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LIBROS & ARTES

Página 19

LOS AÑOS DE

FORMACIÓN

¿Cómo se decidió su voca-

ción literaria?

Es muy difícil decirlo: si

no existiera el misterio de

los orígenes, las cosas serían

muy sencillas. Todo eso está

velado, oculto detrás de una

serie de causas entre las que

dominan las no conscientes;

no recuerdo bien cuándo co-

mencé a escribir ni cómo me

lancé a esta aventura. De

todos modos, pienso que

empecé a escribir por una

cuestión de circunstancias:

estuve rodeado de amigos

que tenían pasión por la li-

teratura, gente como Estuar-

do Nuñez y Martín Adán.

Quizá sin ese contacto no se

hubiera dado mi atracción

por la literatura.

Un ambiente como el del

Colegio Peruano-alemán, con

compañeros como Adán y Es-

tuardo Núñez sin duda era

propicio...

Fue un ambiente muy fa-

vorable. Teníamos como

profesores a escritores como

Alberto Ureta o Luis Alber-

to Sánchez; el alemán se

enseñaba, además, con un

gran énfasis en la poesía, con

lo que pudimos conocer des-

de muy jóvenes a Goethe,

Schiller, Heine.

LA POESÍA

DEWESTPHALEN

En su poesía hay una fu-

sión del surrealismo francés y

la poesía tradicional española,

sobre todo la mística de San

Juan de la Cruz. ¿Encuentra

algún nexo teórico entre am-

bas?

No puedo establece esa

conexión, salvo recordando

que algunos místicos fueron

poetas además de místicos.

¿Pero no hay un vínculo

entre la exaltación surrealista de

las fuerzas oscuras del incons-

ciente y el tema de la «noche

oscura» en místicos como San

Juan de la Cruz?

Bien, pienso que los mís-

ticos tuvieron que hacer lo

que en general hacen todos

los poetas: sumergirse en el

fondo de sí mismos para dar

una expresión más o menos

fiel de los problemas de la

vida.

¿San Juan de la Cruz es un

poeta al que usted relee?

Sí, es un poeta que releo.

Pero hay algo en lo que al-

guna vez he de insistir: cuan-

do uno vuelve a la lectura de

poetas que ha amadomucho,

encuentra cierta desilusión...

ya no siente uno el mismo

efecto. Es como si la poesía

se desgastara, como se des-

gastan todas las cosas. En un

síntoma que se repite en ge-

neral con toda la poesía por-

que ella es expresión de un

momento en la vida de los

que la escriben y está en re-

lación con sumedio ambien-

te, con las circunstancias es-

peciales de cada uno, de la

época; entonces hay referen-

cias, insinuaciones, usos de

los términos, que dejan de

tener vigencia. Así, creo que

cuando leemos ahora a los

poetas del Siglo de Oro lee-

mos otra cosa que lo que ellos

leyeron; aún con poetas del

siglo pasado nos sucede lo

mismo. Pero, por otro lado,

hay el efecto de la sorpresa,

del asombro, de las relacio-

nes que establece el poeta

original.

Cuando todo eso se

transforma en lugar común,

se pierde o amortigua el efec-

to, y finalmente la poesía

muere como mueren todas

las cosas estéticas, tal vez

para resucitar más tarde en

algún poeta que descubre que

eso era precisamente lo que

estaba buscando, que lee esos

versos y piensa que ya los

escribió hace siglos. Es así,

seguramente, como se esta-

blecen las influencias, basa-

das posiblemente en algún

malentendido.

Pero la gran poesía es aque-

lla en la cual nuevas generacio-

nes de lectores siguen encon-

trando algo.

Sin duda. Es como si se

viesen reflejados en un es-

pejo distinto.

Recordamos algunos versos

suyos en dos poemas diferen-

tes: «Una cabeza humana vie-

ne lenta desde el olvido» y «He

dejado descansar tristemente mi

cabeza/ en esta sombra que cae

del ruido de tus pasos». Se per-

cibe en ellos el tema de la me-

moria, del recuerdo. ¿Para us-

ted el tema de la memoria, de

la evocación, es uno de los re-

sortes de su poesía?

Es muy curioso: esos poe-

mas en realidad contienen el

esquema de cómo es el re-

cuerdo, pero son imágenes

de cómo funciona el recuer-

do y no son el recuerdo mis-

mo. Son imágenes que salie-

ron del poema, que surgie-

ron del poema.

Hablando de imágenes que

surgendelpoema,¿ustedhaprac-

ticado la escritura automática?

Nunca creí mucho en la

escritura automática y el pro-

pio André Breton tampoco

estaba seguro de que llevara

a alguna parte. Hay juegos

que se pueden hacer y que

son muy divertidos. En los

cuales hay una gran parte de

trampa y de ficción. Es ya

conocido que Robert Desnos

–un poeta que admiro mu-

cho y cuyo rol en la revolu-

ción surrealista fue muy re-

levante– en realidad estaba

haciendo un papel cuando se

dormía y escribía dormido,

a la manera de esos buenos

actores que en determinado

momento olvidan que están

protagonizando un rol. El

sabía hacer muy bien el pa-

pel del escritor que duerme.

