LIBROS & ARTES
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¿LA CRÍTICA PERUANA
EN CRISIS?
¿A quiénes reconocían como los
críticos de la generación?
Sebastián Salazar Bondy,
el primero; luego Oviedo,
que se dedicó al teatro y a la
literatura. A fines de los años
40 había publicaciones me-
nores de crítica en revistas
como
Epsylon
, del grupo de
Eielson y Sebastián; y algu-
nos como Paco Bendezú,
quien comentaba en
Mercu-
rio Peruano
, o yo mismo que
publicaba además mis tra-
ducciones en la revista
Mar
del Sur
. Había espacios
como los suplementos do-
minicales de
El Comercio
y
La Crónica
,
y a veces tam-
bién el de
La Prensa
, en los
que tratábamos de publicar.
Pero, en realidad, no había
mucha costumbre de inter-
cambiar, de decir lo bueno
y lo malo en público. Por
otro lado, había en ese en-
tonces una clase alta igno-
rante, no universitaria, que
apenas si había leído
El Qui-
jote
. Eran tontos ricos, que
les gustaba vivir bien, con la
esperanza de que sus hijos
sean mejor que ellos. Si es-
tos ricos se interesaban en
el arte era para coleccionar-
lo, sobre todo platería y tal
vez pintura indigenista.
Los viajes han sido otra obsesión
para los miembros de la genera-
ción del ‘50.
Justamente en 1952 hubo
oportunidad de becas, y los
primeros en irse fueron Cha-
riarse, Romualdo, Ribeyro y
otro más.
Sobre todo a Francia, ¿no? Que
llegó a ser una meca literaria para
su generación.
Sí, pero ya conocíamos
el país por sus autores, por
Jean Paul Sartre, Albert
Camus, Simon de Beauvoir;
por el gran Víctor Hugo. Es-
tábamos nosotros en el
mundo, pero a través de los
libros. Tuvimos además la
suerte de la beca Javier Pra-
do, que la otorgaba el Ban-
co Popular junto con la Uni-
versidad de San Marcos. La
beca era tanto para Letras
como para Derecho. Y la
ganamos Lola Thorne, Es-
cobar, Vargas Llosa y yo;
pero esto duró sólo cinco
o seis años. Otros que viaja-
ron lo hicieron por su cuenta
y riesgo.
¿Un crítico mayor como Luis
Alberto Sánchez nunca llegó a
entender a su generación?
Sánchez solamente men-
ciona en el año 1974 a Mario
Vargas Llosa, Manuel Scorza
y Mejía Valera, quien era su
gran amigo. Eso fue todo.
Totalmente desinformado.
Por ejemplo, yo le di un libro
mío,
Los Ingar
, luego me en-
tregaron un recorte de perió-
dicos de Bogotá, Colombia,
del ‘55, en el cual escribió de
las relaciones de Zavaleta con
Faulkner. Es decir, lo descu-
brió públicamente, aunque
tardíamente, pues esa influen-
cia estaba marcada en cuen-
tos como “Una figurilla”
(1948) y “El peregrino”
(1951). Solo había que leer.
A propósito de su preocupación
por la investigación y la crítica li-
teraria, al parecer hoy somos tes-
tigos de un evidente descuido en el
rigor de cierta crítica. ¿No es mo-
mento de que los especialistas asu-
man la responsabilidad de esta
tarea intelectual y orientadora?
Bueno, son dos críticas.
Una es la aparente, la de los
periódicos, que está escrita
por periodistas o por aficio-
nados a la literatura, y que
han hecho del “amiguismo”
una especie de religión. Eso
es una cosa lamentable…
¿Pero siempre ha sido así, o es un
fenómeno reciente?
No, en mi generación
amigueros ni hablar, había
que reconocer la calidad del
libro sea amigo o no; esa era
una costumbre de grupo. Ser
honrados, honestos, y decir
en la nota crítica qué cosas
están mal y qué cosas están
bien. Como me dijeron a mí
cuando publiqué mis prime-
ros libros Sebastián Salazar
Bondy, José Jiménez Borja y
Alberto Escobar; ellos ano-
taron ambas cosas, elogios
pero también recomenda-
ciones. Incluso cambié algu-
nos cuentos por influencia de
ellos. La crítica aparente, la
de los periódicos es la que
uno olvida. Pero hay una crí-
tica muy seria en revistas uni-
versitarias, y en los salones de
ciertas universidades que son
brillantes. Eso no sale al pú-
blico por la dificultad de las
revistas. En San Marcos hay
un grupo de críticos excelen-
tes, que se dedican a analizar
algunos libros, no con la ac-
tualidad que uno quisiera,
porque a veces revisan libros
de los años ‘20 0 ’30. Cuan-
do se dedican a algo más
moderno, lo hacen también
muy bien.
¿Cuál es el perfil de un crítico lite-
rario, qué cualidades debe poseer?
Es muy difícil decirlo.
Creo que no debo hablar de
esas cosas porque yo soy un
crítico improvisado; soy sólo
un escritor que ama tanto la
literatura, que cuando veo que
no critican bien determinados
libros, me meto a hacerlo.
Pero haber leído de muy jo-
ven a Shakespeare, Faulkner
y Joyce, y otros humanistas,
me formó de un modo ex-
traordinario para escribir li-
teratura en serio. Lo único que
no he podido hacer es litera-
tura cómica, burlona o
satírica. Me he dedicado a las
cosas duras, tristes, porque
esas son las cosas que he vis-
to en el país. Siempre he de-
clarado que en el Perú no hay
casi nada por lo cual sentirse
feliz. Y, sin embargo, no he
sido de los que se van y no
vuelven del extranjero. Yo he
regresado y regresaré siem-
pre, porque no puedo vivir
fuera; me gusta acá, aunque
uno sufra una vida dolorosa,
injusta, desde el punto de vis-
ta social y político.
Tilsa Tsuchiya y el arca de Noé.
“Los críticos de nuestra generación eran Sebastián Salazar Bondy,
el primero; luego Oviedo, que se dedicó al teatro y a la literatura. A fines
de los años 40 había publicaciones menores de crítica en revistas como
Epsylon
,
del grupo de Eielson y Sebastián; y algunos como Paco Bendezú, quien comentaba
en
Mercurio Peruano
, o yo mismo que publicaba además mis traducciones
en la revista
Mar del Sur
. Había espacios como los suplementos dominicales
de
El Comercio
y
La Crónica
,
y a veces también el de
La Prensa
,
en los que tratábamos de publicar.