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Página 6

LIBROS & ARTES

dad cronológica, es necesa-

rio reducir la velocidad de

esta última y hasta detener-

la. Así que, a pesar de que

las aproximadamente dos

horas del desarrollo de la

acción de un drama se suelen

encontrar en perfecta sincro-

nía (o, mejor dicho, isocro-

nía) con el tiempo del espec-

tador, por su planteamiento

estructural el «relato prime-

ro» de

La Chunga

, aunque

dura del comienzo al final del

drama, corresponde efectiva-

mente sólo a unos cuantos

minutos de tiempo real.

...

A esta obra se le puede

aplicar la definición de «dra-

ma narrativo», acuñada por

Gonzalo Torrente Ballester

quien, refiriéndose a

Ana

Kleiber

de Alfonso Sastre,

consideraba que:

[...] pertenece a esa clase

de dramas, tan usados, que

pueden justamente llamarse

narrativos y que consisten en

un relato [...] algunos de cu-

yos momentos [...] en vez de

contarse, se representan.

6

Como en cualquier dra-

ma narrativo, también en

La

Chunga

se encuentra la ins-

tancia que hace posible la

dramatización de la analep-

sis: es decir, el «narrador

generador».

7

Para mayor pre-

cisión, en la obra hay una

serie de narradores genera-

dores que proyectan en las

tablas los eventos de la me-

moria, cada uno desde su

propia perspectiva.

Sin embargo, la fase ana-

léptica no comienza con un

recuerdo individual sino con

una escena común a todos los

personajes del momento pre-

sente. Se trata del

flash-back

colectivo de cuando Meche

aparece por primera y única

vez en la tasca de Piura.

Como todos los parroquia-

nos han asistido a este even-

to, se puede considerar que

la dramatización del episo-

dio se da desde un enfoque

objetivo, aunque al princi-

pio parece rememorado sólo

por la Chunga. Después de

haber evocado la memoria de

la joven e ingenua mucha-

cha, a través de toda una se-

rie de bromas y groserías por

parte de los Inconquistables,

en la acotación el autor nos

comunica que:

Mientras Josefino hace el

brindis y los inconquistables

beben, entraMeche, con la len-

titud y el ritmo de un ser que

viene al mundo desde la memo-

ria […] La Chunga la mira

venir con los ojos cada instante

más abiertos, más brillantes,

pero los inconquistables no ad-

vierten su presencia. En cam-

bio, la Chunga está ahora con-

centrada en esta imagen con tal

fuerza que es como si, para ella,

el instante presente perdiera

consistencia, se diluyera, cesa-

ra. También las voces de los

inconquistables se atenúan, ra-

lean.

8

Aunque por la acotación

parece que la aparición de

Meche es percibida nada más

que por la Chunga, en reali-

dad se trata sólo de un mo-

mentáneo desfase temporal,

que sirve para poner de re-

lieve que la cantinera es la

primera en recuperar el re-

cuerdo que, con tiempos di-

ferentes, aflorará idéntico a

la mente de todos los demás

personajes.

El primer parlamento

que sigue a la acotación ci-

tada –el del Mono– nos in-

dica que la visión de la esce-

na que el público ve repre-

sentada pronto formará par-

te del recuerdo de todos los

Inconquistables:

E

L

M

ONO

.- Nunca me voy

a olvidar de la cara que pusiste

cuando entró aquí la Meche esa

vez, Chunga, Chunguita.

¡Quedaste petrificada!

9

Tras un breve diálogo

entre los parroquianos y la

Chunga, precedida por una

nueva acotación arranca por

fin la escena de la memoria

que hemos definido colecti-

va:

Josefino se levanta, imper-

ceptiblemente, y, saltando del

presente al pasado, de la reali-

dad al sueño, viene a colocarse

junto a Meche, a la que toma

del brazo con aire de propieta-

rio.

J

OSEFINO

.- Buenas noches,

Chunguita. Te presento a Me-

che.

M

ECHE

(Estirando la mano

a la Chunga)

Mucho gusto, señora.

[…]

L

A

C

HUNGA

(Devorándo-

la con los ojos […])

Así que tú eres la famosa

Meche. Bienvenida. Creí que

éste no te iba a traer jamás.

Tenía muchas ganas de cono-

certe.

10

La escena sigue en

flash-

back

hasta el final del primer

acto, que se concluye con la

resignada aceptación, por

parte de la joven, del trato

entre Josefino y la Chunga.

Y los títulos de los cinco cua-

dros que pertenecen a esta

primera parte nos dan la idea

de la progresión con la que

avanza la acción: «Una par-

tida de dados» (la circuns-

tancia de donde parte la re-

cuperación del recuerdo),

«Meche» (el elemento des-

encadenante de la memoria),

«Un gallinazo y tres manga-

ches» (la caracterización de

los Inconquistables), «Mari-

machos y mujeres» (la carac-

terización de la Chunga y de

Meche), «Una prenda» (el

alquiler de la joven).

Al subir de nuevo el te-

lón, el segundo acto empie-

za con la misma escena: los

Inconquistables siguen ju-

gando a los dados y la Chun-

ga continúa sentada aparte

en su mecedora. Pero ahora

el tiempo de la acción es de

nuevo el presente. Y el mis-

mo Vargas Llosa se encarga

de subrayarlo en la primera

acotación para que el desti-

natario de su obra (que evi-

dentemente no es el espec-

tador –el cual no puede leer

sus puntualizaciones–, sino

el lector) pueda percibirlo en

seguida y orientarse mejor en

el continuo vaivén tempo-

ral de la pieza:

Al levantarse el telón la po-

sición de los actores reproduce

exactamente la del inicio del pri-

mer acto. Estamos en el pre-

sente de la historia, mucho des-

pués de aquel episodio de Me-

che. Los inconquistables juegan

a los dados […].