Algunas personas creen

además que es muy fácil es-

cribir automáticamente, lo

que equivaldría a pretender

que cuando uno está soñan-

do puede estar consciente de

aquello que sueña.

Otro tema que parece cons-

tante en su poesía es el tema

del tiempo. De hecho el poema

que cierra «Otra imagen delez-

nable» es el titulado «Epílogo»,

que dice: «Para abrir por fin

las rendijas/en la pared del tiem-

po». ¿Para usted sería eso la

poesía?

Pensaba, no solo a pro-

pósito de la poesía sino de

cualquier obra de arte, que

cada obra es como una pau-

sa, como un descanso en el

sendero. En este precipitar-

se de la vida, las obras de arte

siguen siendo un momento

en que aparentemente se in-

moviliza todo y hay una como

reflexión del hombre sobre

sí mismo.

POESÍA SOCIAL

Y ERÓTICA

En algún momento de su

texto «Poetas en la Lima de los

años 30» usted recuerda que

escribió poesía social que no se

conserva. ¿Si la tuviera la pu-

blicaría?

No. Además salió en re-

vistas que no tengo o que,

creo, nadie ha conservado.

¿Tuvo usted ese «afán de

redención que provoca su ad-

miración reticente por Vallejo?

Sí, toda la poesía social

tiene ese afán. Pero fueron

muy pocos poemas, no escri-

bí más de media docena.

¿Y sus poemas eróticos?

¿Los ha conservado? ¿Los edi-

taría?

No, porque esos poemas

se los llevó la policía cuan-

do me tomaron preso, ¡a no

ser que se conserven en al-

gún oscuro archivo policial!

¿Por qué fue que lo toma-

ron preso?

Nunca lo he sabido. En

esa época toda mi actividad

subversiva se limitaba a pu-

blicar clandestinamente un

boletín en favor de la repú-

blica española, pero tengo la

sospecha de que la policía

nunca se enteró de su exis-

tencia; más bien creo que se

trató de una venganza perso-

nal, algún soplón que me

tomó ojeriza.

¿No sería que en esa época

la vanguardia poética se con-

fundía con la vanguardia polí-

tica?

No. No tengo la menor

impresión de que esto suce-

diera. Además la gente no

leía a los poetas así que

¿cómo iban a darse cuenta?

Pero el movimiento fran-

quista estabamuy respaldado en

los periódicos de la época.

Y sobre todo respaldado

por el gobierno.

WESTPHALEN

Y EL SURREALISMO

Volviendo a Moro y al su-

rrealismo ¿es cierto que escri-

bió una crítica contraria a «Ar-

cano 17» de Breton, cuando ya

había roto con este movimien-

to, pero que no se atrevió a pu-

blicarla?

Sí la publicó. Me parece

que fue en «El hijo pródigo».

Moro mantuvo siempre un

gran respeto por Breton ¿no?

Así es. Fui recibido por

Breton en 1952 con mucha

cordialidad y ella se debió a

que sabía que había partici-

pado con Moro en la expo-

sición surrealista del 35 en

Lima. Breton me invitó a la

reunión que los surrealistas

tenían en un café de la Pla-

ce Blanche. Al final de ella

se excusó –habría unas 20

personas– y me invitó a

aacompañarlo a su casa. Lue-

go fuimos –también estaba

Benjamin Peret– a otro café

en el que Breton se explayó

como si hubiéramos sido

amigos de muchos años.

¿Se definió en algún mo-

mento usted como surrealista?

Nunca, aunque he reco-

nocido siempre su influen-

cia. Por otro lado, pienso que

las mayores influencias son

las que no se notan y que las

notorias son las malas in-

fluencias, Esto es algo que

aprendí de Eguren, que era

muy abierto en sus lecturas

y que sostenía que había que

acoger todo lo bueno, pero

haciendo siempre que la in-

fluencia resultara impercep-

tible, tanto para uno mismo

como para quien lo estaba

leyendo. Nunca me han gus-

tado los pastiches, las seu-

doimitaciones, los intentos

de escribir «igual que fula-

no», pues nunca resultan al

nivel de los poemas que es-

cribió el modelo.

RECUERDO

DE EGUREN

¿Qué representa Eguren

para usted?

Él estableció la poesía en

el Perú. Antes de él no exis-

tía poesía; los que venimos

después le debemos todo.

¿Trató de ejercer alguna in-

fluencia sobre los jóvenes que,

como usted, se le acercaron?

No, lo que pasa es que

poseía un encanto especial

“Nunca creí mucho en la escritura automática

y el propio André Breton tampoco estaba seguro de que

llevara a alguna parte. Hay juegos que se pueden hacer y que son muy

divertidos. En los cuales hay una gran parte de trampa y de ficción. Es

ya conocido que Robert Desnos en realidad estaba haciendo

un papel cuando se dormía y escribía dormido”.