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Página 4

LIBROS & ARTES

DIONISIO Y ADRIANA

(DIONISOS Y ARIADNA)

¿En qué sentido puede

entenderse la operación de

re-escritura y adaptación del

«mito de Dionisos» realiza-

da por Vargas Llosa en

Litu-

ma en los Andes

? ¿Y con qué

objetivo, o con qué función

o valor narrativo?

Comencemos analizando

la función de la pareja mito-

lógica en el desarrollo del

relato. Desde el principio los

dos personajes parecen po-

seer un saber, y quizás tam-

bién un poder. Conocen to-

dos los secretos, y es posible

que sean capaces de manipu-

lar las conciencias de los

pobladores del campamento.

Aunque inicialmente le pa-

rezcan más bien charlatanes,

Lituma siempre se siente in-

comodo e inquieto ante

ellos. Pues ocurre que, en la

representación propuesta por

el narrador, tanto Dionisio

como doña Adriana son a la

vez ridículos y tenebrosos,

grotescos y peligrosos. La

marca de su origen mitoló-

gico, de su poder sobrenatu-

ral, se reconoce principal-

mente en el efecto que pro-

ducen sobre los demás, en el

temor y disgusto que provo-

ca en Lituma su presencia, y

que lo induce a imaginar que

en su ausencia se dediquen a

todo tipo de actos obscenos

e inmundos.

La re-escritura del mito

que hace Vargas Llosa nos

presenta el retrato de una

pareja de ex-dioses no sólo

humanizados, sino también

envejecidos: Dionisos y

Ariadna no han ascendido al

cielo, como se relata en otros

textos, sino que, cansados

de errar sin rumbo, han ter-

minado por establecerse en

un miserable y tristísimo

campamento de obreros,

donde gestionan la única

cantina del lugar, a la que

acuden sólo los hombres, y

donde cansadamente Dioni-

sio trata de animar el am-

biente sirviendo

pisco

y ha-

ciendo el payaso. Humani-

zación, degradación, cierta

parodización: es esta la cla-

ve de la re-escritura del mito

en la novela, más que la

adaptación de los elementos

exteriores que caracterizan la

nueva ambientación andina

del mito: los espíritus de las

montañas, los

pishtacos

, la

adivinación por medio de las

hojas de coca, el hecho de

que en las procesiones que

Dionisios todavía encabeza-

ba hacía algunos años parti-

cipaban músicos y bailarines

andinos, y no, por supuesto,

de la Grecia antigua.

Sin embargo, la degrada-

ción no elimina del todo el

carácter tétrico y sombrío de

la pareja; aunque, más que

un terror divino, lo que am-

bos provocan es un irresisti-

ble disgusto, como las náu-

seas por algo que, aun sien-

do repugnante, no deja de

ejercer cierto poder de atrac-

ción. Y en efecto, el acto que

Dionisio y doña Adriana

impulsan a cometer a los

obreros del campamento es

absolutamente serio: el sacri-

ficio de tres hombres duran-

te sendas ceremonias culmi-

nadas en ritos de antropofa-

gia. Así pues, detrás de la

máscara de un hombrecillo

rechoncho y bufón, y de una

vieja bruja aparentemente

atolondrada, se revelan los

aspectos más terribles del

mito y de la religión dioni-

siaca: el rito en el que se sa-

crifica y devora una víctima

humana.

La misma doña Adriana

se encarga de exponer la fun-

ción y la razón del rito: se

trata de una actualización (o

de una repetición) del mito

y del rito del sacrificio del

rey (del mismo Dionisos, en

el mito, de sus sustitutos hu-

manos, en el rito), práctica

cultural de la antigüedad

cuya función era regular y

equilibrar los ciclos cósmi-

cos y agrícolas según el prin-

cipio del intercambio: la

muerte a cambio de la ferti-

lidad, la sangre del hombre

como oferta a las fuerzas ca-

paces de generar la fecundi-

dad y la vida. Explicación que

tiene la virtud de establecer

una conexión y un vínculo

entre las prácticas de la reli-

gión dionisiaca y los sacrifi-

cios humanos de las cultu-

ras andinas precolombinas,

en cuanto expresiones de un

mismo sentimiento religio-

so, de una manera común de

concebir la relación del hom-

bre con el cosmos.

De esta forma Vargas

Llosa rebasa los límites de

una problemática exclusiva-

mente andina para alcanzar

una dimensión universal y

general: el problema no es el

pasado andino (el pasado

como lo que retorna), sino

el pasado del hombre en ge-

neral, el pasado de todos. Y,

refiriéndonos al presente, no

sólo la violencia en los An-

des, sino también la que se

da en muchas otras partes

del mundo.

Los mitos y los ritos de

iniciación, de los dioses que

mueren y retornan, expre-

sión de casi todas las cultu-

ras agrícolas de la antigüe-

dad, guardan estrecha rela-

ción con los mitos estacio-

nales, con la repetición cí-

clica de la lucha entre el cos-

mos y el caos (la lucha entre

la vida y la muerte, según las

palabras de doña Adriana) en

gran parte de las culturas an-

tiguas. Así pues, fundamen-

tándose en esta conexión, la

operación narrativa de Var-

gas Llosa logra enmarcar los

acontecimientos que suce-

den en los Andes en una

problemática universal, ex-

presada a través de la refe-

rencia al mito: demostrar

cómo, en situaciones de cri-

sis, la civilización, que nun-

ca llega a ser perfecta, puede

sufrir el rebrote de fragmen-

tos de pensamiento mítico

(supervivencias de lo que se

pensaba antropológicamen-

te muerto y superado por la

civilización), que encuentran

una nueva y trágica función

subjetiva y colectiva. Las

sociedades en estado de an-

sia, angustia, precariedad e

incertidumbre, producen sus

monstruos, fantasmas míti-

cos que regresan. Cabe re-

cordar, en efecto, que para-

lelamente a la publicación de

la novela, Vargas Llosa tam-

bién se ocupaba, en varios

artículos para la prensa, del

regreso de la barbarie en la

ex-Yugoslavia. Y es precisa-

mente en el marco de un dis-

curso sobre los aconteci-

mientos de los Balcanes que

el autor desarrolla algunas

reflexiones sobre el signifi-

cado del mito de Dionisos:

