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pa, empleó toda su astucia
i
sagacidad en demostrar al jefe del
ejército chileno el profundo horror con que Protector miraba
la guerra, sus vivas simpatías por la nacion chilena, sus deseos
de vivir con ella en la mas perfecta amistad, su buena disposi–
cion para dar todo jénero de satisfacciones i seguridades, com–
patibles con el honor, a trueque de conseguir una paz perdura–
ble; su confianza, por fin, en los sentimientos caballerosos, en la
alta probidad
i
en el juicio encumbrado i recto del teniente je–
neral
i
vice-almirante chileno, cuyo nombre ilustre i glorioso
ya en los fastos de la guerra de emancipacion de la América
española, no podía ménos que ser una prenda de paz i de con_
fraternidad entre los pueblos emancipados. La entrevista de
Paucarpata fué la última mano a esta obra de socaliña
i
de
seduccion. Herrera, que parecía haber sido elejido
~ por
Santa
Cruz como el ajente mas idóneo para esta obra (14), se adelantó
con un cuerpo de oficiales a recibir con la mas esquisita corte–
sía al jefe del ejército chileno; salió en seguida· el Protector,
que lo estrechó en sus brazos con efusion
i
lo invitó a conferen–
ciar con la franqueza de la amistad. Bien se deja presumir
hasta dónde iria el encarecimiento del jefe de la Confederacion
en órden a sus disposiciones benévolas i amistosas para con Chile
i
su Gobierno, para con el mismo ejército que tenia al frente, i
en particular, para
co~
su ilustre jeneral en jefe, el bravo captor
de la María Isabel.
I
todo este lujo de amabilidad i cortesanía,
todas estas protestas de amistad, todo este interes por la paz,
cuando el Protector tenia la victoria en la mano! .... Blanco
se retiró poco ménos que hechizado i positivamente resuelto a
celebrar la paz.
Tocante a los diversos planes i operaciones que el jeneral
Blanco pudo emprender con éxito mas seguro, en vez de mar-
(14)
No faltó quien pensara que el jeneral Herrera en la referida visita
se a vanzó hasta hacer entender a Blanco que el Protector estaba dispuesto
a retirarse a Bolivia i dejar libre el territorio del Perú, con tal de evitar la
guerra con Chile. (Apéndice, letra G.) Esta suposicion nos parece invero–
símil. El mismo jeneral Herrera en las negociaciones de Sabandía, que se
iniciaron pocos días despues, comenzó por declarar a Irízarri, segun queda
ya referido, que no oiría proposicion ninguna que tuviera por objeto alte–
rar el réjimen político constituido en la Confederacion Perú- boliviana.