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LIBROS & ARTES

Página 30

n sensato monarca de-

cidió reunir a los sa-

bios de su reino para solici-

tarles que compilaran toda la

sabiduría de su tiempo. Lue-

go de muchos años de ar-

duos trabajos los sabios vol-

vieron a presentarse ante su

rey con diez voluminosos li-

bros conteniendo el material

solicitado. El gobernante

leyó con atención cada tomo

y luego de haberlo medita-

do volvió a reunir a los sa-

bios para pedirles, esta vez,

que descartasen lo que no

fuera esencial y redujeran a

un solo libro lo más trascen-

dente de la sabiduría huma-

na. La tarea fue cumplida y

un año más tarde los sabios

volvieron a presentarse con

el valioso fruto de su traba-

jo. El rey se tomó su tiempo

saboreando con deleite las

enseñanzas contenidas en la

obra y, en una nueva reunión

con los sabios, les solicitó,

para asombro de estos, que

ese mismo día, en esa mis-

ma reunión, redujeran a una

sola palabra los móviles que

llevan al hombre a actuar.

¿Cuál es, preguntó el preocu-

pado monarca, la palabra

que nombra aquella acción

que prima en los hombres

sobre cualquier otra, el mó-

vil que desplaza a los otros?

La respuesta no se hizo es-

perar. El más viejo de los

sabios la pronunció lenta-

mente y todos asintieron

con sus cabezas expresan-

do total conformidad:

“Esa palabra que Su Alte-

za quiere saber es: SOBRE-

VIVIR”.

Esta vieja historia es due-

ña de una verdad mucho

más vieja que ella: todos los

seres vivos procuran prolon-

garse en el tiempo y en con-

secuencia de ello actúan.

“Eres el enemigo de ti mis-

mo si no matas al enemigo

que tienes por delante”, di-

cen realistamente los árabes.

Y esas palabras, por duras

que suenen, se acomodan

perfectamente a los móviles

que determinan nuestras ac-

ciones. Las nuestras, seres

humanos dotados de una

relativa razón, y la de todas

las especies vivas, incluidas las

formas vegetales más primi-

tivas.

La voluntad de prolon-

garse en el tiempo, además,

no sólo es individual, tam-

bién es colectiva. Las hormi-

gas ofrecen su vida constru-

yendo puentes con sus cuer-

pos para que sus congéneres

pasen sobre ellos y puedan

conservar la suya. Gestos de

esta índole abundan en la na-

turaleza. Tan sensata es que

la agresión intraespecie, es

decir la agresión entre los

miembros de una misma es-

pecie, disminuye en relación

directa con la capacidad

destructiva de dicha especie.

A mayor capacidad des-

tructiva menor voluntad de

agredirse por parte de sus

miembros. En otras pala-

bras, los lobos son menos

agresivos con los lobos que

las palomas con las palomas.

Esta arquitectura diseñada

para proteger y prolongar la

vida está, sin duda, marcada

a fuego en el ADN de to-

dos los seres vivos y deter-

mina, sin que lo sepamos, ni

lo sospechemos, muchas de

nuestras conductas.

Por ello resulta curioso

que esta autoproclamada

criatura central del universo

que es el ser humano actúe,

en muchísimas oportunida-

des, a contramano de este

instinto básico y esencial que

es la lucha por la superviven-

cia.

Este hecho se manifiesta

a nivel colectivo cuando no-

sotros, hombres y mujeres

de este planeta, agredimos a

la naturaleza con la errónea

certeza de que dichas agre-

siones no causaran daños

permanentes. Y estamos

equivocados. Muy equivoca-

dos. Y caemos fácilmente en

la equivocación porque du-

rante mucho tiempo esa pre-

misa fue cierta. Eran tiem-

pos en que nuestro consumo

de los recursos naturales y

nuestra capacidad de explo-

tación de los mismos eran in-

feriores a la posibilidad de

regenerarse de la naturaleza.

En ese tiempo la naturaleza,

casi maternalmente, podía

componer nuestros desagui-

sados. Hoy, con el aumento

de la población (ya hemos

pasado los seis mil millones),

la obsesión por el crecimien-

to económico (sin pensar en

sus consecuencias) y el afán

de lucro (que pareciera ser la

filosofía de base de nuestro

tiempo), estamos depredan-

do más allá, mucho más allá,

de las posibilidades que tie-

ne la naturaleza para recom-

poner su equilibrio. Por ló-

gica desgracia la consecuen-

cia de nuestros actos no pue-

de ser percibida sino con el

paso del tiempo y ello nos

impide tomar conciencia so-

bre el daño irreparable que

estamos provocando. En las

décadas de los sesenta y se-

tenta asistí, como observa-

dor, a numerosos colo-

quios convocados por la

UNESCO sobre el futuro

de la humanidad. En aque-

llos tiempos, aparentemente

remotos, se hablaba con cla-

ridad de la situación de des-

equilibrio medioambiental

que estamos viviendo en el

presente. Todos aquellos

científicos eran calificados de

“alarmistas”, “poco objeti-

vos”, “apresurados” y toda

otra suerte de epítetos

carentes de sentido. Ocurría,

como ocurre ahora, que esas

alarmas provocaban inquie-

tud entre los bienpensantes

y preocupación por sus ne-

gocios entre los irresponsa-

bles que anteponían, como

siempre ha sido, sus intere-

ses particulares por sobre los

intereses del conjunto. La di-

ferencia era que en esta oca-

sión no se trataba de una dis-

cusión política entre clases

sociales, sino que el conjun-

to éramos todos y todos, in-

cluidos los irresponsables,

pagarían y pagarán por esta

afrenta al medio ambiente.

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Hoy la diferencia es aún

mucho más dramática pues

esos daños de los que se ha-

blaba cuarenta años atrás ya

son perceptibles. No sólo

perceptibles: son también

mensurables y ponderables.

Lo que no parecen ser, des-

graciadamente, es evitables.

Sólo una acción dramática,

producto de una decisión

política imposible de tomar

en los tiempos que corren,

podría detener el reloj de la

futura destrucción. Los

acuerdos de Kyoto, destina-

dos a evitar el calentamiento

terrestre, han sido ignorados

por el mayor productor de

gases tóxicos del planeta:

Estados Unidos. La razón

simple y llana: firmar esos

acuerdos aumentaría los cos-

tos de la producción y las

empresas se volverían menos

DOLIDA CRÓNICA

DE UN ECOCIDIO

ANUNCIADO

La última oportunidad

Es preferible un planeta menos sofisticado a que no haya ningún planeta.

Guillermo Giacosa

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