- 189 -
un hombre salido del mismo pueblo comunicó a Blanco que el
enemigo, sabedor del movimiento del ejército chileno, se había
retirado a Puquina. El ejército hizo alto; pero Blanco, acompa–
ñado del jefe del Estado Mayor, de un destacamento de caba–
llería
i
las compañías de cazadores, se adelantó hasta penetrar
en Poxi, donde no hallaron persona alguna que diera noticia
cierta de los enemigos. El ejército contramarchó a Arequipa.
Las noticias sobre las fuerzas
i
movimientos del enemigo ,
fueron por muchos dias inexactas o falsas, µor la incapacidad
i
tal vez mala fe de los espías. Supo al fin el jeneral de un modo
positivo que los batallones Arequipa
i
primero de la Guardia se
habían incorporado a la division de Cerdeña; que el jeneral Ló-
, pez, con quien no habia podido comunicarse por falta de espías,
habia fugado para Chuquisaca, abandonando su division, que
se reunió a la de Cerdeña; que Santa Cruz, con ochocientos a
novecientos hombres, marchaba a tomar el mando del ejército
del Centro; que el jeneral Herrera habia llegado tambien con
el continjente de dos compafíías que había en el Cuzco; que la
oposicion, tan decididamente pronunciada en el Congreso de
Bolivia, habia desaparecido; que el movimiento hecho por la
guarnicion de Oruro, habia sido sofocado por el pueblo; 11que el
diputado Sampértegui, primer campcon de la oposicion, conver–
tido despues
en vil esclavo de Santa Cruz
(segun espresion de
una carta que recibió el jeneral de La Fuente) habia enjuiciado
i
condenado al oficial que acaudilló aquella insurreccion;
i
que
los arjentinos no se movian despues de la accion de Humahua–
ca.11 Supo ademas que los batallones
2.
0
i
5.
0
se dirijian desde
Tu piza el uno, desde Jauja d otro, a incorporarse a la division
de Cerdeña, la que con este continjente ascenderia a cerca de
cinco mil hombres; miéntras
Ja
division de Vijil, destacada del
norte, se aproximaba a retaguardia del ejército chileno.
En tal situacion, cuando el ejército invasor carecia de medios
de movilidad, de víveres, de vestuario apropiado para atravesar
la cordillera, teniendo al frente un enemigo superior, era impo–
sible emprender un movimiento ofensivo contra él, buscándolo
en las posiciones ventajosas que a cada paso le ofrecia una dila–
tada sierra. El honor de la madre patria no reclamaba en ma–
nera alguna el sacrificio de tres mil de sus mejores hijos.