LIBROS & ARTES
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descubrimos que sus quejas estaban
referidas fundamentalmente a la ley
y que sus esfuerzos estaban dirigi-
dos a obtener el reconocimiento del
sistema legal. Por eso procedimos a
examinar el marco legal con el fin
de determinar su influencia sobre
las decisiones individuales de esco-
ger la informalidad o la formalidad
y sobre los rendimientos resultan-
tes de tales elecciones. De esta ma-
nera, el ILD decidió llevar a cabo
una serie de trabajos de campo y
análisis para identificar y cuantifi-
car su influencia”.
Desde el punto de vista de una
actividad económica, existen fun-
damentalmente dos momentos en
los que las personas evalúan su re-
lación con la formalidad: el del ac-
ceso a la actividad y el de la per-
manencia dentro de ella.
Para denominar esos dos mo-
mentos, el ILD acuñó dos concep-
tos correspondientes: “los costos de
acceso” y “los costos de permanen-
cia”, con el propósito de examinar
el conjunto de requerimientos que
deben satisfacer los ciudadanos para
obtener el derecho de realizar le-
galmente determinada actividad
económica y posteriormente el con-
junto de requerimientos para con-
servar esa legalidad. En ambos ca-
sos, la idea fundamental consistió
en averiguar si esos costos influyen
en las elecciones de los individuos
y, en caso de no poder ser asumi-
dos, se estimulan la opción por la
informalidad.
De las actividades económicas
que el ILD ha examinado, ninguna
se puede ejercer legalmente si de
antemano no se cumple un conjun-
to de requisitos de diversa natura-
leza. Para determinar cuáles eran y
qué costos implicaban, el ILD in-
vestigó 4 áreas específicas con gran-
des problemas de informalidad: la
industria, la vivienda, el comercio
y el transporte.
A medida que se comprobaba
la existencia de los costos de la for-
malidad, dice de Soto, comprendía-
mos no solamente por qué los in-
formales operaban al margen de la
ley sino también la verdadera tras-
cendencia de la normatividad
extralegal. Si querían establecer un
nuevo orden normativo, era por-
que algo perdían por estar al mar-
gen y aún en contra de la ley. Esto
nos puso en la necesidad de exami-
nar que era lo que, en efecto, esta-
ba perdiéndose: “Así, fuimos des-
cubriendo que la informalidad no
era el mejor de los mundos, que
había enormes costos involucrados,
que la gente intentaba compensar-
los a través de fórmulas originales
pero notablemente insuficientes,
que la evasión de la leyes no es una
situación de beneficio neto, y que
el aparente caos, el derroche de re-
cursos, las invasiones, el coraje de
todos los días, no eran otra cosa que
el desesperado y emprendedor in-
tento de los informales por cons-
truir un sistema alternativo a aquel
que les había negado su amparo y
protección”.
7.
La construcción
de ciudadanía desde abajo
Carlos Iván Degregori ha seña-
lado que “entre las décadas de 1920
y 1960, y sobre todo a partir de
mediados de siglo, entre la mayo-
ría del campesinado el mito del
Inkarrí había empezado a ser reem-
plazado por el mito del progreso” y
que uno de los caminos que habían
descubierto para avanzar hacia él
era “el mito de la escuela, recogido
y relatado en diversas ocasiones por
Rodrigo Montoya: la ausencia de
la escuela, el no saber leer y escri-
bir, aparecen en él como sinónimos
de oscuridad, noche (tuta); con la
escuela y la alfabetización se hace
la luz, llega el día (punchau)”
(Degregori, 1986: 50-51). Además
de la escuela, los campesinos se lan-
zan a la conquista del futuro y del
progreso a través del comercio, de
algunos bolsones de trabajo asala-
riado y de la migración a las ciuda-
des. Esos diversos caminos a la mo-
dernidad los han conducido a la
conformación de una nueva iden-
tidad en la que generalmente han
sacrificado “la lengua y las vestimen-
tas tradicionales, los dos principa-
les signos exteriores por los cuales
los indios resultaban fácilmente
reconocibles y además desprecia-
dos en tanto la discriminación es
más cultural que estrictamente ra-
cial”, pero han mantenido y preser-
vado la tradición de ayuda mutua
y trabajo colectivo, algunas mani-
festaciones culturales como la mú-
sica, el canto, la danza, las fiestas
patronales de los pueblos de origen,
un cierto regionalismo, e incluso
han potenciado la plasticidad de la
familia extensa, los mecanismos de
reciprocidad y el pragmatismo y la
versatilidad en el aprovechamien-
to de un máximo de pisos ecoló-
gicos (Degregori, 1986: 52-53)
Pero son las migraciones a las
ciudades el factor más importante
que ha trasformado tanto a las ciu-
dades como a los migrantes mis-
mos. Las ciudades han sido trans-
formadas en grandes laboratorios de
democratización y de peruanidad
en la medida que en ellas se encuen-
tran pobladores que nunca antes
habían tenido comunicación algu-
na –ni siquiera a través del merca-
do– ni habían tenido el sentimien-
to de una comunidad más amplia.
