Previous Page  13 / 28 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 13 / 28 Next Page
Page Background

LIBROS & ARTES

Página 11

ero la autora hace una

aclaración cuyas con-

secuencias se verán más

adelante. Ollé señala: “la

poesía – siguiendo a Eielson

– es una manera estética de

ver la realidad. Está en los

cuadros, en las matemáti-

cas, en las novelas y en la

prosa”. Esta afirmación no

es una frase declarativa

más, una abstracción ideal

que suena bien y con la que

nadie estaría en desacuerdo

entendiendo “poesía” en un

sentido amplio. No. Carmen

Ollé es radicalmente cohe-

rente y aplica con consisten-

cia y solidez su idea de la

poesía, lo que implica sin

duda alguna la ruptura de

muchas convenciones “Me

gustaría decirle a la gente,

como dicen los científicos

de la física cuántica ‘aban-

done usted el sentido co-

mún’”. Y con

Una mucha-

cha bajo su paraguas

lo

dice de una manera explíci-

ta y radical: desde el hecho

de que quienes se refieren

al texto se sienten obliga-

dos a escribir que se trata de

una novela y encomillan

“novela” para significar que

no reúne todas las caracte-

rísticas del género, hasta las

circunstancias de su publi-

cación que requieren ser

mencionadas (referencia

nada usual) pues tal infor-

mación parece necesaria

para satisfacer nuestra ma-

nía cronológica clasificato-

ria. El nombrar a

Una mu-

chacha…

como “novela”

resulta inquietante; y el que

haya sido escrita en 1980 y

publicada veinte años des-

pués más inquietante aún,

sobre todo para los críticos;

pero no solo para ellos.

Como lectora, esta in-

formación me lleva a tran-

sitar los peligrosos caminos

de las preguntas hipotéticas

que los historiadores nos

han enseñado a evitar. Sin

embargo, no puedo dejar de

formularlas ¿qué hubiera

pasado si Carmen publica-

ba esta novela en 1980 ape-

nas vuelta al Perú?, ¿qué, si

dejaba guardado el manus-

crito de

Noches de adre-

nalina

? ¿En esos años éra-

mos más o menos anticon-

vencionales de lo que somos

ahora y hubiéramos acepta-

do que rompía las conven-

ciones de la narrativa como

lo hizo Eielson con

Primera

muerte de María

(1958)

o

El cuerpo de Giula –no

(1971)? ¿Se hubiera consi-

derado un experimento y de-

jado de lado para que luego,

años después, los jóvenes

descubrieran algún ejemplar

y convirtieran a

Una mu-

chacha…

en una novela de

culto, arriesgada y a contra-

corriente? ¿Y qué hubiera

pasado, de ser así, con la lla-

mada “poesía femenina”

cuyo punto de partida para

los críticos fue justamente

Noches de adrenalina

(

1981)? La historia de la

poesía de mujeres tal vez

fuera otra en términos de

etiquetas, catego-rizaciones,

movimientos. Quién lo sabe.

Finalmente la historia es

como fue: a su regreso de

París Carmen Ollé trajo dos

manuscritos y eligió para su

publicación el “poemario”,

tan arriesgado como la “no-

vela”; pero es posible pen-

sar que aquello que se ca-

taloga como “poesía” per-

mite más libertades y rup-

turas de modo que los pri-

meros lectores le debieron

haber aconsejado que resul-

taba más “normal” optar por

Noches…

que por ese ex-

traño texto en prosa que de-

bió aguardar veinte años en

un cajón. El en cierto modo

escándalo que causó

Noches

de adrenalina

facilitó su di-

fusión y generó controversia,

lo que permitió que no fuera

ignorado. De haber optado

por publicar la novela, géne-

ro cuyos parámetros suelen

ser más disciplinadamente

respetados, es posible que

hubiera pasado desapercibi-

da.

En cualquier caso, todo

esto corresponde al ámbito

de la recepción, de la críti-

ca, de la historia y del ca-

non. Más me interesa des-

tacar el primer punto al que

aludí al inicio al referirme a

la ruptura de convenciones,

aquello de novela entre co-

millas. En 1980, como aho-

ra en el 2002,

Una mucha-

cha

… parece resultar un

texto de difícil clasificación.

