Previous Page  21 / 36 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 21 / 36 Next Page
Page Background

LIBROS & ARTES

Página 19

NACE UNA NUEVA

GENERACIÓN

a generación de 1950 es con-

siderada como el «punto de

quiebre» de la cultura peruana del

siglo XX. ¿Cuáles son, cree us-

ted, las razones puntuales que

ameritan esta ubicación central?

El 26 de noviembre de

2004 el Instituto Nacional de

Cultura (INC) nos rindió un

homenaje como grupo, y nos

impuso la “Medalla de la

Cultura”. Estuardo Núñez

dio el discurso de orden, y

allí dijo que después de los

años ‘30, lo único que en-

cuentra en generaciones es la

del ’50, porque es una gene-

ración que obedece a los cá-

nones establecidos por los

eruditos alemanes, españoles

y peruanos. ¿Por qué? Por-

que hay una especie de no-

vedad en lo escrito. Se pue-

de hablar de lo que “había”

y de lo que “hay” inmedia-

tamente; y las dos cosas son

distintas. Entonces, nace una

nueva generación cuando hay

una nueva forma de escribir.

¿Pero cómo reconocieron esa nue-

va forma ustedes mismos?

Al principio nos parecía

que no zanjábamos una si-

tuación absolutamente dis-

tinta a la anterior; sin embar-

go, cuando avanzamos más

nos dimos cuenta de que te-

níamos otro modo de ver las

cosas. Esa idea la ubiqué en

los escritos de T.S. Eliot,

quien apunta que nace una

generación cuando se escri-

be distinto, pero uno no se

da cuenta de ello en el mo-

mento preciso, sino después;

hay que esperar un poco para

ver las pruebas del cambio.

¿En qué momento puede decir que

nace la generación de 1950?

Tengo una investigación

inédita donde establezco

hasta nombres y denomino

“pórtico” a aquellos escrito-

res que forman el comien-

zo del cambio. ¿Cuándo se

empieza a escribir algo dis-

tinto, cuándo empieza esto,

es decir, los textos iniciales?

Año 1946, cuento «Elmer»

de Porfirio Meneses, una

narración fantástica extraor-

dinaria, algo psicológica,

cosa que las escuelas costu-

mbristas e indigenistas no

habían hecho ni hacían. Allí

comienza el psicologismo.

Después, un cuento de 1948,

titulado, curiosamente, “Me-

lancolía. Cuento dramáti-

co”. ¿De quién? Pues de

Enrique Congrains. Él escri-

be la historia de un hombre

solitario que vive en Mira-

flores, por el malecón Balta,

y que decide suicidarse. Evi-

dentemente hay en el cuen-

to una meditación sobre el

suicidio y sus “pro” y “con-

tra”. Por primera vez en

esos años se dice “cuento

dramático”, y es extraño que

un joven lo haya dicho; qui-

zás porque creyó que su

cuento no sería recibido

como él quería; es decir,

desconfiaba de sí mismo,

porque se sentía nuevo.

“Melancolía” no podía ser

el título de un cuento festi-

vo, satírico, no había nece-

sidad del subtítulo, pero sin

embargo lo hizo.

¿Qué implicaba, a nivel genera-

cional, subtitular un cuento como

«dramático»?

Congrains quería deno-

tar con el subtítulo la intensi-

dad que concedía al tema, y

de paso el tono y la atmós-

fera en que lo pintaba. Des-

de aquel punto su mundo

será la pobreza, la falta de

empleo, ante lo cual este per-

sonaje acorralado responde-

ría con un desesperado in-

tento de suicidio. Hay un sig-

no especial de neorrealismo.

Estamos en 1948, y ese mis-

mo año yo publico “Una fi-

gurilla”, donde por primera

vez utilizo el monólogo in-

terior joyceano, instrumento

que servirá desde entonces

para revelar el proceso men-

tal y contar historias propias

y ajenas por parte del perso-

naje. Según el crítico Ricar-

do González Vigil, en este

cuento nace de veras la nue-

va narrativa en el Perú.

Es decir, se trata de una nueva

sensibilidad.

Claro, ese es el “pórtico”,

la entrada a la generación,

formada por un grupo de

escritores. Están, como dije,

Porfirio Meneses, Enrique

Congrains, Zavaleta, pero

también Julio Ramón

Ribeyro, quien publica “La

vida gris”, a la que llama “el

padre de todos mis cuentos”.

Aquí cunde la abulia, con un

personaje indistinto, porque

no es ni una cosa ni la otra.

Por primera vez se observa

esa ambigüedad que hay en

muchos de sus textos.

Ahora bien, se habla mucho del

contexto, del golpe de Odría y el

fin de la “Primavera Democráti-

ca” de Bustamante y Rivero.

Eso es otra cosa, eso se

dio ya en 1948…

¿Pero no influyó? ¿No sintieron

acaso que aquello se revelaba en la

carga pesimista, algo sombría de

esos primeros años de la genera-

ción?

Fue un detonante. El dis-

paro que nos emocionó y

nos mandó a la acción. No-

sotros no podíamos sacar

bayonetas ni fusiles, para eso

había otros. Lo que existía

era una repulsa intelectual y

artística ante un ogro como

Odría, por supuesto… Fue

un estímulo tremendo, salva-

je, hasta obligatorio. Y es

curioso, coincide con los

años ‘48, ‘49 y ‘50, este últi-

«TODOS BUSCÁBAMOS A GENIOS

COMO JOYCE O FAULKNER»

Entrevista a Carlos Eduardo Zavaleta

La fertilidad literaria tiene en el Perú un digno representante:

Carlos Eduardo Zavaleta (1928). Quince libros de cuentos y más de media

docena de novelas, variados ensayos y estudios, además de una carrera docente,

convierten al autor de

Los Ingar

,

Cristo Villena

y

Los aprendices

en un

conspicuo miembro de la que él reivindica como la “Generación del ’50”.

Zavaleta ha sobrepasado los 50 años de actividad creadora. Su voz, por

ello, es una de las más reveladoras de su promoción literaria.

Carlos Batalla

L

La hija del ambulante. Lima, 1960.