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solo tengo que decir que ha sucedido lo que clebia suceder,

i

que se embargaron por el Gobierno de la Confederacion desde

que el de Chile renovó las hostilidades. Yo hubiera querido

tener algun derecho o algun pretesto para reclamarlos; pero no

he encontrado ninguno, porque es un principio conocido de

todo el mundo; que desde que se rompen la<i hostilidades, todo

lo que corre"'ponde al enemigo es buena presa.11

Hablaremos ahora del jeneral boliviano don Francisco Ló–

pez de Quiroga, a quien hemos visto en secreta connivencia con

el jenera] Blanco Encalada i en disposicion de rebelarse contra

Santa Cruz. Recordaremos que, despues de las comunicacio–

nes i acuerdos entre ámbos jcnerales al tiempo que el ejército

restaurador tocó en Arica, intentó Blanco saber definitivamen–

te a qué atenerse en órden a los planes revolucionarios de Ló–

pez, i al efecto le escribió desde Arequipa, sin lograr contesta–

cion, quedando a oscuras aun de la suerte que cupiera al men–

sajero que llevó a Tacna la respectiva correspondencia. Entre

tanto, si hemos de creer en el testimonio de Irizarri

(26),

poco

despues de la ocupacion de la ciudad de Arequipa por el ejército

chileno, la division de

900

hombres que López tenia en Tacna,

fué a reunirse con las fuerzas de Cerdeña en Puquina, lo que se

verificó el

18

Octubre, sin que Blanco tuviese de ello la menor

noticia. López, contrariado sin duda por este movimiento i no

contando con la obediencia de la tropa, la abandonó acompa–

ñado solo de un oficial Morales, que estaba preso (probable–

mente el mas tarde célebre jeneral Morales, yerno de López)

i

se dirijió a Chuquisaca, donde esperaba encontrar organizado

un poderoso partido contra Santa Cruz. Mas, parece que en la

capital no halló los elementos revolucionarios que se imajinaba,

i

se <lió maña para conseguir del Vice-Presidente de Bolivia

don Mariano

E.

Calvo, un salvo conducto que Je facilitara el

tránsito hasta la frontera del sur, donde apareció luego a la

cabeza de una guerrilla o montonera hostil al Gobierno pro–

tectoral.

No

fué

mas feliz en este nuevo intento, pues acabó por aban–

donar tambien la montonera, dirijiéndo e solo i desesperado al

(26) dmpugnacion a los artículos de

El Mercurlo,

etc.»