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LIBROS & ARTES

Página 3

embargo, la solución se co-

noce desde el principio:

Doña Adriana, personaje de

edad indefinible, ya en las

primeras páginas de la novela

le revela a Lituma que uno

de los desaparecidos ha sido

sacrificado para aplacar a los

espíritus de las montañas

que moran en la región, he-

cho del que está segura, por-

que lo ha leído en las líneas

de la mano del hombre, la

noche anterior a su desapa-

rición. Por lo tanto, el fin

de la investigación no es

únicamente el de descubrir

algo encubierto, sino tam-

bién, y sobre todo, el de ex-

plicar una realidad incom-

prensible, enigmática, inve-

rosímil: tratar de aceptar y

comprender lo que a prime-

ra vista es tan absurdo que

hasta parece ridículo, fruto

de la locura de una vieja bru-

ja.

La novela empieza con la

denuncia de la tercera des-

aparición, hecha por una

mujer indígena que habla en

quechua, lengua que a Litu-

ma le causa la impresión de

una «música bárbara». Pero

no es sólo la diferencia lin-

güística lo que marca la abis-

mal distancia entre Lituma

y el resto de la población de

Naccos. Es, sobre todo, la

expresa desconfianza de los

serruchos

, a lo que cabe aña-

dir su naturaleza especial-

mente supersticiosa, ya que

creen en los espíritus de las

montañas, los

apus

, capaces

de manifestarse en cuerpo de

toro, serpiente o cóndor, a

los que ofrecen chicha y co-

mida. Para completar el cua-

dro se añade la presencia im-

palpable pero constante de

los

senderistas

, por lo que Li-

tuma y Tomás viven con el

terror de un ataque, presos

de un fatalismo que se ex-

presa a veces con franco hu-

mor negro.

De esta manera se esta-

blece la situación en la que

se desarrolla la historia de la

novela, es decir la represen-

tación narrativa de la reali-

dad andina desde el punto de

vista de un personaje com-

pletamente extraño a ella,

perteneciente a otra cultu-

ra, con ambiciones, menta-

lidad y estilo de vida que

nada tienen en común con

lo que sucede en la Sierra,

representada más bien con

una atmósfera oscura

4

.

En su estructura general,

la novela se divide en dos

partes: en la primera, el de-

sarrollo de la investigación

de Lituma es interrumpido

por cinco episodios que re-

latan sendas acciones de

Sendero Luminoso, tres de

las cuales involucran a los

tres desaparecidos. En la se-

gunda parte, en cambio, apa-

recen varios relatos sobre

pis-

htacos

(los vampiros andinos)

y sobre el pasado de doña

Adriana y de su compañero

Dionisio. Estos relatos son

narrados en primera perso-

na por la misma Adriana, y

conducen a la solución del

misterio de las desaparicio-

nes. Se puede decir, enton-

ces, que la primera parte de

la novela corresponde a la

hipótesis política de solución

del enigma, la que al princi-

pio parece ser la más racio-

nal, también para Lituma y

Tomás, mientras que la se-

gunda parte revela la natu-

raleza mítica y religiosa del

misterio.

Sin embargo, el nexo

entre los episodios de vio-

lencia política y el enigma de

las desapariciones tiene un

doble nivel. En primer lugar,

lo más obvio es explicar las

desapariciones con las accio-

nes de Sendero. Como se ha

dicho, Naccos se encuentra

en una zona de emergencia,

bajo la constante amenaza

de los

terrucos

. Por lo tanto,

Lituma se convence de que

los desaparecidos o bien han

sido víctimas de Sendero, o

bien se han incorporado a

sus filas. En síntesis, Sende-

ro Luminoso funciona en la

investigación de Lituma

como falsa pista racional.

Pero a un nivel más profun-

do, la existencia de Sendero

es en sí misma un hecho

inexplicable e irracional: re-

presenta la emergencia de

una enorme carga de violen-

cia, una especie de lúcido

delirio organizado, que has-

ta parece tener cierto carác-

ter ritual, y que es difícil com-

prender sin utilizar catego-

rías más de tipo antropoló-

gico que de análisis político.

5

Tan es así, que en la novela

se abandona en cierto mo-

mento la representación de

la realidad de Sendero, para

incluirla tácitamente en la

representación de la segun-

da parte, en la que prevalece

el aflorar de una realidad

mítica y religiosa.

