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muy laudable todo el esmero
y
proligidad con que pro-·
curó obtener este objeto, por cuya consecución tan cos-·
tosa como le ha sido podía prever ninguna
recompen~
sa más que la satisfacción de su corazón.
La esperanza de mi libertad ya muerta la de volver·
al Perú, con la pintura más halagüeña del nacimiento,
espíritu,
y
progresos de la revolución en América, fue–
ron los resortes que tocó para causar en mi alma e1
trastorno más saludable y extraordinario que se pue–
de sentir en esta edad, sin fatigas corporales, con nue–
vas y dulces sensaciones que no había tenido en 40
años; el mundo y mi situación eran totalmente nuevas.
Luego que renació en mí la esperanza de volver a
América fué mi más vivo deseo; tan larga mansión con
los europeos no había producido ningún vínculo en mi
cora.zón hacia nada, ni nadie; me hallaba después de
este espacio de media vida lo mismo que en el primer
día de mi llegada,
y
si tenía mi corazón algo demás
era el cúmulo de males que había sufrido
y
la aver–
sión que las fieras podían inspirar. Tal vez esto se atri–
buía a alguna insensibilidad, mas yo sólo conozco ser
efecto de una muy exquisita que podía discernir lo que
en Europa se ha sustituído a la de la naturaleza que
es la sumisión más vil al dinero.
La vejez rica puede contar allí con todos los socorros
de las luces y la industria, ella tiene poder
y
comodidad;
la vejez pobre excita el desprecio
y
provoca la opresión
hasta de los infantes; pero en favor del americano ni
el oro mismo tiene influjo, que todos se creen con de–
recho a poseerlo y acaban por despojárselo; esta ver–
dad estaba grabada en mi corazón por hechos tan no–
tables que siempre hubiera mirado con horror en cual–
quiera estado de libertad y fortuna esta sociedad.
Pero si las relaciones de este mi singular amigo so–
bre el estado de América eran lisonjeras
y
me arran–
caban lágrimas de ternura a torrentes, recordándome los
desastres de mi hermano
y
demás sacrificados en el