LIBROS & ARTES
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l Perú ha sido, desde
el momento que em-
pezó a ser llamado con ese
nombre, tierra de poetas.
Puede que en otras áreas
de la creación artística
haya intermitencias y dis-
continuidad. No ocurre lo
mismo con la lírica, en
todo tiempo y circunstan-
cia. Sin embargo, salvo las
excepciones de rigor, po-
cas mujeres, a lo largo de
los siglos XVI, XVII, XVIII
y XIX, se han dedicado a
la poesía. En la época
virreinal, la mitológica
Amarilis, que intercambió
escritos en verso con el
célebre Lope de Vega,
permanece, a pesar de su
rostro difuminado en su
deseado anonimato, como
el mejor ejemplo de una
mujer de temple que esco-
ge la literatura como ve-
hículo de su naturaleza fe-
menina. La incipiente
marca literaria de la mu-
jer en el Perú fue la de
aquella fémina que se atre-
vió a hacer lo que las otras
soñaban.
En el primer siglo de
nuestra época republica-
na, el XIX, hubo muchas
mujeres que escribieron
versos. Aparecen en sesu-
das investigaciones, pero
no nos dejaron nada me-
morable. Fueron novelis-
tas las que destacaron,
Clarinda Matto de Turner
y Mercedes Cabello de
Carbonera.
Iniciado el siglo XX,
hubo una dama que pron-
to llamaría la atención
por lo descarnado de sus
versos y su capacidad de
entrar de lleno en la ac-
ción política. Temprana-
mente conocida por José
Carlos Mariátegui, su pres-
tigio de luchadora opacó
un poco su actividad lite-
raria. Finada su vida, len-
tamente se le empieza a
valorar como una de las
más importantes escritoras
peruanas de estos tiempos
difíciles. Magda Portal es
ahora estudiada en artícu-
los de revistas especializa-
das, en tesis y en libros que
le son dedicados.
La poesía peruana en
el siglo XX, aparte del caso
de Magda Portal, fue pri-
vilegio de varones. Dos de
ellos, César Vallejo y José
María Eguren, copan, ellos
solos, con la calidad de sus
versos, cuatro décadas de
poesía en el Perú.
En los años cuarenta,
dos jóvenes poetas, Jorge
Eduardo Eielson y Sebas-
tián Salazar Bondy, se re-
unían en los alrededores
de la Universidad de San
Marcos con una incipien-
te escritora, menor que
ellos mismos. Blanca Va-
rela había nacido en 1926
y tenía una profunda vo-
cación literaria que desa-
rrollaría recién a partir de
1959, cuando publicó en
Veracruz, México, con un
prólogo de Octavio Paz, su
primer libro,
Ese puerto
existe
. Se cuenta la anéc-
dota de que leyendo el
poema liminar, titulado
“Puerto Supe”, Paz le pre-
guntó a su amiga. ¿Ese
puerto existe? Y como ese
puerto existía, Blanca
Varela le dijo, ese puerto
existe, y Paz concluyó, ese
puerto existe es el título
del libro. Y así fue, el libro
Puerto Supe
se transformó
en
Ese puerto existe
, pero
sin duda
Puerto Supe
tam-
bién era muy hermoso.
La llamada ahora Ge-
neración del Cincuenta
evolucionó a partir de
1945. Hubo poetas que
genéricamente podemos
llamar platónicos, como
Javier Sologuren, Jorge
Eduardo Eielson, y otros
aristotélicos, como Sebas-
tián Salazar Bondy, Wá-
shington Delgado, Alejan-
dro Romualdo, Gonzalo
Rose, y otros a los que
podemos llamar sofistas,
porque adoptan cualquier
punto de vista en su dis-
curso poético, como Pablo
Guevara.
Deteniéndonos más en
el detalle podemos decir
que a principios de los
años cuarenta hubo un
“EN LOS OJOS ARDIENTES
DE ESTA TIERRA”
Blanca Varela
Marco Martos
Han transcurrido más de cuarenta años de la publicación
del primer libro de Blanca Varela y su nombre se encuentra ahora, junto con el de
Jorge Eduardo Eielson, a la cabeza de ese extraordinario grupo llamado Generación del Cincuenta, y
aún más, su poesía, dura, metálica, sin concesiones, está entre las más leídas de Hispanoamérica.
E
Su discurso poético es fundamental en la literatura peruana.