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consiguió por medio sólo de su celo poder tener como

darme estos socorros, porque el hospital los daba a la

miseria tan mal, que era mejor renunciarlos, sin hacer–

lo a otras pequeñeces que eran las únicas porque me.

mantenía allí,

y

estuve 20 días; en eJlos jamás este hu–

mano compañero permitió que muriera en mí la espe-–

ranza de mi libertad ni la de ver la América.

Luego que me vió con alguna resistencia volvimos a

emprender la navegación a Algeciras con mejor suce–

so que antes. Allí fuí presentado al general Don

Oe-–

metrio O'Dali, americano,

y

por eso su recibo no fu&

tan acre como generalmente había sido para mí todo

el que me hacían las autoridades de España; además,

me permitió andar libremente; esto

y

la hospitalidad hu–

mana

y

generosa de Don José Gonzalo,

y

la facilida d

con que el vicario eclesiástico le permitió a mi comp a –

ñero decir misa, mejoró mucho nuestra posición; al fa–

vor de ella estuve sano del brazo a los 4 meses.

Había cuidado siempre mi compañero en la debilidad

de mi situación de ocultarme los obstáculas para mi

li–

bertad antes de haberlos vencido, mas aquí viendo que

para hacerlo era necesario mi cooperación, me dijo que

mi libertad todavía no era un bien con que podía con–

tar totalmente, que tenía solamente la precisa para in–

troducirnos furtivamente a Gibraltar,

y

que para esto

contábamos con la protección de un hombre que la h a–

bía prometido.

Por 18 meses nos alimentó esta esperanza,

y

a l c abo

de ellos nos desengañamos que este mismo hombre con

aire de benefactor, sólo nos había querido vender este

bien; cuando él vió que no podíamos satisfacer su co–

dicia nos aseguró la imposibHidad de servirnos.

Entonces también conocimos con más claridad q ue

no podíamos conseguir nuestra fuga sino por un des–

embolso superior a nuestra capacidad;

y

és:ta se h abía

empeorado por nuestra larga ma nsión,

y

p orque el apo–

derado Francisco Irnardi, para cobrar e n Ceuta , aun-