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que había merecido nuestra confianza por haber pelea–
do por la causa de la Independencia en Caracas, per–
tenecía más a su nación por sus principios que podía
por aquel motivo pertenecer a nosotros
y
a la moral;
él
se negó haber recibido nada para mí; convencido por
el testimonio del mismo tesorero que le dió mis pagas,
y
después de toda intervención de la autoridad se que–
dó con una que desesperé de cobrada porque ví que
lo protegía esta misma autoridad en quien el hábito de
despreciar los derechos de los americanos podía más
que la contradicción que hacía ver en esta cónducta con
los principios que proclamaba.
Ya no nos quedaba sino un arbitrio
y
era para nos–
-otros el más violento,
y
del que generalmente se nos
presagiaba un mal suceso, era el de hacer una repre–
sentación a la superioridad; la hice por las invitaciones
de mi compañero,
y
por el recuerdo de las promesas
que había recibido de Don Agustín Argüelles estando
éste preso en Ceuta conmigo,
y
la dirigí por el conduc–
to del gobernador de ésta,
y
por el de oquel caba:lle:ro.
La contestación de éste fué mandarme la licencia de mi
libertad
y
una carta de atención al correo inmediato.
Pudimos de esta manera encaminarnos
o;
Cádiz sin
embarazos. Allí el juez de arribadas mandó e'l cumpli–
miento del decreto de las Cortes que señalaba 10 rea–
les diarios a ios americanos que tenían mis circunstan–
cias, en su virtud se me dió la cantidad de cinco mee
ses,
y
nos mandó aguardar en Algericas todos' los demás
socorros para nuestra conducción a América,
y
se nos di–
jo que no pudiendo ir ningún buque nacional estaba en–
cargado el cónsul español para proporcionar uno inglés.
Aguardamos el cumplimiento de estas promesas todo
el thempo que bastó para persuadirnos que no se ve–
rificarían jamás,
y
que el decreto de las Cortes era un
acto de fervor que había pasndo para dar lugar a an–
tiguos hábitos
y
preocupaciones nacionales. Entonces
nos quedaba todavía una dificultad bien grave en tener