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cionario, sin combatir, dejando reconocido e incólume el réji–

men político que habia ido a destruir, i salvo i ufano

i

consa–

grado por la amistad de Chile al autor

i

usufructuario de ese

réjimen creado por la astucia

i

por la fuerza. ¡Cómo habia de

resignarse el orgullo nacional en semejante resultado! ¡Cómo

aceptar un órden político abiertamente contrario a los princi–

pios de gobierno adoptados por la América española desde su

emancipacion! ¡Cómo rendir párias i ofrecer leal amistad a un

caudillo poseído de la pasion de gobernar

i

fatalmente inclina–

do a los manejos insidiosos,

i

al cual se atribuían las mas repro–

badas intrigas contra Chile

i

particularmente contra su Gobier–

no! Aquí estaba el vicio capital de los tratados de Paucarpata,

i

aquí la razon principal de su rechazo. (5)

Exaltáronse mas los ánimos, cuando apareció el decreto su–

premo que reprobaba los tratados

i

mandaba la continuacion

de la guerra. Las cámaras lejislativas respondieron con entu-

(5)

Aun las personas que, por su posicion oficial i su estricta subordina–

cion al Gobierno de la RepúbHca, se hallaban en el caso de no adelantar su

juicio sobre el tratado, no vacilaron en hacerlo francamente, como arras–

trados por el patriotismo ofendido. Así el Encargado de Negocio de Chile

en el Ecuador, don Ventura Lavalle, escribia al Gobierno en oficio de

14

de Diciembre de 1837, lo que sigue: «Hoi hace nuern dias que recibí la

nueva fatal del tratado de paz que el jeneral Blanco hizo en Paucarpata con

el jeneral Santa

Cru~,

i aun no vueh·o todavía de Ja sorpresa que me ha

causado este suceso inesperado. La vista mas perspicaz no puede penetrar

el oscuro'misterio donde se esconde la verdadera causa de esta desgracia;

i

entre el cúmulo de reflexiones qL.:e hago para buscarla, veo con dolor que

ninguna puede justificar un paso tan contrario a las protesta i compromi–

sos del Gobierno de la Nacían chilena. Ansío por saber cuál sea Ja deter–

minacion que tome S.

E.

el Presidente, i el efecto que haya causado en Ja

República el inaudito

i

tan estraordinario desenlace de nuestra guerra ªl

jeneral Santa Cruz. En estas circunstancias la ciudad de Guayaquil ha deja–

do ver mas que nunca la simpatía que tiene por nuestra causa Un duelo

jeneral han hecho todos sus habitantes por tan infaustas noticias, formando

un contraste singular con los sentimientos de los señores que componen

las autoddades superiores de este departamento. Ellos son los únicos que

unidos a los intereses del señor Rocafuerte, han manifestado siempre su

deseo por el triunfo del jeneral Santa Cruz))... (Enviado de Chile en el

Ecuador, 1836

a

1840, tomo

r.

0

.-Archivo del Ministerio de Relaciones

Ex–

teriores).