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Página 12

LIBROS & ARTES

Por dónde comenzar?

Acaso la primera señal,

o la última, de que algo

iba a cambiar mi vida fue

el teléfono, que sonó re-

petidas veces a finales de

abril. Alguien insistía con

desesperación o vanidad,

y pensé que se trataba, sin

duda, de alguien confun-

dido. Se sabe que los nú-

meros equivocados nunca

están ocupados, así que el

mío podía ser un número

perfecto. Cuando contes-

té, presionado por la mo-

lestia del timbre, nada de

lo que creía, por supues-

to, resultó cierto. Era Gio-

vanny Márquez, un viejo

amigo mío, abogado ex-

perto en bienes culturales,

y su voz se oía lejana, dis-

torsionada, descortés. Ha-

bía retornado de España

con la noticia de la des-

trucción de un millón de

libros en la Biblioteca Na-

cional de Bagdad (Dar al-

Kutub wa al-Watha’iq)

Desesperado y deprimi-

do, me explicó que una

comisión internacional

iría a Iraq a confirmar esta

mala noticia, con apoyo

de la Unesco, el Centro de

Estudios Árabes y otras

organizaciones. Dos uni-

versidades latinoamerica-

nas, además, me postula-

ron como experto en el

tema. Márquez insistió en

que debía ir porque, en

efecto, había pasado mi

vida entera dedicado a es-

tudiar el problema de la

biblioclastia, el nombre

griego que se da a la des-

trucción de libros, y era

una oportunidad única de

comprobar lo aprendido.

Y así fue como todo, súbi-

tamente, cobró un senti-

do que me era ajeno.

Para inicios de mayo de

2003 salía rumbo a París y

luego a Jordania. Desde

Ammán llegué hasta el

puesto de Karama y, tras

un recorrido de 600 kiló-

metros por la llamada «au-

topista del miedo», a Bag-

dad. Fue un mal viaje, y

como era de esperarse en-

fermé debido al calor (en

ese entonces las tempera-

turas llegaban a los 50 gra-

dos centígrados). Una vez

instalado en el hotel, pasé

una noche sin ventilado-

res ni agua, pero me repu-

se; ya bien temprano, supe

que me quedaba poco

tiempo y debía aprovechar

cada minuto, lo que me

obligó a recordar el con-

sejo de mi antiguo jefe de

la época en que vendía

enciclopedias y biblias

para poder estudiar: el

modo más rápido de en-

contrar algo es buscar otra

cosa. Se suponía que de-

bía acudir a la CPA (Coa-

lition Provisional Autho-

rity) a interrogar a los nor-

teamericanos sobre lo ocu-

rrido, pero desestimé esa

opción, en claro desafío, y

preferí echar un vistazo

por mi cuenta, bajo mi

propio riesgo. Mi plan, en

verdad, era el más senci-

llo que pueda imaginarse:

ir, tomar apuntes, escuchar

a los empleados iraquíes

partidarios o enemigos de

Saddam Hussein. Lo que

averigüé y vi, vale la pena

advertirlo, me produjo un

insomnio que aún perma-

nece. Habría sido mejor,

tal vez, olvidar, pero uno

olvida para que todo, de

nuevo, lo sorprenda. Las

LADESTRUCCIÓNDE

LA BIBLIOTECA DE BAGDAD

El «genocidio» cultural en Iraq

¿

Fernando Báez

Fernando Báez participó en la comisión respaldada por la Unesco que visitó Iraq para

evaluar los daños en la Biblioteca Nacional de Bagdad y lo cuenta en este artículo. Entre

otros textos, desaparecieron ediciones antiguas de

Las mil y una noches

, de los tratados matemáticos de Omar

Khayyam, los tratados filosóficos de Avicena (en particular su

Canon

), Averroes, Al-Kindi y Al-Farabi, las

cartas del Sharif Hussein de La Meca, textos literarios de escritores universales, manuales de historia sobre la

civilización sumeria… El secretario de Defensa norteamericano,

Donald Rumsfeld, a manera de excusa ante estos hechos, comentó que «la gente libre es

libre de cometer fechorías y eso no puede impedirse».

«La sala de lectura, el fichero de madera con el catálogo de todos los libros y los estantes mismos habían sido literalmente arrasados sin piedad».