11

En este segundo acto, la

objetividad de la memoria

cede el paso al recuerdo que

se reconstruye individual-

mente, es decir a esa histo-

ria inventada que le permite

a su ideador protagonizar

una aventura más de las

«apenas diez» que la vida le

reserva. También en el se-

gundo acto, los títulos de los

cuadros nos encaminan

(¡una vez más, importancia

de la lectura más que de la

representación!), haciéndo-

nos comprender cómo inter-

viene la memoria de los per-

sonajes y cuáles son los de-

monios que la rescatan y la

alteran.

Pero veamos las versio-

nes del recuerdo y cómo se

presentan.

La primera que aparece

es la de José. Como el título

del cuadro nos indica («El

sueño de un mirón»), el In-

conquistable sueña con ha-

ber asistido a la escena de

amor entre la Chunga y Me-

che, puesto que su obsesión

le sugiere que es la única

evolución posible de la his-

toria.

Sigue la reconstrucción

del recuerdo de Lituma, que

se desarrolla en dos cuadros,

«Alcahuetería» y «Un amor

romántico». El hombre, ena-

morado de Meche, tiene

memoria de que él mismo le

prestó dinero a la Chunga

para que se la comprase a

Josefino y se la entregase a

él. La Chunga, por lo tanto,

según la evocación de Litu-

ma, actuó de alcahueta, y él

de héroe romántico, puesto

que se iba a fugar a Lima con

la joven para casarse con ella,

desafiando las iras del ami-

go.

La tercera variante de

aquel recuerdo es la del

Mono. Según esta versión,

presentada en el cuadro «Un

churre travieso», el Incon-

quistable subió a la habita-

ción de la Chunga y, después

de haberles contado a las dos

mujeres cómo violó a una

niña, se abandonó a los pla-

ceres masoquistas del casti-

go que estas le infligieron.

A esta última versión de

los acontecimientos de aque-

lla noche, sigue otra que po-

dría corresponder al recuer-

do de la Chunga. Al contra-

rio de las demás reconstruc-

ciones, donde el ángulo de

la perspectiva de los varios

personajes es evidente, en

esta sólo se puede conjetu-

rar que el enfoque es el de la

cantinera por dos razones: la

primera y más evidente es

que no hay más personajes

presentes, además de la

Chunga y Meche (y, como

esta última ha desaparecido,

el único testigo de aquellos

sucesos no puede ser sino la

dueña de la tasca); la segun-

da razón es que hay una pers-

pectiva típicamente feminis-

ta, puesto que la posible es-

cena de amor entre las dos

mujeres –que sin embargo se

percibe que ha ocurrido– es

irrelevante con respecto al

sentimiento de complicidad

que las involucra: la Chun-

ga, en efecto, le da consejos

y dinero a Meche para que

deje a Josefino y desaparezca

de Piura para siempre.

Por último, aparece la

versión de Josefino. Esta casi

no tiene ninguna referencia

con el personaje de Meche;

y el tiempo de la memoria

pertenece a unas horas más

tarde con respecto al tiem-

po de los demás evocadores.

De hecho, el Inconquistable

sube al cuarto de la cantine-

ra cuando ya Meche se ha

ido. Lo que rememora Jose-

fino es la propuesta que le

hizo a la Chunga de asociar-

se con él para poner un bur-

del en lugar del escuálido

bar. Como la mujer se niega

al trato, Josefino, encoleri-

6 Gonzalo Torrente Ballester,

Teatro Español Contemporáneo

,

Madrid, Guadarrama, 1968, p. 375.

7 El de «narrador generador», es

un rol que adquiere cualquier persona-

je cuando, al narrar algo (para otros

o, como en nuestro caso, para sí mis-

mo), pone en marcha el procedimiento

de la dramatización del episodio. Esta

categoría «crea, engendra con su dis-

curso un universo dramático habitado

por otros personajes de condición «on-

tológicamente» distinta». (Cfr. Ángel

Abuín González,

El narrador en el

teatro

, Santiago de Compostela, Uni-

versidad, 1997, págs. 27-28).

8 Mario Vargas Llosa,

La Chun-

ga

, cit., págs. 22-23. Me parece opor-

tuno abrir un breve paréntesis para

subrayar cómo Mario Vargas Llosa

demuestra una vez más su vocación

narrativa, utilizando las acotaciones ya

no como indicaciones para el director

de escena sino para crear atmósferas

sugerentes en el lector, su referente de

siempre. En realidad no son represen-

tables ciertas imágenes como por ejem-

plo «un ser que viene al mundo desde

la memoria» o «como si […] el instante

presente perdiera consistencia, se dilu-

yera, cesara». Entre los varios detalles

que delatan la vocación narrativa de

Mario Vargas Llosa, además de las

peculiares acotaciones, mencionamos

también la descripción de unos perso-

najes que nunca aparecerán en la pie-

za. En la explicación inicial de cómo es

la tasca piureña (presentada en un ca-

pitulillo titulado «La casa de la Chun-

ga», donde nos indica también que la

ambientación histórica remonta al año

1945), Vargas Llosa añade, entre otros

pormenores, que «La Chunga tiene

una cocinera que duerme al pie de un

fogón y un chiquillo que viene en el día,

para atender las mesas« (ibidem, págs.

9-10).

9 Ibidem, pág. 23.

10 Ibidem, págs. 24-25.

11 Ibidem, pág. 51.

“El hecho de que los cotidianos recuerdos se desarrollen

de forma superpuesta, nos hace deducir que

el tiempo utilizado

para poderlos dramatizar en la escena es mucho mayor del que

haría falta si la ficción pudiera seguir fielmente

los ritmos de la realidad”.