Como decíamos, en la

novela la investigación de

Lituma implica sobre todo

que se empiece a considerar

posible lo que antes parecía

simplemente increíble: es

decir, que realmente los ha-

bitantes de Naccos hayan

sacrificado a los tres desapa-

recidos; que realmente Dio-

nisio y Adriana los hayan

impulsado a cometer un acto

tan desmesurado. Pero, para

considerar posible todo esto,

es necesario poseer una no-

ción del

sacrificio

que expli-

que su sentido desde el pun-

to de vista de quien lo lleva

a cabo o lo ordena; es decir,

por medio de una explica-

ción de su función y de su

valor en el marco de una

determinada concepción re-

ligiosa o de cierto conjunto

de creencias. De hecho, para

Lituma es posible creer que

realmente haya habido un

sacrificio humano sólo a par-

tir del momento en que ha-

bla con un profesor danés,

profundo conocedor de la

antigua cultura de los Incas

y de otros pueblos andinos

(como los Chancas y los

Huancas), quien le explica el

sentido que para esos pue-

blos tenían los sacrificios

humanos, ofrecidos a los es-

píritus de las montañas. A

partir de este encuentro, Li-

tuma empieza a cobrar inte-

rés por las historias de ma-

gia y superstición popular -y

deja de burlarse de ellas- por-

que ahora puede enmarcar-

las en un esquema interpre-

tativo coherente, de tipo

histórico y etnológico.

Esto no significa que Li-

tuma empieza a creer él mis-

mo en las historias de ma-

gia, sino tan sólo que empie-

za a considerar plausible y

verosímil que los

serruchos

crean en ellas hasta llegar a

cometer un sacrificio con

una víctima humana. Lo que

le hace cambiar de opinión,

como hemos dicho, es des-

cubrir que aquello

ya ocurría

,

en la antigüedad, y que por

lo tanto, puede

volver a ocu-

rrir

. Análogamente, la irra-

cional violencia de Sendero

Luminoso se explica mejor

si se toma en cuenta la anti-

gua y ancestral violencia pre-

sente en la región, ya que un

discurso exclusivamente po-

lítico no parece suficiente

para comprenderla de mane-

ra cabal.

Pero además, en la nove-

la aparece otro agente decisi-

vo para lo acaecido: la pareja

Dionisio-doña Adriana, per-

sonajes cuyos nombres remi-

ten expresamente a los mi-

tos y a las prácticas del culto

de la religión dionisíaca.

4

Escribe Vargas Llosa: «Franca-

mente, no veo cómo podría subsistir

una cultura mágico-religiosa con las

prácticas cotidianas de una sociedad

industrial moderna. La supervivencia

del quechua es sin duda posible y ojalá

se generalice la educación bilingüe [...]

Pero si la sociedad andina se moderni-

za, aun si continúa hablando quechua,

esa identidad cultural preservada hasta

ahora gracias al semi inmovilismo his-

tórico en que la explotación y la margi-

nación han mantenido al pueblo indio,

habrá irremediablemente cambiado de

fondo y de forma y adquirido esos ras-

gos comunes que son, en todas partes,

los de la modernidad». En Juan M.

Ossio Acuña,

Las paradojas del Perú

oficial

, Pontificia Universidad Católi-

ca del Perú, Lima, 1994, pp. 16-17.

Reflexiones más amplias sobre estos te-

mas también en: Mario Vargas Llosa,

La utopía arcaica, José María Ar-

guedas y las ficciones del indigenis-

mo

, Madrid, Alfaguara, 1996.

5

Así describe Vargas Llosa en la

novela el episodio de un «juicio popu-

lar» senderista: «Fatigados, confundi-

dos, sin mirarse las caras unos a otros,

los vecinos se sentían como después de

la fiesta del santo patrono, luego de

beberse todo lo que se podía beber, y

comer, bailar, zapatear, pelear, rezar,

sin dormir a lo largo de tres días y tres

noches, cuando les costaba tanto es-

fuerzo hacerse a la idea de que esa gran

explosión de aturdimiento e irrealidad

había terminado y que debían acomo-

darse a las rutinas cotidianas. Pero

ahora sentían todavía más desconcier-

to, un malestar más profundo, ante

esos cadáveres insepultos, arrebozados

de moscas, que empezaban a pudrirse

bajo sus narices, y las espaldas magu-

lladas de los que habían azotado. To-

dos intuían que Andamarca nunca

más sería la que fue» : Mario Vargas

Llosa,

Lituma en los Andes

, Plane-

ta, Barcelona, 1993, p. 81.

REVISTA DE CULTURA DE LA BIBLIOTECANACIONAL DEL PERÚ

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LIBROS&ARTES

Editor

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