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rem1s10n a España, aunque a otros fué igual; tenía 84
años, pero las heridas de mi corazón habían sido pro–
fundas
y
repetidas por la mitad de este espacio para
no conservarse vivas
y
hacerme juzgar con exactitud del
contraste que hacían los cuidados
y
dulzura de mi com–
pañero con la tiranía y aspereza de los que me condu–
jeron a España; y cuando no hubiese conservado esta
memoria, el capitán Hague del buque
Retrive
en que
veníamos me la hubiese despertado; me ha hecho creer
además que fué seguramente de los que hacían el co–
mercio de negros. La exposición de nuestra miseria no
le impidió tomar por nuestro pasaje doscientos pesos y
ponernos así en estado de embarcarnos só-lo con cinco
libras de tabaco por todo rancho.
A los
1
O días de navegación caí en un desfallecimien–
to que me puso en agonía; él era producido por el ma–
reo y porque los alimentos de gaHeta
y
carne mal co–
cida no eran susceptibles ni aun de la masticación que
yo podía hacer, y porque estando sobre la cubierta al
rigor de las fuertes impresiones que mi edad ya no po–
día sufrir, el detrimento de mis fuerzas debía ser extra–
ordinario.
Hubiera perecido seguramente en esta ocasión sin el
interés y celo de mi compañero por mi conservación.
Sus instancias las más vivas consiguieron del capitán
un huevo, con el que me administró un alimento conve–
:niente, el único de que mi situación era capaz y que
me restituyó la vida y sin el cual hubiera muerto. Es–
te ejemplo de humanidad de mi compañero, ni el espec-
(2) El primer jardín de Europa fué el de Padua, formado
fíor un decreto de la república de Venecia el 30 de Junio de
1545. Bernoardo Díaz, que acompañó a Cortés, Herrera, Solís,
refieren que en América habían jardines donde se cultivaban
plantas medicinales para la utilidad pública; por consi1guiente,
1fueron más anHguos que en Europa,
y
se podría oorrer sobre
el cuadro científico de Ba.cón con igual certidumbre, par.a mos–
trar esta verdad, si los límites de este .papel lo permitiesen.