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una cosa es el abastecimiento diario de un pueblo o de un ejér–

cito,

i

otra mui distinta la acumulacion

i

reserva de los bastimen–

tos indispensables para atravesar el período de un asedio o em–

prender una campaña. Siempre que se intentó en Arequipa

reunir víveres para la subsistencia del ejército durante algunos

días, se tropezó con dificultades que nadie acertó a salvar, ora

porque faltaba el dinero necesario, ora porque no se hallaban

contratistas i proveedores que echaran sobre sí la responsa–

bilidad de tales contratos, corriendo el doble peligro de no ser

pagados i de provocar las venganzas i persecuciones de las

autoridades del Protector. La caja o la comisaría del ejército

chileno solo babia llevado los fondos necesarios para el pago

regular de soldados i oficiales, por un breve tiempo, contán–

dose, por lo <lemas, con que los pueblos mismos del Perú pro–

veerían a Ja subsistencia de la fuerza invasora. Por eso la pri–

mera medida del Gobierno provisional encabezado por La

Fuente, fué imponer por manera de empréstito forzoso a los

propietarios de Arequipa, una contribucion de quinientos pesos

diarios, que, con escepcion de cuatro o cinco dias,

fué

constan–

temente recaudada i sirvió para el rancho cuotidiano de la

tropa; pero río podia servir para mas. Blanco abandonó de mui

buen grado al Gobierno provisional esta medida odiosa, que

juzgaba contraria a su carácter de aliado i amigo de los pueblos

peruanos;

i

por esto rechazó tambien todo arbitrio violento para

proveerse de víveres

i

recursos pecuniarios, como pensaba el

coronel Vivanco que debió hacerse

i

se hace en todo caso de

necesidad (6). Puede ser mui bien que en aquellos dias la carne

cesos que precedieron a los tratados de paz, dice que, a medida que el ejér–

cito protectoral se aproximaba a la ciudad de Arequipa, «de é ta salian sin

cesar víveres

i

socorros de toda clase hácia los puntos ocupados por nues–

tros cuerpos ... )) I mas adelante añade: «Entre tanto innumerables habi–

tantes de Arequipa vinieron al cuartel jeneral,

(de

Paucarpata)

comunica–

ban noticias de lo que pasaba en el pueblo i suministraban socorros

i

pro–

visiones a nuestras tropas ...

»

Por su parte, don Antonio José de Irizarri, en su «Defensa de los tratados

de Paucarpatan sostuvo antojadizamente que ni con dinero, ni por la fuerza

habria podido el ejército chileno adquirir víveres, porque no los babia.

(6) Declaracion de Vivanco en el proceso citado. Es preciso reconocer,