Es el mito de la regresión,

del retorno a lo primitivo y

a lo bárbaro, a esa irraciona-

lidad que desde el nacimien-

to de Occidente hemos es-

tado tratando de erradicar y

controlar con un éxito muy

relativo. [...] La civilización

basada en la razón ha traído

un progreso extraordinario y

ha supuesto un paso decisi-

vo en la humanización de la

vida. Pero junto a esto, hay

una fuente del goce y del pla-

cer que esa cultura racional

ha secado o debilitado. Des-

de entonces hay una nostal-

gia por ese mundo puramen-

te emotivo y pasional. Nie-

tzsche lo describió en

El na-

cimiento de la tragedia

cuando

hizo la división entre lo apo-

líneo y lo dionisíaco. Lo apo-

líneo es lo civilizado, pero

también representa la auto

represión, una cierta auto-

mutilación en lo que la vida

tiene de más salvaje y explo-

sivo. Es verdad que es una

terrible fuente de violencia,

pero también fuente tre-

menda de goce y dicha

6

.

En todo caso, la novela

no propone una identifica-

ción absoluta entre la posi-

bilidad de una dimensión

espiritual y sagrada en la cul-

tura andina, y su manifesta-

ción nefanda y ‘literal’ (la del

sacrificio humano). Lituma,

que ha ido más allá de su

inicial escepticismo, vive en

cierto momento una expe-

riencia de contacto con la

muerte y con las fuerzas na-

turales de los Andes: es

arrastrado por una avalancha

de piedras y barro desde la

cumbre de una montaña,

pierde el sentido, pero des-

pierta más tarde sin una he-

rida. Esta experiencia lo

acerca a una sensibilidad es-

piritual propia del mundo

andino: siente la montaña,

percibe su vida, su alma; en-

tiende que le ha salvado la

vida. Después de esta expe-

riencia, se siente como si hu-

biese vuelto a nacer. Todo

esto cambia también la acti-

tud de los peones del cam-

pamento: ya no ven en Li-

tuma al extranjero del que

hay que desconfiar, sino que

llegan a tratarlo como uno

de ellos. Además, la expe-

6

Rocío García, «Vargas Llosa se

enfrenta al nacionalismo cultural», cit.

En el mismo artículo, Vargas Llosa es-

cribe: «El nacionalismo serbio, que al

ser el más poderoso es el que causa más

daño, no me parece peor que el nacio-

nalismo croata o el bosnio. Lo mons-

truoso son los nacionalismos de unos y

de otros. [...] El nacionalismo es, des-

de la caída del comunismo, el gran ene-

migo de la cultura democrática y de la

libertad. Hay que combatirlo, porque

reaparece con el cuchillo entre los dien-

tes y manchado de sangre, pero a veces

aparece en forma de caballeros muy

civilizados que dan argumentos muy

racionales y que parecen un modelo de

discreción pero que en el fondo repre-

sentan también esa fuerza terrible, ex-

clusiva, intolerante e irracional que está

detrás del nacionalismo»

riencia parece otorgarle a

Lituma un poder especial: el

de visualizar, como en una

visión mágica, la ceremonia

del sacrificio de uno de los

desaparecidos, en una origi-

nal re-elaboración del mo-

mento de la reconstrucción

del delito, típica del género

policiaco. Por lo tanto, la

dimensión espiritual y de lo

sagrado no se niega comple-

tamente en

Lituma en los

Andes

.

Pero, en todo caso, el fi-

nal de la novela revela la te-

rrible culminación de los sa-

crificios, enfatizando al mis-

mo tiempo la sensación re-

pugnante que el horrible

banquete ha dejado en los

que lo consumieron: el obre-

ro que le cuenta a Lituma lo

ocurrido, le confiesa tam-

bién que el sabor de la carne

humana es algo de lo que no

logrará librarse jamás, como

el recuerdo de una culpa que

habrá de acompañarlo hasta

la muerte.

Y es precisamente este

resurgir ‘literal’ del mito, en

un contexto que parecía es-

tar a salvo de su influjo (nues-

tro presente), lo que consti-

tuye una verdadera revelación

que nos deja desarmados.

Empleada con gran sensibili-

dad narrativa como golpe de

efecto final, en ella se cifra el

problema identificado al prin-

cipio: es decir, si realmente

la Historia está condenada al

«retorno del mito» en su for-

ma terrible de culpa y casti-

go; a la imposición de un te-

rrible precio de sangre, con

la esperanza, en el mejor de

los casos, de que florezca la

vida. Y si realmente habrá

que pagar siempre este pre-

cio, por más absurdo que pa-

rezca.

Bari, Italia, junio 2011

“De esta forma Vargas Llosa rebasa los límites de una problemática

exclusivamente andina para alcanzar una dimensión universal y

general: el problema no es el pasado andino (el pasado como lo que

retorna), sino el pasado del hombre en general, el pasado de todos.

Y, refiriéndonos al presente, no sólo la violencia en los Andes, sino

también la que se da en muchas otras partes del mundo”.