniciados en
marzo de 1832 con 2,500
francos y la promesa de 2,000
más. Ignoramos si es que ella
los solicitó en fecha anterior.
A fines de enero de 1833
se presentó sorpresivamente
ante don Pedro de Goyene-
che, que no la conocía. De
inmediato fue enorme el ca-
riño paternal que le otorgó
éste, seducido por su belle-
za, por su inteligencia y por
las penas y disgustos de su
vida, que le refirió sin entrar
en detalles. La alojó en su
hogar y la trató, según sus
palabras, como “hija propia”.
Ella se había decidido a vol-
ver a la sociedad y a reclamar
amistad, justicia y hospitali-
dad así como sus derechos en
su condición de hija de don
Mariano. En su rostro encon-
tró don Pedro “un parecer e
identidad completa con la de
tu pobre y querido herma-
no”, según escribió a don Pío
en la carta que ella misma lle-
vó y en la que con gran insis-
tencia le instaba a hacerle en-
tera justicia. Se embarcó, sin
previo aviso a don Pío, el 7
de abril de 1833, el día en que
cumplía treinta años, seis días
antes del fallecimiento de su
abuela en Arequipa, hecho
luctuoso que, sin duda, la
perjudicó. El barco en que
viajó fue Le Mexicain, cuyo
capitán era precisamente
–fue una casualidad como
ella afirma o, según parece
más verosímil, un convenio–
el mismo Chabrié que llevó
la carta al Perú en 1829 y que
la amaba apasionadamente.
El viaje demoró cinco
meses. Desembarcó Flora en
Islay y de allí pasó a Arequipa,
donde residió hasta abril de
1834. Su permanencia en el
terruño de sus antepasados
duró (no lo olvidemos) sólo
pocos meses más que los de
la travesía. En la casa de su
familia halló albergue y algu-
nos miembros de ella le de-
mostraron gran afecto. Pero
don Pío le negó terminante-
mente la condición de hija le-
gítima. Se apegó a la ley de
las partidas vigente entonces
en el Perú, pues aun no exis-
tía un Código Civil. Según di-
cha ley, los hijos naturales no
eran herederos ni se les con-
cedía derechos sobre los bie-
nes de su padre o madre fa-
llecidos, salvo cuando existía
la declaración del progenitor
en testamento o por la parti-
da de bautizo. Le ofreció, en
cambio, una pensión. Varias
personas cercanas le pidieron
que permaneciera indefinida-
mente como residente en sus
hogares de Arequipa. Flora
se consideró derrotada, vio
legalizarse su pobreza y se
sintió enferma. Por un ins-
tante, confiesa, tuvo la ten-
tación de ceder a un ímpetu
ambicioso que creyó encon-
trar en el coronel español
Bernardo Escudero, el mejor
aliado para lanzarse a la con-
vulsa política peruana. Viajó
a Lima. Su permanencia en
la capital fue aun más breve
que la de Arequipa. El 5 de
julio de 1834 se embarcó en
el Callao, rumbo a Liverpool.
En total, transcurrió poco
más de un año en su viaje de
ida y vuelta. De su rauda
aventura peruana ha dejado
un libro imperecedero:
Pere-
grinaciones de una paria
, cuyo
prólogo aparece fechado en
París en agosto de 1836.
II
EL REGRESO A EURO-
PA Y EL ESCÁNDALO
Nada se sabe de la visita
de Flora a Liverpool, que fue
su segundo contacto con In-
glaterra. En 1835 editó su
primer trabajo literario:
Ne-
cesidad de dar buena acogida a las
mujeres extranjeras
, que firmó
con sus iniciales y que señala
una orientación feminista e
internacionalista acentuada
más tarde. Chazal, marido
rudo y mediocre, mal repre-
sentante del pueblo por el
que va a sacrificarse ella más
tarde, es un enemigo impla-
cable. En octubre de 1835,
después de varios años de
acechanza, se apodera por la
fuerza de Alina. Como en
una novela de mal gusto, se
suceden las escenas de vio-
lencia. Flora logra recuperar
a Alina, que es alojada en una
pensión. Al mismo año per-
tenece el tercer viaje de Flo-
ra a Inglaterra, bajo circuns-
tancias poco conocidas. En
julio de 1836, Chazal captu-
ra de nuevo a Alina; pero al
“Es sólo en 1838 cuando publica las
Peregrinaciones de
una paria
bajo el lema
Dios, franqueza, libertad!
. Cuenta
Ventura García Calderón que en un artículo publicado en L´Artiste
el señor Pompery afirmó en 1838 que algunas parisienses comenzaron
a usar la saya y manto en homenaje a este libro”.
Guillermo Porras Osores, combatiente en la batalla de Miraflores (padre).