La pregunta es por qué, lue-

go de tantos experimentos

y diversas propuestas narra-

tivas, un texto en prosa pre-

sentado como una narración

incomoda al punto de no

saber cómo nombrarlo. Sin

duda alguna no se trata de

un relato con principio, me-

dio y final; los hechos na-

rrados no están engarzados

bajo el principio de las re-

laciones de causalidad, no

hay una trama ni ordenada

ni voluntariamente desorde-

nada de manera que el lec-

tor pueda recomponerla; los

personajes no están cons-

truidos al amparo de ciertas

reglas básicas que los cons-

tituyan como tales. Todo

eso es cierto, como lo es que

Una muchacha...

no pasa-

ría la prueba de quien la

examina bajo esos criterios.

Lo que ocurre es que la na-

rración de Carmen Ollé pro-

pone unas claves de lectura

que están en las antípodas

de las usuales. En primer

lugar elude, consciente y

voluntariamente, el relato

realista. Más cerca de la

pintura y de la música, el re-

lato compone cuadros a par-

tir de imágenes que provie-

nen de la asociación libre,

del pensamiento ensimisma-

do; y desarrolla melodías in-

conclusas como lo son las di-

vagaciones de la mente. El

lector solo puede asirse a la

frágil solidez de una narra-

dora que se sitúa en Lima,

en Menorca o en Paris; que

recorre y nombra calles, ca-

fés y algunas pocas habita-

ciones donde viven sus ami-

gos pero que es capaz de

decir: “Estoy en el Medite-

rráneo. Podría estar en cual-

quier otro lugar sintiéndome

la misma criatura insólita y

sorprendida”, o: “No impor-

DESDE EL

ENSIMISMAMIENTO

Giovanna Pollarolo

Carmen Ollé

P

ta que esté ahora en Lima o

en otra ciudad del mundo si

permanezco encerrada den-

tro de mi habitación verde”,

o: “A veces las ciudades no

existen sino fuera de uno

mismo. Las ciudades se re-

ducen a unas cuantas calles,

a dos o tres ambientes más

o menos frecuentados según

el estado de ánimo”. Así

como precisa los lugares y a

la vez los difumina, el tiem-

po es tratado también desde

una particular percepción. Se

nos hace saber que estamos

a finales de los setenta pero

ningún acontecimiento per-

mite fijar el tiempo. Todo el

relato no es sino un largo fluir

de la conciencia de una voz

que nos informa que tiene

una hija, un esposo que es

poeta, unos amigos que son

poetas y unas amigas que son

esposas o amantes; que ca-

mina en verano o en invier-

no sola o con la niña, que

fantasea amores, que desea

y ama. Pero no es esta in-

formación anecdótica lo que

interesa sino el modo y el lu-

gar desde donde estas cir-

cunstancias o episodios son

percibidos y narrados. El eje,

el centro, la columna verte-

bral, aquello que construye el

texto y, creo yo, desde don-

de debe leerse, es la absolu-

ta orfandad, la irremediable

y estructural soledad de esa

voz que nos habla ocultán-

dose bajo un paraguas, léa-

se, el ensimismamiento, el

mundo interior. No es por eso

casual que constantemente

la voz de la muchacha re-

flexione sobre el estar en sí

mismo como un vicio cuya

adicción es incurable; dolo-

rosa pero ineludible.

Así, es desde el propio

ensimismamiento como se

construye este relato cuya

voz proviene de la misma

“criatura insólita y sorpren-

dida” de

Noches de adrena-

lina

que es quien reescribe

bajo un paraguas esta nove-

la por medio de la cual Car-

men Ollé demuestra que su

concepción de la poesía es

realizable. Solo falta ahora

que los lectores abandonen

el sentido común y sean ca-

paces de aceptar que existen

otros sentidos, otras formas

de ver, de hablar y de rela-

tar, con o sin comillas.

En una reciente entrevista, Carmen Ollé afirma

haber desechado el poema clásico, el verso libre incluido.

Muchos entenderán que estas palabras explican que en los últimos

años “se haya pasado a la narrativa” con la publicación de las

novelas

Por qué hacen tanto ruido

(1992),

Las dos caras

del deseo

(1994) y

Pista falsa

(1998)

.

Carmen Ollé.

Una muchacha

bajo su paraguas.

Lima, Santo

Oficio, 2002, 97 pp.

“En 1980 como ahora en el 2002,

Una muchacha

… parece

resultar un texto de difícil clasificación. La pregunta es por qué,

luego de tantos experimentos y diversas propuestas narrativas,

un texto en prosa presentado como una narración incomoda

al punto de no saber cómo nombrarlo.”