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t8r

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contradiccion con muchos de los súbditos extranjeros residentes

en los Estados de la Confederacion i aun en Chile mismo,

i

con

la opinion i los deseos de mas de un gobierno poderoso, par–

ticularmente del de Inglaterra, que desde el principio se habia

mostrado satisfecho de la política exterior del Protector, i cuyas

simpatías

i

apoyo procuraba éste asegurarse a toda costa.

Hemos hablado ya de la mediacion pedida por Santa Cruz

al Gobierno de S. M.

B.

para conjurar la guerra con Chile, i de

la contestacion favorable de dicho Gobierno, el cual, con efecto,

ofreció sus buenos oficios a las dos partee; contendientes. Es–

ta mediacion

fué

ofrecida al Gobierno de Chile, cuando ya es–

taban bastante adelantadas las operaciones de la campaña con–

tra Santa Cruz. El Gobierno, sin embargo, no creyó político ni

conveniente rehusar los buenos oficios de una nacion tan pode–

rosa i respetable, i en consecuencia lo'i aceptó o aparentó acep–

tarlos, pero con la reserva de consultar en punto de tanto inte–

rcs la opinion del Gobierno de las provincias arjentinas, a quien

consideraba como aliado suyo, por el hecho de estar tambien

en guerra con el Protector.

Entre tanto, fracasada la expedicion con que Chil e habia da–

do un tiento a la fortuna, los ajentes d el Gobierno ingles tanto

en esta República, como en los Estados de la Confederacion,

se persuadieron de que, aun en e l caso de no ratificar los trata–

dos de Paucarpata, el Gobierno chileno renunciaría a continuar

las hostilidades i miraria en la mediacion de la Gran Bretaña

un arbitrio salvador. Pero el Gobierno de Chile sabia mui bien

que la interposicion amistosa del de Inglaterra tenia por base

el reconocimiento de la Confederacion

i

del protectorado de

Santa Cruz, i por tanto la renuncia de parte de Chile al propó–

sito capital de restablecer la independencia absoluta d el Perú i

de Bolivia. Grande fué la sorpre"a de los ajentes británicos,

cuando vieron aparecer el decreto de r 8 de Diciembre, en que

no solo se reprobaban los tratados de Paucarpata, mas tambien

se mandaba

pro~eguir

la guerra contra el Protector.

El cónsul jcneral d e I nglaterra en Chile Mr. Walpol pidió

inmediatament e una e ntrevi sta al mi smo Presid ente d e la

Re–

pública, en cuya presencia deseal>a cunferenciar con los miem.

bros del Gabinete.