Gracias a la acción de las ciudades
los migrantes cambian de identidad:
ellos dejan de ser indios o campesi-
nos indígenas para devenir no crio-
llos urbanos sino cholos. El resulta-
do final no es una comunidad ho-
mogénea y uniforme sino “la uni-
dad de lo diverso”.
Los movimientos campesinos, el
movimiento obrero, sobre todo el
clasismo, los movimientos de po-
bladores han jugado un papel cen-
tral en el proceso de formación ciu-
dadana a través de una estrategia
que Bryan Turner, analizando otros
casos, ha llamado una estrategia
de construcción de la ciudadanía
desde abajo (Turner, 1992 ).
El movimiento campesino rei-
vindicó la propiedad de la tierra no
como un derecho civil sino como
un derecho social: su demanda era
la tierra para quien la trabaja. La
propiedad de la tierra era reivindi-
cada no para tener la libertad de
comprar y venderla sino para
trabajarla. El derecho de propiedad
estaba acotado y condicionado. La
reforma agraria recogió esa deman-
da campesina que se concretó en
las cooperativas, las SAIS, las co-
munidades campesinas. El neoli-
beralismo actual recorre el camino
contrario: La transformación actual
de las cooperativas en sociedades
anónimas o en sociedad de interés
limitado es la transformación de un
derecho social en un derecho civil.
Desde la conquista de las ocho
horas en 1919 hasta la estabilidad
laboral, el movimiento obrero ha
jugado un papel central en la am-
pliación de la ciudadanía en el Perú.
Ha sido sobre todo el clasismo,
como movimiento igualitarista, el
que conquistó importantes derechos
sociales bajo la bandera ética de res-
peto a la dignidad del trabajador y
contribuyó decisivamente a demo-
cratizar y modernizar las relaciones
laborales en las fábricas (Balbi,
1989), desbordándolas para influir
en los demás movimientos sociales
y en la cultura política misma.
Los movimientos de pobladores
han sido igualmente una palanca
central en la democratización de las
segregacionistas ciudades criollas y
en la extensión de la ciudadanía a
las clases populares (Degregori,
Blondet y Lynch, 1986). El proce-
so es complejo. En una primera eta-
pa, la conquista de la ciudadanía
pasa por una etapa de cooptación
de los pobladores por parte de las
élites políticas tradicionales (Collier,
1971) y en una segunda etapa se
transforma en un movimiento de
conquista de algunos derechos so-
ciales que tienen que ver con la vi-
vienda y sus servicios así como con
la salud y la educación.
Del conjunto de movimientos
sociales, han sido los informales los
que no han logrado conquistar los
derechos demandados, pese al re-
conocimiento y al elogio que han
hecho de ellos algunos políticos e
intelectuales y pese al alto grado
de autonomía que ellos han desa-
rrollado debido a su situación so-
cial peculiar (De Soto, 1986; Fran-
co, 1991,1993; Golte,1987). En
realidad, el mundo de la informali-
dad es heterogénero y complejo. En
ese mundo es posible distinguir cla-
ramente dos sectores: Un primer
sector informal exitoso que ha
devenido pequeño empresario y
que la logrado un alto nivel de in-
tegración económica, social y polí-
tica y otro sector que vive en dis-
tintos niveles de pobreza y que ex-
perimenta diversos grados de
marginación y de exclusión social.
El relativo fracaso de este sector en
el proceso de integración tiene que
ver quizá con el tipo de derechos
Aníbal Quijano.