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todo trance los azares de la guerra i hasta el triunfar de un pue·

blo que no le habría perdonado jama::- su derrota

i

habria bus–

cado el desquite hasta encontrarlo.

11El jeneral Blanco (leemos en la poco feliz defensa que de él

hizo ante la corte mardal el coronel don Pedro N. Vida!) ha

sido igualmente un modelo de sagacidad. ¿Quién habria conse–

guido en aquel lance imponer a la soberbia de Santa Cruz?

¿Quién arrancarle las concesiones del tratado? ¡Ah, señores! este

documento ha sido tachado de ignominioso; pero sea de esto lo

que fue1e, no me negareis vosotros que, por su contexto mismo

no tiene mas valor que el que le diera nuestro Gobierno; que

por él no mejoraba la posicion de Santa Cruz ) reportando nos–

otros, entre otras ventajas, la importantísima de salvar el ejército,

ese ejército benemérito cuya suerte se hallaba tan comprome–

tida, ese ejército que el Gobierno miraba como la columna del

6rden, i que en el caso imprevisto de la no ratificacion de los

tratados, podía volver al Perú) como ha sucedido, con otros

auxilios, otras fuerzas i con esperanzas mas fundadas Je la,vic–

toria. Pero si el jeneral tuvo bastante sagacidad para recabar

del enemigo ventajas tan considerables, no la tuvo para preveer

el modo como se apreciaría su conducta, ni la fatal acojida que

le aguardaba.11

(15)

Visto está que, segun el parecer del defensor del jeneral

Blanco, el tratado fué bueno, por cuanto devolvió al pais mas o

ménos íntegras las fuerzas que, mediante la reprobacion del

mismo tratado, volverian luego a emprender nueva campafía,

con otros auxilios i con esperanzas mas fundadas de victoria.

Fué ésta, sin duda, una de las causas de mas entidad que previ–

nieron en favor de Blanco, la opinion de sus jueces, si bien

hubieran podido éstos censurarle el no haber obtenido de Santa

Cruz los recursos necesarios para retirarse cómodamente con el

ejército, con todo su equipo i los caballos. El Protector, que

anhelaba positivamente la paz, habría proporcionado de la me–

jor voluntad todos los elementos que pudieran facilitar el desen–

lace que mas le preocupaba, que era objeto de sus desvelos i

ensueños i colmaba sus mas vehementes deseos, cual era la ce-

(15)

Proceso citado.