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LIBROS & ARTES

Página 7

zado, la obliga a satisfacer sus

deseos sexuales, amenazán-

dola con una navaja.

...

Sin embargo, como el

lector (más que el especta-

dor) puede argüir, todas las

recreaciones de la memoria

–que en la escena se presen-

tan en secuencia, según el

orden que acabamos de ilus-

trar– se desarrollan parale-

lamente, cada una en la men-

te de un personaje diferen-

te, puesto que Meche (el ele-

mento desencadenante) se

les presenta a todos en el

mismo momento, estimu-

lándolos de igual manera.

Y la intuición se convier-

te en evidencia en el último

cuadro, titulado «Fin de fies-

ta», que comienza con una

escena que pertenece al pla-

no analéptico, y no es más

que la continuación de la

memoria de la Chunga. En

este paso, según se despren-

de de los parlamentos, nos

encontramos en los últimos

minutos de aquella noche

evocada. Poco antes del ama-

necer, Meche está a punto

de marcharse. Al despedir-

la, la cantinera le aconseja

que desaparezca para siempre

de la ciudad. Así que el re-

cuerdo de la Chunga, que

había empezado en el segun-

do cuadro del primer acto

(«Meche») y se había con-

cretado en el octavo cuadro

del segundo («Dos amigas»),

se concluye ahora, después

de haber sido fragmentado

por las varias reconstruccio-

nes de los Inconquistables,

cerrando el ciclo de la ana-

lepsis y dando la idea de

cómo las inserciones de los

demás recuerdos no eran

interrupciones sino interfe-

rencias de pensamientos

contiguos.

Me parece oportuno se-

ñalar que los pensamientos

de los personajes no sólo son

contiguos sino también re-

currentes. De hecho, el plan-

teamiento de la pieza sugie-

re que el episodio de la evo-

cación de Meche no está su-

cediendo únicamente en esa

noche fatídica de aburri-

miento, sino que ocurre to-

das las noches, habiéndose

convertido ya en un rito. Y

el rito se repite porque es el

único recurso para que la

imaginación tome el vuelo

haciéndole vivir a cada uno

de los personajes la realidad

que le hubiera gustado. Lo

que nos propone el autor,

pues, es un episodio paradig-

mático de todas las noches

de borrachera y monotonía

que los Inconquistables pa-

san en la mugrienta tasca

suburbana. Y los últimos

parlamentos del drama nos

confirman que la obra de

Vargas Llosa es la presenta-

ción de lo que Genette defi-

ne una escena iterativa:

12

J

OSÉ

(Antes de cruzar el

umbral, como repitiendo un

rito)

¿Mañana me cuentas lo que

pasó esa vez con Mechita,

Chunga?

L

A

C

HUNGA

(Cerrándole

la puerta en las narices)

Que te lo cuente la que ya

sabes.

Afuera los inconquistables

se ríen, festejando la grosería.

La Chunga […] apaga la lám-

para […] se deja caer en la

cama, quitándose apenas las

sandalias.

V

OZ

DE

L

A

C

HUNGA

Hasta mañana, Mechita.

13

...

El hecho de que los coti-

dianos recuerdos se desarro-

llen de forma superpuesta,

nos hace deducir que el tiem-

po utilizado para poderlos

dramatizar en la escena es

mucho mayor del que haría

falta si la ficción pudiera se-

guir fielmente los ritmos de

la realidad. Pero el menor

tiempo que deberían ocupar

las evocaciones no se debe

sólo a que los recuerdos, que

en realidad están superpues-

tos, se representan en se-

12 Cfr. Gérard Genette, op.

cit., pág. 175.

13 Mario Vargas Llosa,

La

Chunga

, cit., pág. 117.

14 Ibidem, págs. 61-64.

15 Ibidem, pág. 80-82.

16 Idem,

La verdad de las

mentiras

. Lección inaugural de los

Cursos de verano 1989 de la Univer-

sidad Complutense de Madrid, Ma-

drid, Universidad Complutense, 1989,

pág. 11.

17 Mario Vargas Llosa, El tea-

tro como ficción, introducción a Kathie

y el hipopótamo, cit., pág. 10.

cuencia uno tras otro, sino

también a que el remolino

de la memoria, que corre a

la velocidad del pensamien-

to, se tiene que englobar en

el tiempo cronológico, que

se modula según un ritmo

objetivo, mucho más lento.

