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u8 -

departamento de Santa Cruz,

i

alli se entregó al fin al jeneral

Velasco, de cuyo carácter blando

i

compasivo esperaba no solo

ser tratado con humanidad, mas tambien ser empeñosamente

recomendado a la clemencia del Gobierno.

Con referencia a estas aventuras de López, dice don Mariano

E.

Calvo:

11

Poco despues vinieron las novedades del compasi–

ble jeneral López. ¿Qué hizo entónces el lugarteniente de San–

ta Cruz, el a esino de los liberales, el tirano de los

pueblo~?

(27)

Allanarse a darle salvo conducto; insinuarse despues con el je–

neral Santa Cruz i defenderlo hasta molestarlo. Bajo el núme–

ro

7

(28), puede verse el intere5 con que tomé su proteccion i lo

que ella me ocasionó. El murió; pero su familia desolada, su

viuda triste, sus huérfanas i de. consoladas hijas no dirán que

e~toi

salpicado con su angre, ni que llevan por mí el luto i el

dolor. Ciudadanos respetables de la capital fueron arrastrados

a los calabozos de Oruro; mas no pueden decir que) o les hice

remachar los grillos, i quizas en la correspondencia tomada al

ex-Prefecto Hernández, habrán visto los buenos oficios que hacia

por ellos en tan delicados momentos, buenos oficios por el

muerto i por los vivos, que dieron márjen para que se me pre–

sumiera complicado con ellos i se alarma e la desconfianza del

ex ·protector11

(29).

Despues de leer el pasaje que queda trascrito, nadie dirá

que el jeneral López murió de enfermedad natural. Las pala–

bras de Calvo inducen lójicamente a pensar que López murió

ejecutado o de otra manera violenta, sobre lo cual debió de ser

fidedignamente informado el vice-presidente de Bolivia.

11

López

murió11, dice sencillamente Calvo, omitiendo indicar el jénero

de muerte que aquél tuvo. E inmediatamente añade: 11pero su

familia desolada, su viuda triste,

us huérfanas i desconso–

ladas hijas no dirán que estoi salpicado con su sangre, ni

que llevan por mi el luto i el dolor11. ¿No parece claro que

(27) Estos

i

otros dictados por el estilo se le dieron a Calvo, despues de

la caída de Santa Cruz, por el partido que en Boli,·ia e llamó de la Res–

tauracion.

(28)

Véase Apéndice, letra M.

(29) «La Proscripcion

i

a defensa de Mariano Enrique Calvo.-Su·

ere- 1840».