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Tampoco satisfacia al

Araucano

la forma en que por el ar

tículo 9.

0

del tratado reconocia el Gobierno protectora} a favor

de Chile, el millon i medio de pesos o la cantidad que resultase

cedida al Perú i entregada a su Plenipotenciario Larrea i Lore–

do, del empréstito contratado en Lóndres por el Gobierno chi–

leno en

I 822.

Segun dicho periódico, la deuda a que se referia

el artículo 9.º, aparecia disminuida o cancelada en porcion con–

siderable,

u

porque una buena parte del dinero prestado al Perú

no fué entregado a don José Larrea

i

Loredo, si no invertido

con su anuencia, o pasado a manos de su sucesor don Juan

Salazar.11

En nuestro concepto, el defecto grave que pudo tacharse a la

cláusula relativa a la deuda del Perú a favor de Chile, era el

siguiente. La suma que hasta cntónces creia el Gobierno chile–

no tener derecho de cobrar al del Perú, era como de doce mi–

llones de pesos, proviniendo la mayor parte de ella, de los gas–

tos ocasionados por las campañas anteriores en favor de la

independencia de aquel pais. Es cierto que los gobiernos pe–

ruanos se habian negado a reconocer esta deuda, alegando que

esas campañas las babia emprendido Chile por su propia segu–

ridad, supuesto que era un paso indispensable para la existen–

cia i tranquilidad de los gobiernos independientes de la Améri–

ca del Sur, el abatir al poder peninsular en el virreinato del

Pen'1. Esta cuestion habia quedado pendiente. Mas, ya que los

plenipotenciarios de Chile se acordaron de ella en el momento

de tratar con el Gobierno de la Confederacion perú- boliviana, no

debieron estipular lisa i llanamente el reconocimiento del millon

i

medio de que se ha hecho mencion, pues ello importaba en

cierto modo el renunciar al cobro del resto de la deuda; sino

que ademas de esta estipulacion i a fin de ahorrar una discusion

para la que no estaban suficientemente preparados, debieron, a

lo ménos, acordar i expresar que el arreglo por el resto de la

deuda reclamada por Chile, seria materia de una convencion

posterior.

A la verdad, ni estos ni otros defectos que se motejaban al

tratado, eran de gran momento para el Gobierno, ni para la

opinion pública, que fácilmente los habrian disimulado, a no

mediar la circunstancia de haberse retirado el ejército expedí-