Así que para demostrar la

proporción entre la tempo-

ralidad anímica y la de los

relojes, esta última se ten-

drá que detener, para dejar

percibir la velocidad de la

primera.

El ejemplo más evidente

de esto lo da el largo paso

que va del cuadro titulado

«Especulaciones sobre Me-

che» (que empieza en la pá-

gina 61) hasta el que lleva el

título «Fantaseos sobre un

crimen» (que termina en la

página 85). Entre estos dos

cuadros, se insertan otros

dos, «Alcahuetería» y «Un

amor romántico», que ocu-

pan las páginas 65-79, y co-

rresponden, como ya se ha

visto, a la analepsis drama-

tizada del recuerdo de Litu-

ma. Como se recordará, an-

tes de que arranque el

flash-

back

, en el tiempo presente

en que se está evocando a

Meche hay una especie de

discusión entre los Incon-

quistables; y, durante la con-

versación, Lituma conjetu-

ra que la joven ha desapare-

cido porque ha sido asesina-

da por Josefino. A este pro-

pósito son muy claros los

varios parlamentos de Litu-

ma que –entresacados de los

diálogos en los que se inser-

tan– damos a continuación

como si fuera un único par-

lamento:

L

ITUMA

.- ¿Quieren saber

una cosa? A veces pienso que

la desaparición de Mechita

es un cuentanazos de Josefi-

no […] Una mujer no puede

hacerse humo así nomás

[…] ¿Sabes lo que pienso a

ratos, Josefino? […] A veces

pienso que se te pasó la

mano, compadre. Pudo dar-

te celos que la Mechita pa-

sara la noche con la Chun-

ga. Estabas furioso, acuérda-

te que habías perdido hasta

la camisa. Regresaste a tu

casa hecho una fiera. Nece-

sitabas desahogarte. La Me-

chita estaba ahí y pagó el

pato. Muy bien se te pudo

pasar la mano.

14

Cuando se pasa del pre-

sente de la conversación re-

cién citada a la escena ana-

léptica (representada en las

tablas tal y como Lituma la

vive en su memoria), segui-

mos la reconstrucción de

aquel recuerdo hasta el mo-

mento en que Mechita, dis-

puesta a seguir al hombre que

la quiere locamente, se va a

su casa a preparar la maleta

para fugarse con él. Aquí ter-

mina la dramatización de lo

que rememora el Inconquis-

table; y esta, en la escena,

dura aproximadamente unos

diez minutos, durante los

cuales el tiempo de la con-

versación entre los parro-

quianos necesariamente se

ha tenido que parar. Así que,

al volver al presente de la

tasca, nos encontramos otra

vez con aquel diálogo sobre

el posible homicidio de Me-

che, que se reanuda como si

la escena construida por la

memoria de Lituma, a la que

acabamos de asistir, no se

hubiera representado nunca:

E

L

M

ONO

.- ¿Por qué no?

Lituma tiene razón, pudo

ocurrir así. Cierren los ojos

e imagínense a la Mechita.

Entra rápido a la casa miran-

do a un lado y a otro […].

J

OSÉ

.- Se pone a hacer su

maleta a la carrera […] ante

el terror de que llegue el

Gran Cafiche […].

[…]

L

ITUMA

.- Entonces lle-

gaste tú. Antes de que ter-

minara la maleta […] Te le

fuiste encima, a la bruta.

Quizá con la idea de darle

sólo una paliza. Pero se te fue

la mano y ahí quedó la po-

bre.

15

...

Es evidente, pues, que en

la obra corren dos tiempos

fundamentales, con ritmos

diferentes: el lento presente

de la evocación y el vertigi-

noso tiempo de la memoria.

Este último, puesto que

no está supeditado a los

eventos, es como si ya no

formara parte de la realidad;

por ello puede tener ritmos

moldeables, estar abierto a la

invención y permitir la al-

teración o la rectificación de

los recuerdos. Por tal razón,

es en este plano donde los

personajes intentan alcanzar

la plenitud: si es verdad que

«querer ser distinto de lo que

se es es la aspiración huma-

na por excelencia»

16

, en el

tiempo de la memoria cada

uno puede aplacar los deseos

que soliviantan la existencia

humana, huyendo de aque-

lla realidad que, al impedir

la realización de muchos sue-

ños, es «el origen de la infe-

licidad, la insatisfacción y la

rebeldía del hombre».

17

Catania, Sicilia. Mayo 2011.

“En un local de las afueras de Piura, se reúnen unos amigos con Josefino, el más mujeriego del grupo”.